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ingénit - Liceus

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inmunológicas. La médula ósea, poco menos que muerta, despierta de<br />

un salto y no se abstiene de participar con su vitalísima cuota de madurar<br />

competentes defensas inmunológicas.<br />

Los leucocitos en sangre, recubiertos por un blindaje magnético<br />

que les proporciona mi traje, lo que les hace inmunes al veneno, inician<br />

una estricta limpieza microscópica. Gracias a la quimiotaxia: una variante<br />

instintiva utilizada por la naturaleza para hacer obedecer sus designios,<br />

se dirigen laboriosamente hacía las zonas impregnadas por el mefítico<br />

gas; para ello reptan u ondulan o lo hacen de otras maneras, siempre<br />

utilizando seudópodos. Llegando a las zonas afectadas, cada uno de los<br />

leucocitos, toma una pequeña cantidad del veneno, lo suficiente que no<br />

altere su blindaje, lo arrancan despiadadamente de las fallecientes células<br />

infectadas y lo llevan hacía los nódulos linfáticos escogidos previamente<br />

para la delicada operación. El arduo trabajo de los microscópicos<br />

guardianes concluye cuando, bajo la piel del rostro, han formado una<br />

ampolla aislada e impermeabilizada con el veneno neutralizado dentro;<br />

bastará un pinchazo para vaciarla al exterior. El tóxico extraído de las<br />

redes respiratorias, también innocuo, es acumulado herméticamente en<br />

microscópicas cápsulas que serán expulsadas más tarde al exterior con<br />

las secreciones naturales.<br />

Excelente labor que la naturaleza por si misma no hubiera podido<br />

realizar; es imposible. Pese a la cubierta protectora brindada, la muerte<br />

de los leucocitos fue espantosa, en numerosa cantidad; ahora reciben<br />

microscópicas exequias...<br />

Vuelvo en mí.<br />

Despierto en el interior de una pesadilla. Me rodean cadáveres calcinados,<br />

médanos de cenizas, humeantes árboles y enrarecida bruma.<br />

Ambiente esquizofrénico. La corrosiva cólera del fuego, una prolongación<br />

exteriorizada de sus autores, los creadores del subterráneo, acaba<br />

sin más pábulo.<br />

Apuro mi paso hundiéndome entre las calientes cenizas y el polvo<br />

muerto. Chapoteo aguas negras y fango oscuro. Salto por encima de<br />

crepitantes rocas quemantes. Trepo ennegrecidas murallas, hasta dejar<br />

atrás la desolación en el olvido...<br />

Y, como lo suponía, un campo de fuerza sicoelectromagnético impide<br />

el paso del gas irrespirable hacía épocas futuras. Lo limita estrictamente<br />

como si lo hiciera un vidrio colocado en todo el diámetro de la<br />

gruta.<br />

47<br />

R.HUAYNA INGÉNITO

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