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CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

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justas; llevan la vestimenta <strong>de</strong> ovejas, y nadie sospecha nada talso. Tanto el Antiguo como el<br />

Nuevo Testamento siempre hacen resaltar esta característica <strong>de</strong>l falso profeta. El peligro<br />

verda<strong>de</strong>ro proviene <strong>de</strong> su sutileza. Toda exposición genuina <strong>de</strong> esta enseñanza, por consiguiente,<br />

<strong>de</strong>be sopesar <strong>de</strong>bidamente ese elemento específico. Por esta razón, pues, no se pue<strong>de</strong> aceptar<br />

como una simple amonestación acerca <strong>de</strong> los herejes y sus enseñanzas. Lo mismo se aplica al<br />

otro grupo. Es obvio que no hay nada que ofenda en la conducta <strong>de</strong> los falsos profetas. Si fuere<br />

así todo el mundo lo reconocería, y no sería sutil ni constituiría ninguna dificultad.<br />

El cuadro que <strong>de</strong>bemos tener presente, por tanto, <strong>de</strong>bería más bien ser éste. El falso<br />

profeta es alguien que viene a nosotros y al principio tiene aspecto <strong>de</strong> ser todo lo que se podría<br />

<strong>de</strong>sear. Es agradable y placentero; parece ser muy cristiano, y parece <strong>de</strong>cir lo que hay que <strong>de</strong>cir.<br />

Su enseñanza en general está muy bien; utiliza muchos términos que cualquier maestro cristiano<br />

verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>bería usar y emplear. Habla acerca <strong>de</strong> Dios, habla acerca <strong>de</strong> Jesucristo, <strong>de</strong> la cruz,<br />

enfatiza el amor <strong>de</strong> Dios, parece <strong>de</strong>cir todo lo que un cristiano <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cir. Obviamente, lleva<br />

vestimenta <strong>de</strong> oveja y su forma <strong>de</strong> vivir parece armonizar con ello. En consecuencia nadie<br />

sospecha que haya algo malo en él; no hay nada que atraiga <strong>de</strong> forma inmediata la atención o<br />

<strong>de</strong>spierte la sospecha, nada abiertamente malo. ¿Qué hay pues <strong>de</strong> malo, o que pueda ser malo en<br />

una persona así? Sugiero que en último término esta persona esté quizá equivocada tanto en su<br />

enseñanza como en su forma <strong>de</strong> vida porque, como veremos, estas dos cosas siempre andan<br />

indisolublemente juntas. Lo dice nuestro Señor, "Por sus frutos los conoceréis". La enseñanza y<br />

la vida humana se pue<strong>de</strong>n separar, y don<strong>de</strong> hay enseñanza errónea, <strong>de</strong> cualquier forma que sea,<br />

siempre conduce a una vida equivocada en algún aspecto.<br />

¿Cómo se pue<strong>de</strong>n, pues, <strong>de</strong>scribir estas personas? ¿Qué hay <strong>de</strong> malo en su enseñanza? La<br />

forma más a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong> contestar es <strong>de</strong>cir que no hay puerta estrecha en ellos, que no hay<br />

'camino angosto'. Lo que dicen está bien, pero no incluye esto. Es una enseñanza, cuya falsedad<br />

hay que <strong>de</strong>tectarla por lo que no dice más bien que por lo que dice. Y precisamente por esto<br />

caemos en la cuenta <strong>de</strong> la sutileza <strong>de</strong> la situación. Como ya hemos visto, cualquier cristiano<br />

pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>tectar al que dice cosas abiertamente equivocadas; pero ¿es injusto y poco caritativo<br />

<strong>de</strong>cir que la gran mayoría <strong>de</strong> los cristianos <strong>de</strong> hoy no parece po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>tectar al hombre que parece<br />

<strong>de</strong>cir cosas buenas pero que no dice cosas vitales? En cierto modo, hemos hecho nuestra la i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> que el error es sólo lo manifiestamente equivocado; y parece que no enten<strong>de</strong>mos que la<br />

persona más peligrosa <strong>de</strong> todas es la que no enfatiza las enseñanzas a<strong>de</strong>cuadas.<br />

Ésta es la única forma <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r este cuadro <strong>de</strong> los falsos profetas. El falso profeta es<br />

un hombre que no tiene 'puerta estrecha' ni 'camino angosto' en su evangelio. No hay en él nada<br />

que ofenda al hombre natural; agrada a todos. Va con 'vestidos <strong>de</strong> ovejas', es atractivo, agradable<br />

a la vista. Presenta un mensaje tan bonito, confortable y consolador. Agrada a todo el mundo y<br />

todo el mundo habla bien <strong>de</strong> él. Nunca lo persiguen por su enseñanza, nunca lo critican con rigor.<br />

Tanto los liberales como los mo<strong>de</strong>rnistas lo alaban, lo alaban los evangélicos, todo el mundo lo<br />

alaba. Se hace todo a todos, en este sentido; en sus palabras y acciones no se encuentra la 'puerta<br />

estrecha', en su mensaje no está el 'camino angosto', no hay nada <strong>de</strong>l 'tropiezo <strong>de</strong> la cruz'.<br />

Si esa es la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l falso profeta en general, po<strong>de</strong>mos ahora preguntarnos: ¿qué<br />

queremos <strong>de</strong>cir exactamente con esta 'puerta estrecha' y 'camino angosto'? ¿Qué queremos <strong>de</strong>cir<br />

al afirmar que en su predicación no hay nada que ofenda? La mejor forma <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r a esto es<br />

con una cita <strong>de</strong>l Antiguo Testamento. Recordarán cómo arguye Pedro en el capítulo segundo <strong>de</strong><br />

su segunda Carta. Dice, "Hubo también falsos profetas entre el pueblo (los hijos <strong>de</strong> Israel en el<br />

Antiguo Testamento), como habrá entre nosotros falsos maestros!' Debemos, pues, recurrir al<br />

Antiguo Testamento y leer lo que dice acerca <strong>de</strong> los falsos profetas, porque el mo<strong>de</strong>lo no cambia.

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