Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
XVII<br />
Esa mañana Sandoval pudo reclamar. No lo planeó, ni lo buscó.<br />
Había olvidado <strong>el</strong> asunto de que rebajaron tres semanas, queriendo<br />
él tres días. Pero pasó. Las dos veces anteriores en que tropezó con<br />
quien Elena señaló como dueño d<strong>el</strong> hot<strong>el</strong>, un holandés, éste le contestó<br />
una mezcla de gruñidos entre neerlandés, inglés, español, y un<br />
levantar de hombros. Al volver a encontrarse de frente con aqu<strong>el</strong><br />
panzón, de escaso cab<strong>el</strong>lo rubio, cara rosada, en una vieja camiseta<br />
de color naranja, un raído pantalón corto azul, y sandalias de cuero<br />
negro con las que husmeaba por todas partes, sintió que le activaron<br />
un resorte. Al verlo ametralló su reclamo, mientras olfateaba sin<br />
querer <strong>el</strong> aliento rancio a cigarro fino.<br />
“El Holandés” sin embargo, esta vez oye lo que <strong>el</strong> cliente majadero<br />
vu<strong>el</strong>ve a reclamar. Manos hacia atrás, cabeza hundida, mirada<br />
clavada al piso. Los empleados, cong<strong>el</strong>ados. Imaginan lo peor.<br />
Cuando <strong>el</strong> huésped termina, <strong>el</strong> otro no responde. <strong>En</strong> su lugar se dirige<br />
hacia la recepción donde exige una carpeta que abre y lee apresurado.<br />
Al terminar hace una llamada donde grita palabras en inglés,<br />
español y holandés, mueve los brazos con fuerza y tira <strong>el</strong> auricular.<br />
Luego traza unos garabatos sobre <strong>el</strong> cartón amarillo de la carpeta<br />
antes de encaminarse hacia <strong>el</strong> reclamón. Desde unos ojos manchados<br />
en azul claro, dice en un pésimo, pero comprensible español,<br />
claveteado con unas “erres” guturales y alargadas:<br />
—Vea, a los dos engañarnos. A mí mentirme —y barre <strong>el</strong> entorno<br />
con una mirada para remarcar la culpabilidad de sus empleados—.<br />
Usted reclamar. Yo molestarme. Los dos jodernos mastante.<br />
Después se carcajea antes de agregar:<br />
—¿Cuántos días pagar?<br />
—Tres semanas —contesta Sandoval con sequedad.<br />
—Bueno... Como usted molestar mucho, yo poner mi parte —y<br />
acto seguido grita al encargado de la recepción—: Anotándole a este<br />
cliente una semana más gratis, igual a las que él rebajar. Y que mis<br />
empleados pagarme mí —Y volviéndose gorgotea—. Si quiere la<br />
tomarla de ya. Si quiere volver más ad<strong>el</strong>ante. Si quiere no tomarla<br />
nunca. Ser cosa suya. Estar en paz —Inicia su marcha, se detiene y<br />
agrega—. Pídale —señala a Elena antes de desaparecer por un recodo—<br />
que para llevarlo a ver mi “Onassis”. ¡Le va a gustarle!<br />
A una señal d<strong>el</strong> encargado de turno, Elena lo conduce hasta un<br />
cuarto contiguo. Lleno de armaduras antiguas, españolas sin duda,<br />
tiene las paredes tachonadas de espadas, arcabuces, pistolas, mos-<br />
45