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R.HUAYNA INGÉNITO<br />
inaudible para el oído común, vibra una intuición, un sonido telepático<br />
escondido inteligentemente. ¿Fue una suerte que la oyera?<br />
¡No fue suerte! No hay casualidad en esto. Pero, ¿por qué está<br />
escondido tras otros sonidos?, tiene que haber una razón...<br />
—¡Ven! —dice.<br />
Es un persistente llamado.<br />
—¡Ven!<br />
Ingeniosamente ubicua, sin frecuencia conocida por mí.<br />
—¡Ven!<br />
Inmanifestado.<br />
—¡Ven!<br />
Genero una respuesta igual de intuitiva y lo envío en la dirección<br />
secreta:<br />
—¡Voy!<br />
Un gran vano me permite llegar hasta una antesala vacía, libre de<br />
sonidos y de magníficas proporciones. Continúo hasta otro compartimiento...<br />
Alguien viene; siento sus suaves y silenciosos pasos, como también<br />
la rítmica respiración y el roce de sus ropas. Es una Homo, hembra,<br />
atractiva, ataviada con vaporosas sedas que tienen el color de la oscuridad.<br />
La veo pasar, no me ha sentido. La estancia invita a la devoción, a<br />
una devoción ciega. El lugar, la atmósfera, está cargado con nubarrones<br />
de superstición; alimentada por la vitalidad anímica de los Homo que<br />
entraron hasta aquí en ferviente adoración. En suma los nubarrones son<br />
una mezcla infinita y energética de grotescos sentimientos acumulados en<br />
una pequeña efigie de mujer. Una efigie en cuyo interior ¡está creciendo<br />
un monstruo síquico! ¡Es ingente y pavoroso el poder que está acumulando!<br />
Ahora se revuelve ominosamente dentro de su propia sevicia,<br />
sutilísimo e ilimitado. Se mueve intranquilo ¡exigiendo más energía! Y<br />
esto solo puede dárselo una grey numerosa y más concurrente y más<br />
devota. Sin duda tiene el poder necesario para conseguirlo.<br />
Este edificio es un útero tenebroso y siniestro. ¡Voy a destruir el<br />
fruto que está gestando, ahora mismo! En rápida acción mis plexos cerebral,<br />
laríngeo, cardiaco, solar, pulmonar y sexual, se iluminan con radiantes<br />
luces, esto permite la ignición total de mi médula espinal. ¡Siento<br />
reverencia por esta luz! Y muy pronto me encuentro transformado en un<br />
resplandeciente cuasar microcósmico. Rodeo el edificio con un campo<br />
de fuerza de estas luces, con la finalidad de impedir la huída del monstruo<br />
síquico y también evitar se enteren, los creadores del soterrado, lo que<br />
me propongo hacer. La aberración síquica lo presiente. Instintivamente<br />
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