08.05.2013 Views

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

que ha quedado vacía. Yo, en cambio, que de todas formas me iba a<br />

ir temprano, ahora estoy llenándome de respuestas que de haberlas<br />

mínimamente imaginado juro que me habría alejado hasta lo imposible.<br />

¡Cómo, quién hubiera podido, siquiera sospechar de dónde vengo...<br />

y <strong>el</strong>la! ¡Vaya vu<strong>el</strong>titas las de estas viditas! Lo peor no es eso, a<br />

mí la verdad me entra flojo, sino <strong>el</strong> venir a respetar a quien he visto<br />

unas cuantas de veces en mi vida... Mi vida, qué será eso ahora, qué<br />

fue antes. Que ni se lo puedo decir ni a usted, ni a mí, ni a nadie.<br />

Mañana me operan, dicen que es lo último. Yo no quería, ni la operación<br />

ni otro tratamiento. La verdad acepté pues no me quedan<br />

fuerzas. Puede haber dicho que aceptaba en vista de que quería ayudar<br />

a los doctores. No todos los días tienen chance de estudiar a alguien<br />

como yo que cuando estaba desahuciado de pronto se recupera<br />

más de lo esperable. O pude haber consentido ya que no quería más<br />

dolor, lo cual es cierto. Pero la verdad acepté la operación porque no<br />

soporto <strong>el</strong> aburrimiento. Hasta acá llegué: es lo que puedo hacer.<br />

“No puedo escribir más, que lo termine <strong>el</strong>la, si le interesa. Por lo<br />

menos sé, o espero, que de la operación no salgo. Pedí morfina y me<br />

la dieron. Sin esto no aceptaba más tratamiento ni menos que me rajaran.<br />

Es mi último gusto: sentir su densidad por mis venas hasta<br />

que no haya dolor. Una sensación de que la nada es con uno, y poder<br />

dejarse ir. R<strong>el</strong>ajado. Olvidando. Flotando en la más d<strong>el</strong>iciosa estupidez.<br />

De modo que para mí las cosas están bien. Después de la<br />

anestesia no me daré cuenta de nada. No más decisiones. No más<br />

despertares, ni imágenes. Ni de mí ni de nadie. No más deseos. No<br />

más lo que fuera. Los doctores no se explican cómo he durado estos<br />

meses, no recuerdo si son cuatro o cinco. Que debí de haberme ido<br />

hace rato. Plantean otra manera de lo mismo. Que un milagro que<br />

haya sobrevivido, que Dios esto, que Dios lo otro, que hay que darle<br />

gracias, que qué sé yo. No saben. Yo sí. Y mi abogado, que una vez<br />

me dijo: ‘Ojalá no parés de escribir hasta que te terminés de componer’,<br />

al prestarme su computadora portátil.<br />

“Cualquiera pensaría que en <strong>el</strong> hospital fueron muy amables al<br />

dejarme lo más tranquilo posible. Algo de aqu<strong>el</strong>lo hubo, para qué<br />

negarlo. Tampoco que así podían estudiar cómo y por qué me había<br />

mejorado y mantenido. Ellos no saben que ni morirme podía si no<br />

soltaba esta trabazón, que para nada era una “terapita”. Que en lugar<br />

de “bendecirme” me dejaba hecho un maldito. No me quedaba otra<br />

que poner “mi asunto” lo más en claro posible. Ya lo hice. Quedé<br />

igual que usted, Negra, livianito y listo. Iba siendo hora. Me habría<br />

gustado poder contarle acerca de lo que es estar en esta cama de<br />

hospital. Con <strong>el</strong> vivir crujiéndole a uno. No para que se compadezca<br />

98

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!