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ingénit - Liceus

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cueva. En todo esto hay misterio que llega a su vórtice máximo cuando<br />

exclamo:<br />

—¡Una fabulosa estancia debajo del glaciar! ¡Es abstracta e incomprensible!<br />

¡En su interior, un paso hacía la derecha significa entrar en un aposento<br />

diferente, abstracto pero material de otra dimensión, que si diéramos<br />

un paso hacía la izquierda o al frente! La ubicuidad de las cosas está<br />

determinada por una ingeniosa relatividad de tiempo y espacio; y también<br />

está determinada por la calidad humana de cada quién. La estancia<br />

es una puerta a diferentes universos y pueden ser escogidos a voluntad,<br />

basta desearlos y dar un paso; lo estoy comprobando.<br />

Pienso en la persona y el motivo por el cual estoy aquí e inmediatamente<br />

se aproxima la persona invocada con el ambiente que lo cobija.<br />

¡Yace mi instructor sobre un sencillo pero extraño lecho médico! Lo<br />

examino: ¡está gravemente herido, tiene las vértebras cervicales destrozada<br />

y profusas hemorragias internas! No puedo dar crédito a esto que<br />

veo. Hurgo con determinación en su atuendo, en el lugar donde guarda la<br />

diminuta batería que proporciona el campo magnético protector. ¡No<br />

encuentro la batería!<br />

Comprendo que antes de sacar conclusiones es más importante<br />

detener la hemorragia que comprime su cerebro. De las profundidades<br />

de mi encéfalo brota un rayo maravilloso, cristalino como el agua pura, y<br />

sin perdida de tiempo lo dirijo hacía el daño. Pero algo me inoportuna,<br />

no me lo permite. Volteo y...<br />

—Mira en su interior —me sugiere un poderoso pensamiento fecundo<br />

de ignoto saber, brotado de una forma imposible de vida.<br />

Sin duda aquél ser es el que lo trajo hasta aquí.<br />

Y así es. Una antiquísima guadaña, de tiempos atávicos, en sus<br />

severísimas manos de falanges descubiertas, está a punto de cortar el<br />

brillante cordón que provee de vida al instructor.<br />

—Detente! —grito autoritario, al severo esqueleto que blande esa<br />

herramienta de filo aterrador.<br />

Asombro suyo.<br />

—¿Cómo osas? —replica clavándome sus vacíos óseos con los<br />

que mira— ¿Osas detenerme a mí?<br />

Ha postergado, por un momento, su labor, esa que le ha sido encomendada<br />

sabiamente por la divinidad.<br />

—Por favor, le suplico disculparme —arguyo reverente—. Me veo<br />

obligado a intermediar por mi amigo.<br />

131<br />

R.HUAYNA INGÉNITO

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