08.05.2013 Views

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

quiso oír más, una vez que tuvo en sus manos la golpeada lata. Más<br />

tarde, en que quedaba de casa, agarró la tabla más cuadrada y grande,<br />

la base de su cama, y raspó con suavidad durante varios días.<br />

Cuando estuvo “igual que nalguitas de bebé”, escribió con mucha<br />

dificultad, no veía bien de cerca, unas irregulares letras en color azul<br />

que de vieja costaba mucho pasar. Tanto que tuvo que repintarlas<br />

varias veces. Luego buscó <strong>el</strong> pilote más fuerte, y lo cortó a dos metros<br />

y medio. El día en que terminara su venganza, lo usaría para<br />

asegurar la tabla que acababa de pintar. Para <strong>el</strong>lo guardaría un par<br />

de tornillos y clavos de cuatro pulgadas, de los que usaba para<br />

afianzar la cerca. Al empezar la noche fue hasta donde comenzaba<br />

su propiedad “Que ningún hijueputa iba a quitárs<strong>el</strong>a mientras él estuviera<br />

vivo” y hundió <strong>el</strong> pilón, mazazo tras mazazo sin parar, hasta<br />

un metro. Respiraba con dificultad y sudaba como si le lloviera por<br />

dentro. Imaginó las letras azules, frescas, gruesas y enchorchadas,<br />

chispeando contra la oscuridad d<strong>el</strong> mundo: CALLE SANDOVAL.<br />

XLII<br />

“Sepa que hablo porque Elena me lo pidió. Que quede claro. Como<br />

también que era hora de sacárm<strong>el</strong>o d<strong>el</strong> buche. Si no lo escupo ni<br />

morirme puedo. Aparte de que es cierto lo que usted dice, no queda<br />

nadie de esa época que sepa lo que pasó, sólo yo. Escriba lo que<br />

quiera y ponga a trabajar <strong>el</strong> aparato ése. A mí no me jode que me<br />

lleve la voz ahí en esa carajada. De todas formas ni hablo con nadie.<br />

La verdad, es usted, Sandovalito, <strong>el</strong> que me hace un favor a mí.<br />

Pensándolo bien, quién sabe si va a querer saber lo que yo voy a<br />

contar. Bueno, es su asunto. Yo dije que sí y no hay vu<strong>el</strong>ta de hoja.<br />

Di mi palabra y un trato es un trato. Tome”.<br />

Se arranca un rizo como un chasquido de luz de la cabeza.<br />

“Ya decía mi mama, que también era honrada a carta cabal: “Un<br />

cinco es plata y un p<strong>el</strong>o es barba”. Y, quién quita un quite, y sí después<br />

de que termine de decirle lo que sé, voy a quedar tan livianita<br />

que no voy a necesitar hablar en años. Como si hiciera falta, verdad.<br />

“Hasta podría irme en paz, como los ang<strong>el</strong>itos. Eso sí, recuerde<br />

que usted me prometió que no va a contar estas cosas a Elenita hasta<br />

que yo no esté en esta tierra. ¡Claro!, con lo que contó de su salud,<br />

capaz que usted se va primero. ¡Qué le vamos a hacer! Estamos en<br />

manos de Dios, Sandovalito... ¿Verdad que estamos en sus manos?<br />

“El caso es que mi muchachita fue valienta para parir. Lástima<br />

que cuando la criaturita lloró <strong>el</strong>la murió. Fue una niña. Una niñita<br />

91

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!