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CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

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"también los <strong>de</strong>monios creen, y tiemblan". Si leemos los evangelios, <strong>de</strong>scubrimos que los<br />

espíritus malos, los <strong>de</strong>monios, reconocen al Señor. Se refieren a Él como al "Santo <strong>de</strong> Dios".<br />

Saben quien es; hacen afirmaciones correctas respecto a Él. Pero son <strong>de</strong>monios y están perdidos.<br />

En consecuencia, <strong>de</strong>bemos tener cuidado con esta tentación muy sutil, y recordar la forma en la<br />

que la gente se persua<strong>de</strong> erróneamente a sí misma. Dicen: "creo; he dicho con la boca que creo<br />

que Jesús <strong>de</strong> Nazaret es el Hijo <strong>de</strong> Dios y que murió por mis pecados; por consiguiente..!', pero<br />

la argumentación es incompleta. El creyente, el cristiano, sí dice estas cosas, pero no se limita a<br />

<strong>de</strong>cirlas. Esto es lo que a veces se <strong>de</strong>scribe como 'fi<strong>de</strong>ísmo', lo cual significa que el hombre pone<br />

su confianza última en su propia fe y no en el Señor Jesucristo. Confía en su propia creencia y en<br />

el afirmarla.<br />

El objetivo <strong>de</strong> este párrafo es sin duda el ponernos sobre aviso contra el terrible peligro a<br />

basar nuestra seguridad <strong>de</strong> salvación en la repetición <strong>de</strong> ciertas afirmaciones y fórmulas. Se<br />

pue<strong>de</strong> pensar en otras ilustraciones <strong>de</strong> este peligro <strong>de</strong> ser cristiano meramente formal. ¿Cuál es<br />

en realidad la diferencia entre lo que acabamos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir, y basar nuestra seguridad <strong>de</strong><br />

salvación en el hecho <strong>de</strong> que somos miembros <strong>de</strong> una <strong>iglesia</strong>, o que pertenecemos a cierto país, o<br />

que fuimos bautizados <strong>de</strong> niños? No hay diferencia. Es posible que alguien diga siempre lo que<br />

<strong>de</strong>be y sin embargo viva una vida tan mala, que es completamente evi<strong>de</strong>nte que no es cristiano.<br />

"No erréis" dice Pablo el apóstol escribiendo a los corintios; "Ni los fornicarios, ni los idólatras,<br />

ni los adúlteros... heredarán el reino <strong>de</strong> Dios". Es, por consiguiente, muy posible que alguien diga<br />

lo que <strong>de</strong>be <strong>de</strong>cir y sin embargo viva una vida mala. Que nadie se engañe a sí mismo. En cuanto<br />

hacemos <strong>de</strong>scansar nuestra fe solamente en la repetición <strong>de</strong> una fórmula, sin estar seguros <strong>de</strong> que<br />

hemos sido regenerados y que tenemos prueba <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Dios en nosotros, nos exponemos a<br />

este terrible peligro <strong>de</strong>l autoengaño. Y hay muchos que afirman y <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n <strong>de</strong> esta manera la<br />

doctrina <strong>de</strong> la seguridad. Dicen: no hay que escuchar a la conciencia. Si has dicho que crees, eso<br />

basta. Pero no basta, porque "muchos me dirán... Señor, Señor". Pero Él respon<strong>de</strong>rá: "Nunca os<br />

conocí; apartaos <strong>de</strong> mí, hacedores <strong>de</strong> maldad!' Una doctrina superficial <strong>de</strong> la segundad, por<br />

consiguiente, o, una doctrina falsa <strong>de</strong> la seguridad, es una <strong>de</strong> las causas más comunes <strong>de</strong>l<br />

autoengaño.<br />

La segunda causa <strong>de</strong> esta situación se sigue inevitablemente <strong>de</strong> la primera. Es la negativa<br />

a examinarse a sí mismo. El auto examen no resulta popular hoy día, sobre todo, por extraño que<br />

parezca, entre los cristianos evangélicos. De hecho se da el caso que los cristianos evangélicos<br />

no sólo se oponen al auto examen, sino que a veces incluso lo consi<strong>de</strong>ran casi pecaminoso.<br />

Arguyen diciendo que el cristiano <strong>de</strong>be mirar sólo al Señor Jesucristo, que no <strong>de</strong>be mirarse a sí<br />

mismo para nada, e interpretan esto en el sentido <strong>de</strong> que nunca <strong>de</strong>be examinarse a sí mismo.<br />

Consi<strong>de</strong>ran el examinarse a sí mismo como mirarse a sí mismo. Dicen que, si uno se mira a sí<br />

mismo, no encontrará sino tinieblas y oscuridad; por tanto no hay que mirarse a sí mismo, sino al<br />

Señor Jesucristo. Por ello apartan la mirada <strong>de</strong> sí mismos y se niegan a examinarse.<br />

Pero esto no es bíblico. La Biblia nos exhorta constantemente a que nos examinemos a<br />

nosotros mismos, "examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe" o si estáis "reprobados". Y lo<br />

hace así por la excelente razón <strong>de</strong> que existe un terrible peligro <strong>de</strong> caer en el antinomianismo; es<br />

<strong>de</strong>cir, en el sostener que, con tal <strong>de</strong> que alguien crea en el Señor Jesucristo, no importa lo que se<br />

haga; que si alguien es salvo, no importa la clase <strong>de</strong> vida que lleve. El antinomianismo sostiene<br />

que en el momento en que uno comienza a concentrarse en la conducta, vuelve a situarse bajo la<br />

ley. Si uno cree en el Señor Jesucristo, dice, todo va bien. Pero esto, claro está, es precisamente<br />

aquello contra lo cual nuestro Señor nos llama la atención en este párrafo; el peligro fatal <strong>de</strong><br />

confiar sólo en lo que <strong>de</strong>cimos y olvidar que lo esencial acerca <strong>de</strong>l cristianismo es la vida que se

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