DEL MODERNISMO A LA VANGUARDIA: «CERVANTES. REVISTA ...
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EDICIÓN DE UNA COMEDIA BURLESCA <strong>DEL</strong> SIGLO XVII 245<br />
en su Historia y romancero del Cid (1605), aunque son pocos los romances viejos<br />
que incorpora y que no dudó en retocar para dar en su obra una auténtica biografía<br />
del héroe castellano. Los propios romances serán a su vez inspiración para importantes<br />
obras de teatro como La muerte del rey don Sancho y reto de Zamora, de J. de<br />
la Cueva, que se representaría en 1579; o Las Almenas de Toro, de Lope; El cobarde<br />
más valiente, de Tirso, y las obras de J. B. Diamante, El honrador de su padre<br />
(1659) y El cerco de Zamora, y No está en matar el vencer (1668), de J. Matos<br />
Fragoso, y, por supuesto, Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro.<br />
Pero tal presencia literaria de una figura heroica como era Rodngo de Vivar no<br />
podía dejar de atraer también las burlas, y muy pronto el Cid es objeto de risa. No<br />
es extraño, pues el propio Poema de Mio Cid destaca la humanidad de su personaje,<br />
mcluso desde el accidental incipu «De los sos oios tan fuertemíentre llorando»,<br />
y asimismo deja sitio a las burlas, aunque no contra el héroe, pero sí realizadas por<br />
él, como la que tiene lugar contra los judíos «Rachel e Vidas», que no podía dejar<br />
de hacer sonreír a los oyentes del Poema; o contra enemigos del Cid, como los<br />
condes de Carrión cuya cobardía también registra el Poema produciendo momentos<br />
irrisorios, El romancero será el que más se recree en estas burlas e introduzca a<br />
menudo momentos chuscos que pueden producir la comicidad, Y así, pasando el<br />
tiempo, el tema del Cid comienza a resultar anacrónico a hombres del Siglo de Oro<br />
acostumbrados ya a un mundo sin héroes. Cervantes por ejemplo «demostrará la<br />
peligrosidad de esa vuelta al pasado que suponen los mitos, poniendo a su héroe a<br />
la prueba de la realidad y del tiempo y demostrando las incongruencias del heroísmo<br />
en una época en la que ya no podía ser temdo como principio de vida» (Egido<br />
1979:515). Comienza a surgir la duda ante la historia de Rodrigo o al menos empieza<br />
a sentirse como algo lejano, tal como nos muestra el refrán recogido por<br />
Correas, «lo que trujo el Cid en las alforjas», usado para referirse a algo antiguo.<br />
Las alusiones burlescas a la figura del Cid menudean en diversas obras de esta época,<br />
especialmente en la novela picaresca, donde el Cid puede servir para establecer<br />
comparaciones burlescas; así en El Lazarillo de Manzanares (1620), de Cortés de<br />
Tolosa, unas prostitutas reciben un castigo que recuerda a la afrenta de Corpes, como<br />
el propio Lázaro nos muestra al recitar los versos «Digades aleves condes / ¿que<br />
fallastes en mis hijas?», También en la poesía es objeto de burlas, especialmente de<br />
la mano de Quevedo, que le dedica alguno de sus romances, donde la figura de<br />
Rodrigo es claramente demgrada como en el que comienza «Mediodía era por filo»,<br />
donde encontramos versos como «El Cid sosiega la panza», o «roncando como una<br />
vaca» Y es que, como nos recuerda Gracián, «mal año para la tizona del Cid y<br />
para la encantada de Roldán, respeto de una maza preñada de doblones», y quizá<br />
por eso el Rodrigo de las Mocedades del Cid de Cáncer regatea con su padre el<br />
precio por vengar su afrenta.<br />
En el propio teatro tiene la figura del Cid una importante presencia como objeto<br />
de burlas. Así la Mojiganga del Cid, cuyo arranque nos muestra ya el tono con que<br />
se va a tratar a Rodngo: «Vaya de baile, vaya de chanza». Y también encontramos<br />
presencia de la leyenda cidiana en la comedia burlesca, desde la anónima Los condes<br />
de Carrián, a Las Mocedades del Cid de Cáncer, que nos ocupa, pasando por<br />
El hermano de su hermana, de E Bernardo de Quirós, que se puede considerar<br />
parodia de la Segunda comedia de las mocedades del Cid, de Castro, ya que recrea<br />
burlescamente el cerco de Zamora.