DEL MODERNISMO A LA VANGUARDIA: «CERVANTES. REVISTA ...
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252 CUADERNOS PARA INVESTIGACIÓN DE <strong>LA</strong> LITERATURA HISPÁNICA<br />
ca- (m, v. 120), para hablar de la muerte de los animales en esa caza de burlas<br />
que hemos presenciado antes. Se utilizan palabras del léxico cortesano: «y yo le<br />
hubiera ya dado, / gran señor con un chapín» (m, vv. 212-213), que en este caso<br />
rima con uno de los tIpOS ridículos en el teatro áureo: «a no mirar que una dama /<br />
no ha de ser espadachín (m, vv. 214-215). El estilo que pretende Imitar es el de<br />
las relaciones heroicas, pero, al igual que ocurre con los diálogos de amor o de defensa<br />
del honor, el autor introduce versos ndículos incluso en los momentos de<br />
mayor clímax, proporcionando así el contrapunto burlesco que desfigura todo asomo<br />
de heroicidad (m, vv. 284-287; m, vv. 320-323).<br />
B) EL DISPARATE CONCEPTUAL, C<strong>LA</strong>VE EN <strong>LA</strong> PARODIA DRAMÁTICA<br />
La identificación de «comedia burlesca» con «comedia de disparates» nos lleva<br />
a afirmar que la parodia que pretendían este tipo de obras dramáticas se conseguía<br />
primordialmente por medio del «disparate», que, como explica Blanca Periñán<br />
(1979), partiendo de su definición mínima del mismo -«violación de toda norma<br />
lágico-asociaiiva»-s- va tratando todas las manifestaciones del mismo: desde el disparate<br />
elemental y la perogrullada hasta otras formas más complejas pero cuya base<br />
cómica se sustenta asimismo en esa ruptura de la lógica. Las mocedades del Cid se<br />
ve plagada de todo tipo de transgresiones semánticas, lógicas, etc. Hemos agrupado<br />
esta falta de coherencia en vanas formas de «disparates», según el recurso al que<br />
se acude para mover a la risa. De todas formas, como bien apunta Periñán (1979),<br />
«el desorden -o mejor dicho, la riqueza- de la irracionalidad no debe llegar a<br />
descoyuntar el mecamsmo del lenguaje. El disparate español nunca llega a ser palabras<br />
en libertad». De aquí el dominío del lenguaje por parte de Cáncer, el uso<br />
acertado de una retórica que busca el humor, pero que nunca abandona una mínima<br />
coherencia interna, que además está asegurada por el conocimiento de los lectores<br />
o espectadores de la historia que se desarrolla.<br />
a) Disparates elementales, perogrulladas<br />
Algunas veces se trata de conceptos que no admiten gradación, por ejemplo el<br />
concepto de morir (H, vv. 63-64). Asimismo, en la caza encuentran, agazapada en<br />
un monte, «ternera en adobo» (H, v. 400), o el Rey quiere «agua cocida» (IH,<br />
vv. 146-148). A todo esto siguen un sinfín de disparates, como los ocurridos cuando<br />
'limena pide a Flora que le lea las rayas de la mano, y lo hace con la mano<br />
enguantada (H, vv. 31-33) o le ofrece, a continuación, el vestido que está en el espejo<br />
(1, vv. 27-32) o cuando Jimena escribe a Rodrigo un billete amoroso, aun<br />
siendo analfabeta (1, vv. 52-58). En la acotación siguiente se indica «Pónese a<br />
escribir Jimena» lo que es del todo imposible si no sabe hacerlo. El disparate esta<br />
vez implica imposibilidad absoluta de que la acción se cumpla, esto sería lo lógico;<br />
no ocurre así en la comedia burlesca, en la que lo disparatado es de ordinaria<br />
administración. Además aquí vemos la parodia del motivo del billete amoroso (1,<br />
vv. 74-76). Después de dirigir a su padre una relación de recuerdos de su infancia<br />
a su lado, de todo lo que la trató desde chiquita, el Conde contesta: «Nada<br />
desto sabía yo» (H, v' '140).