13.06.2013 Views

CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

sacrificar a su amado hijo Isaac? ¿Qué hizo a todos los otros héroes <strong>de</strong> la fe estar dispuestos a<br />

hacer las cosas que hicieron? Fue que <strong>de</strong>seaban una patria "mejor, esto es, celestial".<br />

Siempre hay que comenzar con ese gran principio. Si tenemos una i<strong>de</strong>a a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong><br />

nosotros mismos en este mundo como peregrinos, como hijos <strong>de</strong> Dios que van hacia su Padre,<br />

todas las cosas se ven en la perspectiva a<strong>de</strong>cuada. De inmediato tendremos una i<strong>de</strong>a a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong><br />

nuestros dones y <strong>de</strong> nuestras posesiones. Comenzamos a pensar en nosotros mismos como<br />

administradores que <strong>de</strong>ben dar cuenta <strong>de</strong> todo. No somos los poseedores permanentes <strong>de</strong> estas<br />

cosas. No importa que sea dinero o inteligencia o nosotros mismos o nuestra personalidad o<br />

cualquier don que podamos poseer. El hombre mundano piensa que es él quien lo posee todo.<br />

Pero el cristiano comienza diciendo, "no soy el poseedor <strong>de</strong> estas cosas, las tengo solamente en<br />

<strong>de</strong>pósito, y en realidad no me pertenecen. No puedo llevar las riquezas conmigo, no puedo llevar<br />

mis dones conmigo. No soy sino el guarda <strong>de</strong> estas cosas". Y <strong>de</strong> inmediato se plantea la gran<br />

pregunta: "¿Cómo puedo utilizar estas cosas para la gloria <strong>de</strong> Dios? Es a Dios a quien tengo que<br />

dar cuenta, es Dios ante quien tengo que presentarme, es Él quien es mi juez eterno y mi Padre.<br />

A Él tendré que dar cuenta <strong>de</strong> la administración <strong>de</strong> todas las cosas con que me ha ben<strong>de</strong>cido!'<br />

"Por consiguiente", se dice el cristiano a sí mismo, "<strong>de</strong>bo tener cuidado <strong>de</strong> cómo uso estas cosas,<br />

y mi actitud hacia ellas. Debo hacer todas las cosas que me dice que haga a fin <strong>de</strong> agradarle!'<br />

He ahí pues la forma en que po<strong>de</strong>mos hacernos tesoros en el cielo. Todo se reduce a la<br />

pregunta <strong>de</strong> cómo me veo a mí mismo y <strong>de</strong> cómo veo mi vida en este mundo. ¿Me digo todos los<br />

días <strong>de</strong> la vida que este día no es sino un hito más que paso, y que nunca volverá a<br />

presentárseme? Ese es el gran principio <strong>de</strong>l que siempre <strong>de</strong>bo acordarme —que soy hijo <strong>de</strong>l<br />

Padre, colocado aquí para Él, no para mí mismo. No escogí venir; no me he puesto yo mismo<br />

aquí; en todo ello hay un propósito. Dios me ha dado el gran privilegio <strong>de</strong> vivir en este mundo, y<br />

si me ha dotado <strong>de</strong> bienes, tengo que darme cuenta <strong>de</strong> que, si bien en un cierto sentido todas<br />

estas cosas son mías, en último término, como Pablo muestra al final <strong>de</strong> 1 Corintios 3, son <strong>de</strong><br />

Dios. Por consiguiente, al verme a mí mismo como alguien que tiene este gran privilegio <strong>de</strong> ser<br />

administrador <strong>de</strong> Dios, su custodio y guarda, no me apego a estas cosas. No se convierten en el<br />

centro <strong>de</strong> mi vida y existencia. No vivo para ellas ni me ocupo <strong>de</strong> ellas constantemente; no absorben<br />

mi vida. Por el contrario, las tengo como quien no las tiene; vivo en un estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>sapego<br />

<strong>de</strong> las mismas. No me dominan ellas, sino que yo las domino; y al hacer esto voy asegurándome,<br />

voy haciéndome "tesoros en el cielo".<br />

"¡Pero qué perspectiva tan egoísta!", dice alguien. Mi respuesta es que no estoy sino<br />

obe<strong>de</strong>ciendo la exhortación <strong>de</strong>l Señor Jesucristo. Él nos dice que nos hagamos tesoros en el<br />

cielo, y los santos siempre lo han hecho así. Creían en la realidad <strong>de</strong> la gloria que les esperaba.<br />

Esperaban alcanzarla y su único <strong>de</strong>seo era disfrutarla en toda su perfección y plenitud. Si<br />

<strong>de</strong>seamos seguir sus pasos y disfrutar <strong>de</strong> la misma gloria, es mejor que escuchemos la exhortación<br />

<strong>de</strong> nuestro Señor, "No os hagáis tesoros en la tierra... sino haceos tesoros en eí cielo"<br />

***

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!