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Muy adentro de ese recinto húmedo, en el que evito pisar inofensivos<br />
arácnidos de lento andar, donde la música no llega, una barrera de<br />
cristal que cubre todo el hueco de la cueva me detiene. No hay duda de<br />
que ese cristal ha sido colocado para proteger eficientemente... una ciudadela<br />
semiesferoidal, de unos quinientos metros de diámetro y cien de<br />
alto, bajo la maciza roca; es imposible atravesarlo, es refractario a todo<br />
lo imaginable, como puedo comprobarlo después de muchas pruebas.<br />
No hay ninguna hendidura en las uniones con la cueva, parece ser que el<br />
cristal formara parte de la misma roca. Se de cristales con propiedades<br />
insospechadas y éste parece estar por delante de ellos. La ciudadela<br />
está iluminada con una suave luz blanquecina: el producto del constante<br />
movimiento de electrones en los niveles de energía de los átomos del<br />
material blanco y cristalino con el que está cubierto toda la superficie<br />
interior. Es el único lugar, excepto en la selva incendiada, donde prescindo<br />
de mis sentidos internos que me permiten ver en la umbría. La suave<br />
luz no molesta en lo mínimo a mis ojos ya acostumbrados a la intensa<br />
oscuridad.<br />
Inhalo profundamente las partículas de Prana disueltas con el aire,<br />
partículas con vitalidad síquica y por lo tanto orgánica, partículas gobernantes<br />
de la voluntad atómica, partículas divinales que permanecen en<br />
caso de destruirse el átomo, partículas vibrantes viviendo fuera del tiempo<br />
y del espacio. En el presente son partículas divinas vibrando en lo<br />
abstracto con la armonía del amor. Partículas... ¡Oh, me sorprendo una<br />
vez más con un entusiasmo inherente a mi infancia! Gracias al prana y a<br />
mi voluntad, de mi laringe brota una luz microscópica, tan diminuta, pero<br />
capaz de dar resplandor a toda una galaxia... en otras condiciones, no en<br />
las actuales en las que el secreto está velado por la amnesia. La portentosa<br />
ignición en miniatura empieza con centelleos armoniosos y argentados<br />
dentro de mí; y alcanza el primor del verbo para transformarse en sonido<br />
y de esa manera brotar al exterior por mis labios con euritmia excelsa; es<br />
imposible traducirlo al lenguaje hablado.<br />
Ese sonido rompe el cristal y lo desvanece dispersando sus átomos<br />
pulverizados por el ambiente. Ya, una vez, yo, dentro de la ciudadela, el<br />
cristal vuelve a su posición anterior y tan sólida, como siempre estuvo,<br />
gracias a una de sus propiedades de atracción electrolítica en partículas<br />
de luz. La respirable combinación gaseosa es purísima, su balsámica propiedad<br />
lo identifica como copiada de otra atmósfera; si yo hablara de<br />
evolución, diría de una atmósfera altamente evolucionada, diferentísima<br />
en exceso a la del soterrado.<br />
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R.HUAYNA INGÉNITO