Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Libro_En_ el_Reinodela_Sal.pdf - Editores Alambique
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
decirlo, pues es idea mía, contamos con que esto sea lo que nos<br />
distinga de nuestros respetables competidores. El hombrecito entrega<br />
un sobre s<strong>el</strong>lado por una etiqueta con <strong>el</strong> lacrado C26, y con<br />
unos garabatos en lapicero azul que quieren aparentar <strong>el</strong>egancia:<br />
Señor Sandoval, presente.<br />
XXIII<br />
Parada frente al rancho está La Negra. Rolliza, pequeña, de ensortijado<br />
p<strong>el</strong>o cano, siempre envu<strong>el</strong>to en un pañu<strong>el</strong>o multicolor, que<br />
contrasta con sus perfectos dientes blancos. Igual que si flotara en<br />
medio de la vaporosa t<strong>el</strong>a azul d<strong>el</strong> vestido sin mangas, apenas arriba<br />
d<strong>el</strong> tobillo, resguardado por un chillón d<strong>el</strong>antal color papaya. Elena<br />
se tiró sin que <strong>el</strong> jeep hubiera parado, sin preocuparse por cerrar la<br />
puerta. Por unos momentos es una niña quien corre para abrazar a la<br />
vieja, que salió a su encuentro pensando que sólo llegaría él. La risa<br />
de ambas, fundidas en una sola, hizo que brillaran más que <strong>el</strong> principio<br />
de la tarde que caía como una piedra de sol. A poco de dirigirse<br />
hacia la puerta se detienen en seco para carcajearse: habían olvidado<br />
por completo la presencia d<strong>el</strong> otro. La Negra se devu<strong>el</strong>ve y<br />
ofrece una sonrisa. Sandoval baja d<strong>el</strong> carro, se estira hasta que los<br />
huesos d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo y espalda traqueen, antes de aproximarse a paso<br />
lento. La mujer lo mira con una profundidad que estremece.<br />
—¡Sí claro, los mismos ojos, y la nariz igualititita...! —dice al<br />
ponerle las manos, con d<strong>el</strong>icadeza, sobre los hombros, dejándose<br />
todavía para <strong>el</strong>la <strong>el</strong> “Si supiera… ¡sí señor!”—. Pasen, por favor. Y<br />
se me limpian los pies, principalmente al salir.<br />
Los aromas agridulces y picantes los hacen salivar. La Negra<br />
trae una vasija grande y jarros de lata que llena de una bebida lechosa,<br />
con un ligero picante, fermentada, repleta de unas bolitas blancas<br />
g<strong>el</strong>atinosas y muy ricas. Él toma <strong>el</strong> espeso e irresistible líquido con<br />
sorpresa e inevitable agrado, sin que deje de preocuparle sentirse tan<br />
bien con un par de extrañas.<br />
—No se preocupe —le aclara, como si pudiera leer lo que piensa—<br />
es una bebida de maíz llamada chicheme.<br />
A Sandoval no le molesta que después sólo hablen entre sí. “Para<br />
ponerse al día”, dirán hasta bastante entrada la tarde al recordarlo.<br />
<strong>En</strong> medio de las horas, que pasan sin que les moleste escurrirse, la<br />
dueña d<strong>el</strong> rancho que levantó con sus propias “ambas dos manos”<br />
les sirve humeante sopa, sin olvidar r<strong>el</strong>lenar varias veces los jarros.<br />
Cuando la placidez está a punto de entramparlo, La Negra, resortea-<br />
61