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proverbial masa encefálica sumergida dentro de un humor cristalino. Una<br />
portentosa máquina, unida por filamentos nerviosos semietéreos y por<br />
transparentes conductos, por donde viajan líquidos nutricios, a una cápsula<br />
colocada a sus espaldas como una joroba. El enorme cerebro se<br />
ensancha y comprime rítmicamente mientras comunica órdenes mentales<br />
por unos potentes emisores síquicos.<br />
No pasa un minuto, cuando en un extremo del salón, bajo los rayos<br />
de una lámpara teletransportadora se materializa un individuo y luego<br />
avanza los pasos necesarios hasta el robot, se inclina y habla:<br />
—¡Aquí me tenéis Señor!<br />
Hay cierta inquietud en el severísimo semblante del recién llegado.<br />
—¿Por qué desobedeciste mis órdenes? —le espeta la autoritaria<br />
máquina.<br />
—Llegaron por accidente, Señor —replica sereno, permitiendo<br />
destellar tenuemente en sus ojos la rebeldía que siente—, y descendieron<br />
en el bosque cercano...<br />
A excepción de todas de todas las demás personas que actúan<br />
bajo una voluntad común y ajena, este personaje demuestra creatividad,<br />
albedrío y discernimiento propios.<br />
—Pero ¿porqué los dejaste ir?<br />
—Era mi deber, Señor.<br />
—¿Tu deber?... ¿Y desde cuando?... ¡Tu deber es obedecer!<br />
—Sí, Señor.<br />
—¿Entonces?<br />
—Eran un grupo de personas... Un grupo de niños y varias damas.<br />
No constituían ningún peligro para nadie de nosotros. Cuando se dieron<br />
cuenta que posaron sus pies en terrenos nuestros no tenían más intención<br />
que la de salir cuanto antes...<br />
—Y tu... Y tu, les brindaste ayuda...<br />
—Sí, Señor, era lo más cuerdo.<br />
—¡Lo más cuerdo!...<br />
La voz de la máquina ahíta de ira explosiva, contrasta con la del<br />
interpelado, pasiva y serena.<br />
—...¡Lo más cuerdo! ¿Llamas así a la desobediencia, tu... el segundo<br />
después de mí en estos extensos dominios? ¿En mis dominios?...<br />
¿Llamas así a la desobediencia? ¿Ya olvidas que fundé este imperio con<br />
arduo trabajo hace incontables miles de años, en la noche de los tiempos,<br />
sobre la base de una estricta doctrina de obediencia comunal donde<br />
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R.HUAYNA INGÉNITO