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da cumbre, la más elevada y accidentada. Nieva, inspirada y poética.<br />
¡La nieve cayendo suavemente, sin viento alguno, en una atmósfera<br />
violácea, hará más atractivo el descenso!<br />
—Espérame un momento —dice el instructor, recordando algo olvidado—.<br />
Ya vuelvo.<br />
Nieva, hay pureza atesorada en cada copo violácea.<br />
Transcurre poco tiempo hasta que vuelve el instructor. Ambos calzamos<br />
esquíes de material cristalino y transparente.<br />
—¡Vamos! —dice.<br />
Empezamos resbalando por el inclinado deslizadero artificial que<br />
luego se continúa con un tobogán natural de hielo perpetuo. Los esquíes<br />
obedecen nuestras ordenes pensantes y los transmiten dócilmente a los<br />
delgados colchones electromagnéticos que forman bajo de sí. Acabado<br />
el deslizadero artificial aceleramos sorteando los accidentes del terreno y<br />
levantando cortinas de nieve pulverizada. Los lejanos paisajes cubiertos<br />
por exótico hielo perenne, en estos momentos se muestran difusos por la<br />
nieve que cae, y relámpagos de luces boreales se encienden de cuando<br />
en cuando; llegan hasta nosotros explosivos sonidos. La brisa está ausente<br />
en nuestra vertiginosa carrera, la turbulencia que arrastramos expulsa<br />
la nieve recién caída como si fuera líquido. Aprovechamos el terreno<br />
cortado por una falla para dar un larguísimo salto y ejecutar calculadas<br />
acrobacias antes de volver a posarnos sobre la nieve.<br />
Aceleramos para subir una suave cuesta, y precipitarnos a continuación<br />
por un inclinadísimo tobogán en espiral: una obra de arte<br />
seminatural, semihumana. La enorme presión opositora del aire se<br />
incrementa aquí: la gran velocidad que se puede alcanzar en esta maravilla<br />
de hielo la hace atractiva en sumo grado. Es delectable. Me acuclillo<br />
al máximo, mis manos y mis dedos, frente a mis ojos, desvían al acelerado<br />
aire en la dirección conveniente. ¿En que pienso? En nada. Viene un<br />
trampolín y llega el momento de saltar. ¡Allá voy! La experiencia es<br />
extasiante. Uno... dos... tres... y más volteretas, indiscriminadas, ilógicas,<br />
acrobáticas. ¡Estupendo, la gravedad ha dejado de funcionar por un<br />
momento!<br />
Vuelvo a posarme sobre la nieve, a cientos de metros lejos del<br />
trampolín. Después del salto y de las contorciones he podido volar un<br />
momento gracias a la inercia atesorada por mis esquíes.<br />
Mi instructor, como es normal, me sigue a pocos metros de distancia,<br />
evaluando mis progresos. En algún momento me vuelvo para mos-<br />
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R.HUAYNA INGÉNITO