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R.HUAYNA INGÉNITO<br />
tuvo en prisión por separado, cual insignificantes puntos infinitamente<br />
densos. Agní, que había previsto con anticipación esta circunstancia,<br />
reunió todas sus fuerzas que escondió en el momento de su fingida derrota<br />
y las soltó imprevisiblemente en el momento oportuno. Esto nos<br />
liberó de nuestras ataduras, reduciéndolas a polvo síquico y como consecuencia<br />
en el soterrado, en lo tridimensional, en medio de la gigantesca<br />
vegetación, originó un pavoroso volcán purificador. Tú, Ouros, has llegado<br />
hasta este volcán. Ahora somos incontrolables y nuestro poder<br />
crece continuamente. Pronto, en cualquier momento desataremos nuestra<br />
devastadora fuerza equilibradora. ¡Destruiremos todo lo que signifique<br />
artificial en el soterrado; luego pulverizaremos al mismo soterrado y<br />
a todo lo artificial de este planeta!... ¡Las sólidas placas continentales<br />
saltarán hechas pedazos gracias a la oración conciente de los nomos; las<br />
masas líquidas presas de neurótico frenesí lo anegarán todo, gracias al<br />
exquisito cántico de las ondinas; los gases se agitarán con la violencia de<br />
la destrucción para lo que aún permanezca intacto, gracias a la augusta<br />
sinfonía de los silfos; y todo, absolutamente todo será limpiado y purificado<br />
por el fuego, gracias a las bienhechoras virtudes de las<br />
salamandras...<br />
La expresión de su rostro y de su voz no ha variado en nada. Los<br />
ademanes majestuosos con los que acompaña su plática ofrecen una<br />
nueva pausa, rápida.<br />
—De la gruta y de la ilusión contenida en ella, no dejaremos nada.<br />
No sobrevivirá nada. Pero Hoge ¡estará libre e ileso y se escapará con<br />
todos los que le secundan!...<br />
—¡Me voy a encargar de Hoge—intervengo cortando su interesante<br />
alocución—. No descansaré mientras esté libre...<br />
—¿Tu? —replica, mientras estudia mi semblante.<br />
Escudriña mis ojos. Su poderosa mirada ingresa en mi interior, buscando<br />
con su lógica la explicación a mi proposición, sin duda mi amnesia<br />
le preocupa. Bloqueo su mirada, y luego lo dejo seguir con inocente<br />
astucia por un vacío enigmático, desconcertante e imprevisible. Aleja sus<br />
ojos, meditabundo, y arguye:<br />
—Bien. ¡Esperaremos hasta que lo logres! ¡Cuanto antes mejor: es<br />
importante que sea cuanto antes, y sólo entonces lanzaremos nuestra<br />
acción equilibradora!<br />
El momento es tácito, preciso, reminiscente, y empieza a brillar en<br />
la noche de mi amnesia como un relámpago visibilizando algunas secuen-<br />
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