08.05.2013 Views

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

ción de su calle. Se apeó de la hamaca, una llaga detrás de su casa,<br />

con <strong>el</strong> amanecer a punto de desembucharse, y se fue para al río. A<br />

unas docenas de metros de árboles de pochote y monte espeso, una<br />

suave pendiente se erizaba llevándolo hasta la desembocadura d<strong>el</strong><br />

río, la cual formaba un d<strong>el</strong>ta ancho y sereno. El camino llegaba justo<br />

a donde tres piedras blancas antecedían la parte más sombreada y<br />

sosegada d<strong>el</strong> recodo. Un nudillo que formaban las aguas dulces y<br />

cristalinas a pocos metros de penetrar <strong>el</strong> mar que recordaba <strong>el</strong> ronroneo<br />

de lo que está antes d<strong>el</strong> revoltijo de la primera vida. Los<br />

r<strong>el</strong>ámpagos batían los nubarrones. Llovería temprano. Al enrumbarse,<br />

fue consciente de que amaneció con una erección enorme. Seca.<br />

Dolorosa. Que no bajaba ni con la brisa fresca, ni al apretar las nalgas.<br />

Ni al caminar, cuando más dolía.<br />

Pato, que no ladraba nunca, lo acompañó siempre detrás y sin<br />

mover la cola. Su presunto amo, carcomido por <strong>el</strong> desquite, se quitó<br />

la camisa y <strong>el</strong> pantalón, gastados y olorosos a sudor, y se tiró a las<br />

frías aguas. El golpe de la h<strong>el</strong>azón d<strong>el</strong> río no hizo que la rigidez de<br />

su miembro bajara. No quería tocarse. Le daba rabia haber decidido<br />

que no buscaría a ninguna otra mujer, ni aliviarse por su cuenta.<br />

Más ahora que su instinto estaba a punto de rebalsárs<strong>el</strong>e y estallarle<br />

entre las piernas. Había resu<strong>el</strong>to que si se dejaba vencer por las urgencias<br />

d<strong>el</strong> cuerpo, El Albino ganaba, y por nada d<strong>el</strong> mundo, estaba<br />

dispuesto a darle ese gusto.<br />

—A él no lo derrotaría un traidor y un cobarde como aqu<strong>el</strong> maricón—gritó,<br />

mientras metía la cabeza en <strong>el</strong> río.<br />

El burbujero que se volvió plateado con la última luz de la luna<br />

llena. Cinco veces tuvo que hundirse. <strong>En</strong> todas se obligó a sostenerse<br />

hasta que no sólo expulsara <strong>el</strong> aire, sino que no pudiera aguantar<br />

más la respiración. No fue poca <strong>el</strong> agua h<strong>el</strong>ada que tragó.<br />

—Por lo menos así tendré la panza llena —se dijo.<br />

Agotado, contempló por fin que la parazón de miembro bajaba.<br />

De tan terco se hubiera dejado ahogar si <strong>el</strong> cuerpo no le hacía caso.<br />

Prefirió mojar también sus ropas antes de ponérs<strong>el</strong>as. No quería correr<br />

<strong>el</strong> riesgo de que la tiesura volviera y alguien lo descubriera. Tiritando<br />

por la empapazón bajó a su casa. Ni su mujer ni los críos lo<br />

oyeron venir. Desde hace mucho es una sombra de ruido. Sandoval<br />

tropieza por todos lados. Está tan mareado que vomita <strong>el</strong> agua que<br />

tragó, más unos hilos amargos de un ácido amarillo. Pega y rueda<br />

hasta machacarse la cara contra una raíz que <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o escupe. La<br />

sangre comienza a brotarle al tiempo que <strong>el</strong> único rayo de esa madrugada,<br />

se desgaja contra <strong>el</strong> primero de los árboles que quedaban<br />

entre su choza y <strong>el</strong> río. La tierra cimbra al desplomarse las ramas<br />

73

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!