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R.HUAYNA INGÉNITO<br />
nocidos, inmersas en una atmósfera de, también, aromas desconocidos.<br />
Estoy a una gran altura, levitando y descendiendo al mismo tiempo; diviso<br />
una ciudad en el fondo de un valle interminable. Sin pensarlo dos<br />
veces enrumbo hacía esa ciudad que está dividida en dos por un filamento<br />
plateado de líquidos perennes, o sea, por un río.<br />
Las azoteas aplanadas de los edificios sirven para el aterrizaje y el<br />
despegue de discos metálicos, en el aire se deslizan innumerables de<br />
esas naves que transportan a los habitantes de la ciudad. Todas las construcciones,<br />
no veo otras diferentes, son hexagonales, conforman un gran<br />
panal armoniosamente extendido por toda la topografía accidentada,<br />
bordean al río que bifurca la ciudad e incluso algunas de ellas flotan en el<br />
agua en medio de jardines flotantes a la vez que colgantes. Escojo un<br />
edificio para dirigir mi trayectoria, una joya arquitectónica, decorada<br />
externamente con sublimes intenciones, las que percibo nítidamente gracias<br />
al viento síquico que me las trae. Ingreso al edificio por una de sus<br />
paredes, la que mi intuición escoge, simplemente atravesándolo como lo<br />
haría un fantasma. Ya adentro, lo primero que se me presenta es una<br />
dama, de espaldas a mí y apoyada en el respaldo de uno de los dos<br />
muebles que adornan la espaciosa estancia; ella está atenta a las evoluciones<br />
que se suceden en una pantalla plana que ocupa toda la pared<br />
hexagonal. Cuando la dama voltea, sin querer tropiezo con sus ojos...<br />
¡vacíos! ¡Tiene una mirada automática y sin voluntad! Me estremece,<br />
más aún cuando se aleja de su asiento, se mueve rígidamente, cada paso<br />
suyo es estrictamente controlado y hay un automatismo cotidiano, todo<br />
indica que está controlada remotamente por una voluntad ajena y la suya<br />
sólo sirve para recibir órdenes y para obedecerlas exactamente, literalmente.<br />
Bueno, debo dejar esto y continuar buscando más respuestas a<br />
mis inquietudes..., un momento, detrás de la pantalla se me abre un amplio<br />
salón donde hay una reunión de trece personas alrededor de una<br />
delgada plataforma de cristal levitante. Esas personas aparentemente<br />
conversan; pero no lo hacen, no, sólo tienen el contento de recibir órdenes<br />
de alguien al que solamente pueden ver las espaldas... sólo el respaldar<br />
de su asiento. El atuendo es el mismo en todos, grises, cubriendo<br />
atléticas contexturas. Lo sorprendente, y que causa escalofríos, está en<br />
su mirada ajena. Mirada irreversible.<br />
El individuo que da las órdenes ¡es una máquina! ¡Es asombroso lo<br />
que observo cuando la reunión se disuelve! Un extraño robot, sostiene<br />
sobre sus dos únicas piernas, una semiesfera de vidrio conteniendo una<br />
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