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ingénit - Liceus

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sal Templo, construido con divinas solidificaciones metálicas del amor y<br />

de la gloria. Resplandece en toda su magnitud el dorado de la sabiduría<br />

y de la inteligencia divina. En realidad el Templo posee conciencia propia<br />

imposible de ser comprendida. Suyo, es la ubicuidad cósmica en todos<br />

los niveles de la existencia y de la no existencia; de lo creado y de lo no<br />

creado. Suyo es, ¡Oh!, que inexpresivo y vacuo es el lenguaje, aún la de<br />

los seres sagrados, para expresar la realidad o irrealidad esta.<br />

Una magnífica gradería de siete peldaños rodea el exterior. Subimos<br />

por ellas. Continuamos por una amplia plataforma hasta la gloriosa<br />

puerta del Templo. Sobre esta plataforma, en toda su amplia longitud,<br />

están asentadas todas las virtudes vitrificadas como sutilísimas gemas; y<br />

también cuatro macizas columnas sostienen con su insondable y divina<br />

utilidad un techo con dimensiones absolutas; sus diámetros ignotos como<br />

lo inexistente, su objetividad como lo inmanifestado.<br />

La gran puerta obsequia un sutilísimo significado. Un significado de<br />

tiempos idos, de tiempos de oscuridad ocurrido en algún lugar de este<br />

sistema planetario. Una advertencia de no volver la mirada hacía atrás,<br />

jamás: Siempre adelante.<br />

La dama se adelanta y golpea tres veces la puerta, cimbrándolo:<br />

Misterio..., misterio..., misterio...<br />

La puerta se abre y deja entrever su interior sideral.<br />

—¡Paz Inverencial! —susurra la dama con una expresión nacida<br />

dentro de su intimo ser.<br />

—¡Paz Inverencial! —responde una extraordinaria intuición llena<br />

de augusto silencio desde el interior.<br />

La divina mujer, con pasos suaves, desaparece dentro del dosel<br />

tenuemente luminoso de nubes galácticas que impide ver el interior. Sus<br />

siguientes pasos lo llevan a transponer dos proverbiales columnas, con<br />

sendas inscripciones que lee en silencio:<br />

—Jaquím... Boaz...<br />

Luego de un silencio indescriptible, Isis, ingresa de la misma manera<br />

que su predecesora.<br />

Cuando me toca a mi y lo hago con la máxima cortesía, todo lo que<br />

puedo lograr. Inmediatamente después la hierática presencia del Guardián<br />

del Templo me da la bienvenida. Estoy impresionado por su porte<br />

sagrado, severo e inasequible; blande en la diestra, una victoriosa espada<br />

de fuego forjada en su propio interior, en sus universos internos con el<br />

fuego creador que ha compartido con su consorte. Ese fuego es andrógino.<br />

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R.HUAYNA INGÉNITO

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