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R.HUAYNA INGÉNITO<br />
Grito de angustia, pronunciado sobre el lodo revuelto y teñido de<br />
sangre de un marjal.<br />
—¡Ayuda!<br />
Proferida por un hombrecillo semidesnudo que en vano trata de<br />
evitar ser aplastado por una enorme pata.<br />
—¡Ayuda!<br />
Ya es demasiado tarde.<br />
Y también lo es para el gigantesco paquidermo que lo aplastó, quién<br />
siente atravesadas sus costillas por una vara larga y bien afilada. Vuelve<br />
la monstruosa cabeza en dirección del artero ataque, bramando de dolor,<br />
sin atinar a nada, si no es para ofrecer el indefenso pecho a otra<br />
acometida que le daña vitalísimos órganos.<br />
—¡Cuidado! ¡Aléjense! —es el gruñido general a manera de grito<br />
que profieren dos docenas de hirsutas criaturas bípedas.<br />
La terca negativa del animal a caer, esta siendo vencida; sus robustas<br />
patas se doblan.<br />
—¡Ya cae! ¡Al remate!<br />
Varios de los hirsutos hombrecillos levantan un pesado ariete y descargan<br />
un formidable golpe al corazón de paquidermo. Este se derrumba<br />
resignado, oyendo jadeantes respiraciones que empiezan a despedazarlo<br />
con cortantes piedras y afilados huesos, hasta que al final, sobre el<br />
barro en exceso sangriento, descansan dos largos y pesados incisivos<br />
curvos, reservados para quién da las órdenes.<br />
Barro sangriento. Parodia cruel ¿necesaria?. Esto que vi no es más<br />
que la acumulación artificial en los genes del animalito que está apunto de<br />
chillar en mis manos. Con un suave baño electrosíquico lo calmo y su<br />
madre viene a reclamarlo.<br />
«La Vigilancia» está en su apogeo. Le satisface el estado actual del<br />
soterrado. Los estados de ánimo de quienes lo conforman son elocuentes<br />
olvidos en el sueño de lo cotidiano. La abyecta sicología que los<br />
caracteriza acecha astutamente, para agredirse con la chanza procaz elaborada<br />
con grotesco ingenio de lo nauseabundo; para ellos eso es inocente.<br />
Humilla el que se supone superior, sin duda todos ellos se suponen<br />
así, humillan utilizando chanzas sutiles y también grotescas; se justifican<br />
infalibles en sus juicios y por lo tanto se sugieren justos y ¡santos! Esconden<br />
sus flaquezas a los demás con absurdas intenciones: las que les supongan<br />
virtuosos y castos... Agradezco esta oportunidad, providencial,<br />
para conocerlos a fondo, y aún más, por que voy a penetrar en el universo<br />
interior de uno de ellos. Intercepto su onda pensante y síquica.<br />
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