Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
uso. Aqu<strong>el</strong> hombre, una herida hecha carne, echa su reto que levanta<br />
una roncha de murmullo crudo por <strong>el</strong> lugar. Sin quitar su vista de El<br />
Albino apunta hacia <strong>el</strong> pedazo de ladrido tembloroso, que se ha<br />
quedado paralizado entre los remolinos de polvo. La bala no había<br />
tocado la pata trasera izquierda d<strong>el</strong> perrillo y Sandoval, con <strong>el</strong> azul<br />
de los ojos barrido por la sangre, sentenciaba:<br />
—¡Me lo llevo!<br />
Antes de soltar chillidos y aplausos, entre los concurrentes amasan<br />
<strong>el</strong> silencio que cabe entre <strong>el</strong> ardor d<strong>el</strong> cachorro, la mirada de<br />
triunfo d<strong>el</strong> tirador y <strong>el</strong> cent<strong>el</strong>leo que cruza los quemados ojos de El<br />
Albino, que frunce su sequedad y <strong>el</strong> ceño.<br />
—¡Un aplauso para Sandoval! —exige antes de recoger <strong>el</strong> perro<br />
para hundirle <strong>el</strong> índice derecho en <strong>el</strong> hueco que la bala dejara entre<br />
la pata, y que de inmediato exhibe—. ¡Se lo ha ganado a lo macho!<br />
<strong>En</strong>seguida El Albino le tira <strong>el</strong> animal. Su nuevo dueño lo agarra<br />
en <strong>el</strong> aire, sosteniéndolo d<strong>el</strong> p<strong>el</strong>lejo d<strong>el</strong> lomo. Luego recoge <strong>el</strong> casquillo<br />
para alzar ambos trofeos hacia la multitud que corea su nombre.<br />
D<strong>el</strong> nudo de temblores d<strong>el</strong> zaguatillo, gotillas de sangre puntillean<br />
<strong>el</strong> polvo. Sandoval lo ignora pero con <strong>el</strong> cartuchillo y un pedazo<br />
de alambre le hará un collar al perro. Y le pondrá Pato. Y será lo<br />
último con vida que verá.<br />
II<br />
La rojura se diluye con lentitud entre <strong>el</strong> agua fría y <strong>el</strong> blanco d<strong>el</strong><br />
asiento de porc<strong>el</strong>ana. Sandoval piensa que ésta es la verdadera<br />
entrada a la garganta profunda de la civilización.<br />
—Así debió ser <strong>el</strong> principio d<strong>el</strong> universo —masculla sentado<br />
sobre la taza d<strong>el</strong> mundo.<br />
El que habla es <strong>el</strong> otro Sandoval, <strong>el</strong> joven: más flaco de lo<br />
habitual, recién estrenando los treinta y cinco años. Ahora lleva<br />
encorvado <strong>el</strong> metro ochenta y tantos de palidez casi verdosa, que<br />
remarca la barbilla partida, sin terminar de ocultar <strong>el</strong> tono moreno<br />
de una pi<strong>el</strong> que en su buena época tenía un ligero matiz caram<strong>el</strong>o.<br />
Los ojos café son tan oscuros que se ven negros. Lleva <strong>el</strong><br />
p<strong>el</strong>o tan corto que apenas se le notan las canas. Hace poco se ha<br />
rasurado barba y bigote no tanto para “mirarse más joven”, según<br />
decía cualquier conocido que se topaba, como para no parecerse<br />
demasiado a sí mismo.<br />
—Así debió ser <strong>el</strong> verbo de Dios: un gargajo de sal contra <strong>el</strong><br />
agua de la nada —se habría dicho si <strong>el</strong> ardor d<strong>el</strong> estómago lo<br />
8