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Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

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pujó un poco más de lo debido y la puerta crujió. Se quedó inmóvil.<br />

Pálido como un muerto. Las mujeres se detuvieron y volvieron a ver<br />

hacia la entrada al mismo tiempo. La esposa de El Albino se quitó<br />

de encima <strong>el</strong> culo de la otra, la cual se enderezó con torpeza. Ambas<br />

intercambiaron una mirada vidriosa antes de sonreír con la desvergüenza<br />

que desparrama <strong>el</strong> alcohol, y darse un largo y lento intercambio<br />

de lenguas, que iban y venían, se anudaban y se soltaban, de<br />

una boca a otra. La muerte les ha toreado las ganas. El deseo se les<br />

desboca hasta que se transforma en un mordisco invisible que se<br />

lanza directo a la entrepierna d<strong>el</strong> recién llegado, quien, vacilante y<br />

alerta, se dirige a donde la trenza de cuerpos lo espera.<br />

L<br />

El abogado iba a quedarse unas horas. Tenía que regresar lo más<br />

rápido posible a la capital para terminar de arreglar las cosas y evitar<br />

cualquier inconveniente de última hora, según lo planeado por El<br />

Albino. Estuvo tres días. Durante <strong>el</strong> primero escribió cuatro escrituras,<br />

arregló que enterraran <strong>el</strong> par de cuerpos hediondos en un zanjón<br />

que, en un principio, debía ser sólo para <strong>el</strong> político, y que ahora<br />

tendría que compartir. <strong>En</strong> los otros dos, aparte de cogerse aqu<strong>el</strong> par<br />

de hembras, de todas las maneras que imaginó y hasta algunas que<br />

ni sabía que existían, se pegó la borrachera más grande de su vida.<br />

Y que no volvería a echarse en tal medida, sin dejar de beber poquitos<br />

todos los días, lo que igual llegaría a reventarle <strong>el</strong> hígado. Al<br />

principio, al hombrecito de leyes le costó aceptar aqu<strong>el</strong>las muertes,<br />

en especial la de El Albino. Luego hasta se rió, lo que casi no hacía,<br />

mientras limpiaba y limpiaba sin necesidad los anteojillos. “Lo que<br />

es la vida, que hasta al más allá <strong>el</strong> patrón terminó llevándose a El<br />

Albino con él”, y empezó a trabajar.<br />

Con una sensación de malestar en la boca d<strong>el</strong> estómago. Que pudo<br />

deberse al asombro que causaba <strong>el</strong> olor a muerto. A los efectos de<br />

la borrachera, y que se quitó de todas formas con un par de tragos y<br />

una grasosa sopa de pollo. De todas formas se reunió con los Gallos,<br />

los antiguos hombres de confianza de El Albino, quienes habían<br />

convenido en venir a encargarse d<strong>el</strong> muerto. Era a esos cuatro que <strong>el</strong><br />

licenciado, bañado, afeitado y mudado con su infaltable pantalón caqui<br />

y una camisa manchada de blanco, de manga larga, hizo pasar a<br />

la sala de reuniones d<strong>el</strong> ranchón. Allí les explicó que también se había<br />

muerto <strong>el</strong> Albino, de pura “ahogazón de guaro”. Los Gallos veían<br />

que aqu<strong>el</strong> carajo era bien labioso, pero no tragaban.<br />

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