Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
mandó a traer. La carne es salada y untada con hierbas y ajos.<br />
Unos pedazos son envu<strong>el</strong>tos en hojas de plátano para ser colocados<br />
sobre unas parrillas hechas con palos de guayabo que, puestas<br />
sobre las ollas donde hierven las verduras con las vísceras, le<br />
darán un sabor especial. “Al puro vaho”, explican las cocineras<br />
mientras se secan <strong>el</strong> sudor, previo a ensartar los costillares en<br />
unas largas picas de hierro y ponerlas sobre carbón encendido.<br />
<strong>En</strong> <strong>el</strong> patio d<strong>el</strong> rancho, las más jóvenes comienzan a dejar la masa<br />
de maíz a punto para palmear tortillas.<br />
Las mujeres pronto se cambiarán para lucir faldas tan multicolores<br />
como sus blusas. Los varones, también descalzos, presumirán<br />
pantalones de colores oscuros y camisas blancas, las cuales con sus<br />
remiendos dan un aire indudable de festejo. Al final de la tarde sumarán<br />
más de cuarenta. La casa o como se acostumbraba decir, “<strong>el</strong><br />
ranchón”, donde suceden estos preparativos es <strong>el</strong> lugar de El Albino.<br />
Rodeado por enormes árboles de mango, limón, mandarinas y<br />
naranjas, se levanta hacia <strong>el</strong> fondo de una mediana explanada, a la<br />
cual se llega por un camino de tierra rojiza, pavimentado por <strong>el</strong> uso<br />
y flanqueado por hileras de piedras negras, brillantes, enconadas.<br />
<strong>En</strong> este camino se anudan todas las sendas y trillos antes de llegar<br />
a confluir frente al ranchón: un hocico encalado de arriba abajo,<br />
un mordisco doloroso por lo que allí se trama. Pronto esta ruta comunicará<br />
con las tierras d<strong>el</strong> otro lado d<strong>el</strong> río, que sólo podía cruzarse<br />
a pie en las épocas de las grandes sequías cuando de no ser por<br />
aqu<strong>el</strong>la tierra generosa, donde se levantaba la puya d<strong>el</strong> ranchón, la<br />
mayoría habría muerto. Justo donde hoy está <strong>el</strong> pozo, encima d<strong>el</strong><br />
inmemorial ojo de agua que nunca se secaba. Para los antiguos<br />
habitantes aquél era un lugar sagrado, que los grandes espíritus les<br />
dieron al decir la leyenda que la tierra era fuego, al despuntar <strong>el</strong><br />
principio de lo creado.<br />
IV<br />
Sandoval se mete las faldas con lentitud, contrae <strong>el</strong> cinturón y fija la<br />
hebilla. Se pregunta una vez más si esto hay que hacerlo antes o<br />
después de lavarse. Oprime un par de veces <strong>el</strong> botoncito blanco: un<br />
líquido viscoso se convierte en la espuma que cubre sus manos. Al<br />
restregárs<strong>el</strong>as bajo <strong>el</strong> chorro confirma en <strong>el</strong> espejo lo que cuchichean<br />
quienes conocen de lo suyo, compañeros de trabajo, pocos: envejeció<br />
de pronto. Si bien los que tenían mucho de no verlo, al descubrirlo<br />
más flaco, rasurado y con <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o corto, exclaman con sorpre-<br />
10