CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal
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simple posesión <strong>de</strong> dinero. Los pobres necesitan tanto como los ricos esta exhortación acerca <strong>de</strong><br />
no hacerse tesoros en la tierra. Todos tenemos tesoros en alguna forma o manera. Quizá no sea<br />
dinero. Quizá sea el esposo, la esposa o los hijos; quizá sea algún regalo que tenemos y que tiene<br />
un valor monetario limitado. Para algunos su tesoro es la casa. También aquí se ocupa <strong>de</strong> este<br />
peligro <strong>de</strong> estar apegados a la casa, <strong>de</strong> vivir por la casa y el hogar. No importa lo que sea, o lo<br />
pequeño que sea, si lo es todo para ti, es tu tesoro, es aquello para lo cual tú vives. Ese es el<br />
peligro en contra <strong>de</strong>l cual nuestro Señor nos pone sobre aviso en este pasaje.<br />
Esto nos da una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo que quiere <strong>de</strong>cir con 'tesoros en la tierra', y vemos cómo es<br />
algo que casi no tiene límite. No sólo amor por el dinero, sino amor por el honor, por la posición,<br />
por la situación económica, por el trabajo en un sentido ilegítimo; sea lo que fuere, todo lo que se<br />
limita a esta vida y a este mundo. Esas son las cosas acerca <strong>de</strong> las cuales <strong>de</strong>bemos tener cuidado<br />
para que no se conviertan en nuestro tesoro.<br />
Así, llegamos a un punto muy práctico. ¿Cómo hace uno, <strong>de</strong> estas cosas, tesoros en la<br />
tierra? De nuevo, no po<strong>de</strong>mos más que dar algunas indicaciones generales en cuanto a su<br />
significado. Pue<strong>de</strong> querer <strong>de</strong>cir vivir para atesorar y acumular la riqueza en cuanto riqueza.<br />
Muchas lo hacen así, y nuestro Señor quizá tuvo a estas personas en mente. Pero no cabe duda <strong>de</strong><br />
que se refiriera a algo más amplio. El mandato <strong>de</strong> nuestro Señor significa evitar todo lo que se<br />
centra solamente en este mundo. Como hemos visto, lo abarca todo. Se aplica a las personas que,<br />
aunque no estén interesadas para nada en la riqueza o el dinero, están interesadas en otras cosas<br />
que, en último término son completamente mundanas. Hay personas que a menudo han sido<br />
culpables <strong>de</strong> caídas tristes y graves en su vida espiritual <strong>de</strong>bido a esto que estamos consi<strong>de</strong>rando.<br />
El dinero no las tienta, pero las pue<strong>de</strong> tentar la posición social. SÍ el <strong>de</strong>monio se les acerca para<br />
ofrecerles algún soborno material, se sonreirán. Pero si les llega con engaño, y, en conexión con<br />
su servicio cristiano les ofrece alguna posición elevada, les persua<strong>de</strong> <strong>de</strong> que su único interés es el<br />
trabajo, lo aceptan, y pronto se comienza a observar un <strong>de</strong>scenso gradual en su autoridad y po<strong>de</strong>r<br />
espiritual. La promoción ha causado daños sin fin en la <strong>iglesia</strong> <strong>de</strong> Dios a hombres que han sido<br />
muy honestos y sinceros, pero que no han estado vigilantes en contra <strong>de</strong> este peligro. Han estado<br />
haciéndose tesoros en la tierra sin saberlo. Su interés ha pasado, <strong>de</strong> repente, <strong>de</strong> estar centrado en<br />
agradar a Dios y en trabajar por su honor y su gloria, a estar, casi sin notarlo, centrados en sí<br />
mismos y en su <strong>de</strong>dicación al trabajo. De esta manera, pue<strong>de</strong> alguien estar haciéndose tesoros en<br />
la tierra, y es algo tan sutil que incluso personas buenas pue<strong>de</strong>n ser el mayor enemigo <strong>de</strong>l<br />
hombre. Más <strong>de</strong> un predicador ha sido perjudicado por su propia congregación. Las alabanzas,<br />
los estímulos que le han ofrecido como hombre, casi lo han echado a per<strong>de</strong>r como mensajero <strong>de</strong><br />
Dios, y se ha vuelto culpable <strong>de</strong> hacerse tesoros en la tierra. Tien<strong>de</strong> casi inconscientemente a<br />
verse controlado por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conseguir la alabanza <strong>de</strong> su gente, y en cuanto esto suce<strong>de</strong>, ese<br />
hombre está haciéndose tesoros en la tierra. Los ejemplos son casi inagotables. Estoy tratando<br />
simplemente <strong>de</strong> ofrecer alguna indicación <strong>de</strong>l ámbito <strong>de</strong> este mandato sorpren<strong>de</strong>nte. "No os<br />
hagáis tesoros en la tierra!' Cualquiera que sea la forma que adopte, lo que importa es el<br />
principio.<br />
Examinemos ahora el aspecto positivo <strong>de</strong>l mandato, "Haceos tesoros en el cielo". Es muy<br />
importante que seamos muy claros en cuanto a esto. Algunos lo han interpretado en el sentido <strong>de</strong><br />
que nuestro Señor enseña que el hombre pue<strong>de</strong> alcanzar su propia salvación. "Tesoros en el<br />
cielo", dicen, "significa la salvación <strong>de</strong>l hombre y su <strong>de</strong>stino eterno. Por consiguiente, ¿acaso<br />
nuestro Señor no está exhortando al hombre a que <strong>de</strong>dique toda su vida a asegurarse el <strong>de</strong>stino<br />
eterno?" Es evi<strong>de</strong>nte que están equivocados. Esto sería negar la gran doctrina <strong>de</strong>l Nuevo Testamento<br />
<strong>de</strong> la justificación por la fe solamente. Nuestro Señor no pue<strong>de</strong> querer <strong>de</strong>cir esto, porque