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ingénit - Liceus

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R.HUAYNA INGÉNITO<br />

lleva esas noticias hasta los alejados arbustos que riñen por el reducido<br />

terreno seco con algunas centenarias ginkgoaceas.<br />

Los modales sedentes e introspectivos de las plantas, son interrumpidos<br />

por el dinámico ruido de un reptil de gran envergadura. El grotesco<br />

trompetazo que emite nada tiene que ver con su aspecto de manso herbívoro.<br />

Escondido por arbustos de hineas se alimenta, está alerta, no<br />

desdeña mi presencia. Media hora adelante se repite un incidente parecido,<br />

pero con varios de ellos atravesados en mi camino, devorando<br />

parte del bosque y bufando de satisfacción; son animales que existieron,<br />

según la Paleontología en el Período Triásico, pero para mí, sin los factores<br />

dimensiónales y espaciales conocidos por esa ciencia, es apenas una<br />

frecuencia del dial tiempo-espacio que con sólo sintonizarlo puedo uno<br />

ingresar en esa habitación como si fuera parte de su hogar. Con esto<br />

estoy diciendo que el Universo siempre está en presente y el tiempo sólo<br />

sintoniza sus frecuencias. Toda criatura viva, vive sintonizando las frecuencias<br />

del Universo de acuerdo a lo que le permitan sus genes. Las<br />

frecuencias son múltiples, infinitas y van cambiando de instante en instante<br />

como lo permitan los factores genéticos, a la manera de cambiantes<br />

figuras tridimensionales que se suceden rápidamente sin poderlas distinguir<br />

como otra cosa. La calidad y sutilidad de la sintonía está limitada por<br />

los genes, que es lo mismo decir que el karma limita los genes.<br />

Cuando los animales se retiran puedo continuar mi marcha. Dejo<br />

rezagado a los pantanos y la arena empieza a ganar terreno. ¿Qué hay en<br />

mí que no puedo suspirar ante lo estéril del terreno que viene? En él,<br />

como en ningún otro momento, puedo encontrar muchos pares de huellas<br />

reptilianas que se dirigen en diferentes direcciones meno hacía la<br />

selva que empieza a morir. Precavidos anfibios escapan al agua cercana<br />

al marjal poco menos que seco para esconder su retozo; con ellos algunos<br />

crustáceos, con curioso aspecto de setas, de andar lateral, corren<br />

con el mismo fin, escribiendo con sus patas su obituario próximo. Sin la<br />

menor duda me atrevo a decir que el desierto le gana terreno a la jungla.<br />

¿Dos horas más tarde?, la omnipresente arena comparte sus amplios<br />

dominios con columnas rocosas que nacen en el subsuelo. Ya cerca<br />

compruebo que esas columnas, conforman una larga cadena de esculturas<br />

abstractas. ¿Abstractas? ¿Las realidades síquicas son abstractas?<br />

No, realmente lo que tengo enfrente son nada amenos que ¡maravillosas<br />

fantasmagorías!, auténticas obras de arte labradas en incultos materiales.<br />

Son gotas de virtud en dosis comprensibles. Arquetipos permanentes.<br />

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