08.05.2013 Views

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

gruesos anillos contra la baranda de metal que empujaba y que por<br />

una brevedad, que para mí fue para siempre, hicieron que chillaran<br />

de chispas, al reflejar la luz de las lámparas d<strong>el</strong> pasadizo, las letras<br />

de su nombre: JOSE RAFAEL.<br />

LXII<br />

Son las diez pasadas, muy pasadas, hasta que por fin una enfermera<br />

abre, le sonríe a Sandoval y empuja la silla hacia la panza fría de una<br />

sala azul. No supo por qué preguntó acerca d<strong>el</strong> frío. “Para evitar que<br />

se propagaran las bacterias”, respondieron. Como si le importaran las<br />

bacterias. Son amables. Demasiado. Van a operarlo y “Si <strong>el</strong> asunto<br />

sale bien, vamos a darle la última generación de quimioterapia”, explica<br />

alguien. “No hay que perder la fe”... Una enfermera intenta<br />

convencerlo. Sandoval ve su boca moverse pero no la escucha. Apenas<br />

siente unos chorritos fríos por la cara y <strong>el</strong> resto d<strong>el</strong> cuerpo. El<br />

personal de la sala se extraña que le diera un ataque de sudor, <strong>el</strong><br />

último. No saben que fue de recuerdos.<br />

Días atrás. Sandoval reflexiona: “Estoy tan agotado que no tengo<br />

campo para enojarme lo cual me molesta particularmente. Me van a<br />

llevar a una sesión con <strong>el</strong> psicólogo de la unidad de no sé qué sala<br />

de no sé qué “...gía”. ‘Es mixto’, me dicen. Siento escalofríos. He<br />

visto algunas veces a las d<strong>el</strong> pab<strong>el</strong>lón femenino. Sus pechos son crujidos<br />

cong<strong>el</strong>ados por la enfermedad. La mayoría de fácil observación<br />

a través de las enormes batas de hospital, que aunque esta vez<br />

no atraen, al menos de una forma que no sea torcida, igual <strong>el</strong> cuerpo<br />

responde al resorte a las hormonas y terminan los ojos anudados a<br />

las tetas. ‘Es, remarca la asistente d<strong>el</strong> psicólogo, para una mejor<br />

preparación para los tratamientos de la enfermedad...’ Fui porque<br />

ese día ni me quedaba para tener pereza ni para decir no, ni sí, ni<br />

nada. Cualquiera me habría llevado a lo que fuera. Aqu<strong>el</strong>lo dolió,<br />

o casi. Me dieron no sé qué tratamiento con pastillas e inyecciones,<br />

lo último en terapias, produciéndome náuseas y una anulación<br />

casi total de los pensamientos y deseos. <strong>En</strong> otra circunstancia<br />

habría sido mi paraíso. Al decidir que no quería más química,<br />

los doctores me amenazaron sin convicción. Sabía que a esas alturas<br />

mi caso no tenía esperanza. Ellos también. Pero querían estudiar<br />

qué efectos tenía a corto plazo en un paciente como yo.<br />

Los jodí. No por revancha, simplemente no quería aguantar aqu<strong>el</strong>la<br />

mierda. Como estaba medio estúpido d<strong>el</strong> cuerpo, la tarde en<br />

que vino <strong>el</strong> psicólogo a llevarme, fui. Me senté a disgusto, evidente<br />

para los presentes. Si bien nadie insinuó nada, excepto en<br />

137

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!