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cuentro flotando deliciosamente frente a las puertas de una vetusta construcción.<br />
Tiene abiertas las dos pesadas hojas de madera que conforman<br />
una puerta de varios metros de alto; por ellas escapa el mal olor de<br />
incienso descompuesto que se quema en su interior. Adentro, en la bóveda<br />
de una nave sombría, y prolongándose por las paredes, está pintado<br />
un rústico mural que no ha sido acabado en mucho tiempo. Los muros<br />
y las columnas están excesivamente decorados con altorrelieves arbitrarios,<br />
sin duda continuamente modificados, para nunca acabar. De<br />
las paredes, donde no ha sido tocado por el mural, cuelgan numerosos<br />
marcos vacíos, nada indica que en algún momento hubieran contenido<br />
pintura alguna. Varios pedestales de mármol negro esperan<br />
resignadamente alguna escultura que nunca llegará. Del mural, de los<br />
decorados, de los marcos vacíos, y de todas partes... brotan dolores. Y<br />
en el centro de todo esto, de solemnidad ciega y monótona, vive un<br />
solitario personaje que viste extrañamente el color de la inconciencia.<br />
Está inclinado sobre un asiento ajado, ¿orando?, y oculta entre sus manos<br />
lo que parece ser un gomor. Indefinible, ese estático personaje parece<br />
haber permanecido así, inanimado, por siglos. Luego, como urgido<br />
por un automatismo de locura, levanta el rostro. ¡Tiene los cuencos de<br />
los ojos vacíos! Aún así, dirige su mirada a la multitud concurrente que<br />
no existe en el templo. Mueve los labios sin hablar, más bien los parodia<br />
en discurso. Todos ellos, las sombras de la multitud que no existe, tienen<br />
los ojos muertos y los oídos sumidos en la sordera. Esas sombras emulan<br />
el silencio doloroso del ambiente. Susurran su letanía. ¿Quiénes son?<br />
No hay respuesta; y las sombras alegran ese significado añadiendo dolor.<br />
¿Esta dolorosa realidad traerá consigo al hombre verdadero? ¿Son<br />
estos el principio de la obra maestra de la creación?<br />
Suena estentóreo un eco tembloroso de esta creación manida, extendiéndose<br />
por las tinieblas con tenebrosa crueldad infinita...<br />
—¡Amigo!<br />
Crueldad infinita... ¿Eh?<br />
—¡Amigo! —me interrumpe el homínido principal—. ¿Estáis durmiendo,<br />
acaso?<br />
Antes de responder me intereso por «La Vigilancia». Ya no está.<br />
Desapareció.<br />
—¡Oh, descansaba! —gruño como ellos.<br />
—Caminar, cansa. Es importante descansar si uno quiere estar en<br />
condiciones de continuar.<br />
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R.HUAYNA INGÉNITO