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Un pez con enorme boca y con apariencia fantasmal, atrapa carroña<br />
caída de aguas superiores. Ignora a sus vecinos, a esos moluscos,<br />
gusanos y cohombros semienterrados en los depósitos de oozo. Este<br />
pez, pertenece a regiones abisales, a profundidades que sobrepasan los<br />
mil metros, y sin embargo, aquí en el soterrado sin las milagrosas particularidades<br />
de adaptación a las tremendas presiones de las aguas profundas,<br />
viven tan sólo a un centenar de metros de profundidad.<br />
El sinuoso talud usa enigmáticas formaciones montañosas;<br />
nostálgicas. Presiento la proximidad de algo... gigantesco. Algo que permite<br />
caer al silencio de entorno instantáneamente hasta las proximidades<br />
del miedo. Entonces, poco a poco, nacen ruidos desconocidos para mi.<br />
Ruidos originados por ¡dos horrendas criaturas en múltiple abrazo!: una<br />
pareja danzante, de ocho brazos cada una. En medio de esa algarabía el<br />
macho se lleva un tentáculo al interior del manto suyo y extrae varias<br />
capsulillas espermáticas que luego deposita dentro del manto de la hembra.<br />
Concluida la danza, esta intenta soltarse, pero no le es permitido; el<br />
abrazo se prolonga, y cuando lucha por soltarse aquél la aprisiona tan<br />
fuerte, la lastima y empieza a devorarla. La hembra paralizada de terror<br />
y sin ninguna posibilidad de salvación, despide nubarrones anestesiantes<br />
que el macho parece ignorar. El hambre puede más que la sexualidad.<br />
Tiempo después, de la hembra no quedan más que residuos en suspensión.<br />
Después de la cena la enorme dimensión del molusco palpita irritada.<br />
Su estado de ánimo está claramente detallado en la coloración síquica<br />
que exuda por la piel. Cuando se calma, abre el manto muscular que le<br />
envuelve el cuerpo, absorbe agua y lo expulsa a través de un poderoso<br />
sifón: Así se desplaza, cabeza adelante, a lancetazos; tiene la rapidez de<br />
una flecha disparada. De esa manera y sorpresivamente logra introducirse<br />
en el corazón de un cardumen perezoso... Allí toma su postre.<br />
En la orilla un Hiracotherium descansa apoyado en una palmera.<br />
Mirándolo bien, es una hembra, quién intranquila e inquieta, presa de<br />
dolores abdominales, enarca los belfos y puja en ayuda eficaz a las contracciones<br />
uterinas que le sobrevienen en oleadas. Cerca, rodeándola<br />
nerviosamente, sus congéneres optan instintivamente a protegerla, imaginando<br />
peligros que efectivamente están cerca: escondidos por todos<br />
los lados, al acecho.<br />
Muchos antropoides arborícolas saltan de rama en rama, sobre<br />
árboles distantes. Graznan las aves, no hay pentagramas para tales. Y en<br />
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R.HUAYNA INGÉNITO