CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal
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volvemos a encontrar.<br />
Otra gran afirmación que apunta hacia la misma dirección es la que se encuentra en 7:21:<br />
"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino <strong>de</strong> los cielos!' No vacila en <strong>de</strong>cir que<br />
la gente se dirigirá a Él como Señor y esto significa que es Jehová, que es Dios. Dice ahí, con<br />
toda serenidad, que la gente va a <strong>de</strong>cirle, "Señor, Señor". Lo dice ahora, en cierto sentido, y lo<br />
dirán en el gran día. Pero lo que se subraya es el hecho <strong>de</strong> que 'me' lo dirá, se lo dirá al que habla<br />
ahí en el Monte. No vacila en atribuirse, en apropiarse, el término más elevado que aparece en<br />
toda la Biblia aplicado al Dios eterno, absoluto, bendito.<br />
Incluso fue más allá y proclamó hacia el final <strong>de</strong>l Sermón que Él va a ser el Juez <strong>de</strong>l<br />
mundo. "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor!' etc. Adviértase la repetición, "Y entonces<br />
les <strong>de</strong>clararé: Nunca os conocí; apartaos <strong>de</strong> mí, hacedores <strong>de</strong> maldad!' Sí, el juicio le correspon<strong>de</strong>rá<br />
al Hijo. Afirma que va a ser el juez <strong>de</strong> todos los hombres y que lo que cuenta es nuestra<br />
relación con Él, su conocimiento <strong>de</strong> nosotros, su preocupación e interés por nosotros. Como<br />
alguien dijo muy bien: "Él que estuvo sentado en el Monte para enseñar, es el mismo que al final<br />
se sentará en el trono <strong>de</strong> su gloria para que todas las naciones <strong>de</strong>l mundo comparezcan ante Él, y<br />
Él emitirá juicio <strong>de</strong>finitivo sobre ellas!' ¿Se ha dicho alguna vez en este mundo algo más<br />
sorpren<strong>de</strong>nte, más sobrecogedor? Tratemos <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong> imaginar la escena. Contemplemos esa<br />
Persona al parecer ordinaria, este carpintero, sentado ahí y diciendo <strong>de</strong> hecho: "Del mismo modo<br />
que ahora estoy sentado aquí, me sentaré en el trono <strong>de</strong> la gloria eterna, y todas las naciones,<br />
todo el mundo comparecerá ante mí, y pronunciaré juicio!' Es realmente el Juez eterno.<br />
De este modo, hemos reunido las afirmaciones principales que formula acerca <strong>de</strong> sí<br />
mismo en este famoso Sermón <strong>de</strong>l Monte. Al concluirlo, por consiguiente, hago esta sencilla<br />
aunque profunda pregunta: ¿Cuál es nuestra reacción ante todo esto? Se nos dice que esa gente<br />
quedó admirada <strong>de</strong> su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los<br />
escribas. No se nos dice que reaccionaran <strong>de</strong> alguna otra manera; pero sí se nos dice que<br />
quedaron admirados y sorprendidos ante su forma <strong>de</strong> enseñar y también ante su doctrina<br />
extraordinaria y, sobre todo, ante algunas <strong>de</strong> estas cosas que dijo acerca <strong>de</strong> sí mismo. Hay<br />
personas que ni siquiera se admiran ante este Sermón. Dios no quiere que así sea en el caso <strong>de</strong> alguno<br />
<strong>de</strong> nosotros. Pero no basta con simplemente admirarse; nuestra reacción <strong>de</strong>be ir más allá.<br />
No cabe duda <strong>de</strong> que nuestra reacción ante las palabras que nos dirige <strong>de</strong>bería ser el<br />
maravillarnos <strong>de</strong> -que el Hijo mismo <strong>de</strong> Dios nos ha estado hablando en las palabras que hemos<br />
examinado; el mismo Hijo encarnado <strong>de</strong> Dios. Nuestra primera reacción <strong>de</strong>bería ser reconocer <strong>de</strong><br />
nuevo la verdad medular <strong>de</strong>l evangelio, que el Hijo unigénito <strong>de</strong> Dios ha entrado en este mundo<br />
temporal. No nos preocupa aquí una simple filosofía o visión <strong>de</strong> la vida, sino el hecho <strong>de</strong> que el<br />
predicador era el Hijo <strong>de</strong> Dios Todopo<strong>de</strong>roso hecho carne en este mundo.<br />
¿Por que vino, por qué predicó el Sermón? No ha venido exactamente para promulgar<br />
otra ley. No se limitó a <strong>de</strong>cirle al pueblo cómo había <strong>de</strong> vivir, porque el Sermón <strong>de</strong>l Monte (y lo<br />
<strong>de</strong>cimos con reverencia) es infinitamente más imposible <strong>de</strong> practicar que incluso la ley <strong>de</strong><br />
Moisés y ya hemos visto que no hubo ni un solo ser humano que hubiera sido capaz <strong>de</strong><br />
guardarla. ¿Cuál es, pues, el mensaje? Debe ser éste. En este Sermón, nuestro Señor con<strong>de</strong>na <strong>de</strong><br />
una vez por todas toda confianza en el esfuerzo humano, en la capacidad humana en el ámbito <strong>de</strong><br />
la salvación. Nos dice, en otras palabras, que todos hemos quedado lejos <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> Dios y<br />
que por gran<strong>de</strong>s que sean nuestros esfuerzos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora hasta la muerte, nunca nos justificarán,<br />
ni nos harán dignos <strong>de</strong> presentarnos ante Dios. Dice que los fariseos habían reducido el<br />
significado genuino <strong>de</strong> la ley, pero que la ley misma era espiritual. Dice lo que Pablo llegó a ver<br />
y <strong>de</strong>cir más tar<strong>de</strong>: "Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado re-