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R.HUAYNA INGÉNITO<br />
—¡Tú eres mi real Ser!<br />
Místico, insondable. Surge un altar, con infinito aroma intuitivo, y<br />
sobre él refulge ¡una espada de oro, puro! La solemnidad del templo<br />
aumenta perceptiblemente cuando desde lo desconocido algo que mis<br />
barruntos espirituales comprenden como una luz, insinúa:<br />
—¡Hijo mío!<br />
Androginal.<br />
De pronto de las azulinas brumas de algún lugar del templo surge la<br />
abstracta transparencia vaporosa de una silueta con formas femeninas y<br />
se acerca al ara. Los detalles de su rostro como los de su cuerpo no son<br />
bien definibles a causa del fulgor que irradian su amor y sus virtudes.<br />
Llega hasta el ara, se detiene para cantar con lengua divina. ¡Estremece<br />
todas las fibras de mi Ser! Cuando calla, toma la espada entre sus manos,<br />
desciende tres escalones y me la entrega.<br />
—¡Tómala, hijo mío! —dice la luz.<br />
Iii... aaa... ooo... Estiro la diestra, la tomo por el mango y la atraigo<br />
hasta mí. El metal en ignición abraza mis manos con terribles quemaduras<br />
que no consumen. El incandescente portento gana mis brazos, mi torso y<br />
finalmente me absorbe totalmente dentro de sus llamas. ¡La espada se<br />
funde dentro mío y yo dentro de ella! ¡Esta ocurriendo una aleación maravillosa!<br />
Luego, el velo de la sacerdotisa se disipa dando lugar al más extraordinario<br />
éxito. Sonríe tenuemente.<br />
—¡Isis! —musitan mis extrañas ante tal belleza.<br />
—¡Ourus! —susurra ella.<br />
La tomo de una mano y la acerco suavemente hacía mi. La contemplo<br />
extasiado. El maravilloso instante adquiere la perennidad, antes de lo<br />
eterno.<br />
—¡Paz! —lo insondable se esfuerza por expresar comprensible<br />
satisfacción.<br />
214<br />
Iii... aaa... ooo...<br />
Retorno a las formas físicas.<br />
A la solidez necesaria. Hasta el lugar de la prisión mental. Mi primer<br />
impulso está dirigido a Isis: duerme tranquilamente. Ella recuperó<br />
todos sus signos vitales. Las demás damas sumidas en sus pensamientos,<br />
presumen lo desagradable que podría venir. La más serena y dulce sonríe<br />
y dice con voz de hurí: