CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal
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afecta tan profundamente que incluso cuando nos <strong>de</strong>dicamos a esa actividad, está con nosotros<br />
para tentarnos. En realidad, no nos queda sino estar <strong>de</strong> acuerdo, basados en la enseñanza <strong>de</strong>l<br />
Nuevo Testamento, en que sólo así se pue<strong>de</strong> empezar a enten<strong>de</strong>r el pecado.<br />
Propen<strong>de</strong>mos a pensar en el pecado en la forma que lo vemos en las manifestaciones más<br />
bajas <strong>de</strong> la vida. Vemos a un borracho, el pobre, y <strong>de</strong>cimos: he ahí el pecado; esto es pecado.<br />
Pero eso no es la esencia <strong>de</strong>l pecado. Para formarnos una i<strong>de</strong>a exacta <strong>de</strong>l mismo y compren<strong>de</strong>rlo,<br />
<strong>de</strong>bemos ver a algún gran santo, a algún hombre fuera <strong>de</strong> lo corriente en su <strong>de</strong>voción y<br />
<strong>de</strong>dicación a Dios. Mirémoslo ahí <strong>de</strong> rodillas, en la presencia misma <strong>de</strong> Dios. Incluso en esas<br />
circunstancias el 'yo' lo está asediando, y la tentación para él consiste en pensar acerca <strong>de</strong> sí<br />
mismo, pensar en forma placentera acerca <strong>de</strong> sí mismo, y en realidad adorarse a sí mismo en vez<br />
<strong>de</strong> adorar a Dios. Esa, y no la otra, es la verda<strong>de</strong>ra imagen <strong>de</strong>l pecado. Lo otro es pecado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
luego, pero no es el pecado en su forma más aguda; no se ve en ello el pecado en su esencia<br />
misma. O para <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> otra manera, si uno quiere verda<strong>de</strong>ramente enten<strong>de</strong>r algo acerca <strong>de</strong> la<br />
naturaleza <strong>de</strong> Satanás y <strong>de</strong> sus activida<strong>de</strong>s, lo que hay que hacer no es moverse en los estratos<br />
más bajos <strong>de</strong> la vida; si uno quiere saber algo acerca <strong>de</strong> Satanás hay que ir al <strong>de</strong>sierto don<strong>de</strong><br />
nuestro Señor pasó cuarenta días y cuarenta noches. Esa es la imagen verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Satanás<br />
cuando lo vemos tentando al mismo Hijo <strong>de</strong> Dios.<br />
Todo esto se resume en esta afirmación. El pecado es algo que nos sigue incluso hasta la<br />
presencia misma <strong>de</strong> Dios.<br />
Antes <strong>de</strong> entrar a analizar esto, quisiera hacer otra observación preliminar que me parece<br />
<strong>de</strong>l todo inevitable. Si este cuadro no nos persua<strong>de</strong> acerca <strong>de</strong> nuestra condición total <strong>de</strong><br />
pecadores, <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>sesperanza y <strong>de</strong> nuestra incapacidad, si no nos hace ver la necesidad<br />
profunda <strong>de</strong> la gracia <strong>de</strong> Dios en cuanto a la salvación, y la necesidad <strong>de</strong> perdón, <strong>de</strong>l nuevo<br />
nacimiento y <strong>de</strong> la nueva naturaleza, entonces no conozco nada que nos pueda llegar a persuadir<br />
<strong>de</strong> ello. Ahí encontramos un argumento po<strong>de</strong>roso en favor <strong>de</strong> la doctrina <strong>de</strong>l Nuevo Testamento<br />
acerca <strong>de</strong> la necesidad absoluta <strong>de</strong> nacer <strong>de</strong> nuevo, porque el pecado es asunto <strong>de</strong> disposición,<br />
algo que forma una parte tan profunda y vital <strong>de</strong> nosotros mismos, que nos acompaña incluso<br />
hasta la presencia <strong>de</strong> Dios. Pero sigamos la argumentación más allá <strong>de</strong> esta vida y <strong>de</strong> este mundo,<br />
más allá <strong>de</strong> la muerte y <strong>de</strong>l sepulcro, y contemplémonos en la presencia <strong>de</strong> Dios, en la eternidad,<br />
para siempre. ¿Acaso no es el nuevo nacimiento algo esencial? Aquí, pues, en estas instrucciones<br />
acerca <strong>de</strong> la piedad y <strong>de</strong> la conducta <strong>de</strong> la vida religiosa, tenemos en forma implícita, en casi<br />
todas las afirmaciones, esta doctrina <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> la regeneración y <strong>de</strong> la naturaleza <strong>de</strong>l hombre<br />
nuevo en Cristo Jesús. De hecho, po<strong>de</strong>mos ir más allá y <strong>de</strong>cir que incluso si hemos nacido <strong>de</strong><br />
nuevo, y hemos recibido una vida nueva y una naturaleza nueva, todavía necesitamos estas<br />
enseñanzas. Esto es enseñanza <strong>de</strong>l Señor al pueblo cristiano, no al no cristiano. Es su advertencia<br />
a aquellos que han nacido <strong>de</strong> nuevo. También ellos han <strong>de</strong> ser cuidadosos, no sea que en sus<br />
mismas oraciones y <strong>de</strong>vociones se hagan culpables <strong>de</strong> esta hipocresía <strong>de</strong> los fariseos.<br />
Primero, pues, examinemos este tema en general antes <strong>de</strong> entrar a consi<strong>de</strong>rar lo que se<br />
suele llamar el Padre Nuestro. Vamos a repasar simplemente lo que se podría llamar la introducción<br />
a la oración tal como nuestro Señor la enseña en estos versículos, y creo que también<br />
aquí la forma mejor <strong>de</strong> enfocar el tema es dividiéndolo en dos secciones. Hay una forma<br />
equivocada y otra genuina <strong>de</strong> orar. Nuestro Señor se ocupa <strong>de</strong> ambas.<br />
El problema <strong>de</strong> la forma equivocada es que su mismo enfoque es erróneo. El error<br />
esencial es que se concentra en sí misma. Es el centrar la atención en el que está orando en vez<br />
<strong>de</strong> centrarla en Aquel a quien se ofrece la oración. Ese es el problema, y nuestro Señor lo<br />
muestra en este pasaje en una forma muy gráfica y pertinente. Dice: "Cuando ores, no seas como