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CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

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peligro <strong>de</strong> parecer ser cristianos sin serlo en realidad. Ya hemos visto que eso pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r en<br />

el campo <strong>de</strong> la enseñanza y doctrina. Alguien pue<strong>de</strong> parecer que predica el evangelio cuando, en<br />

realidad, si se juzga según pruebas genuinas, no lo hace. Lo mismo ocurre en el caso <strong>de</strong> la<br />

conducta y la vida. El peligro, en este caso, radica en tratar <strong>de</strong> hacernos cristianos añadiendo<br />

ciertas cosas a nuestra vida, en vez <strong>de</strong> llegar a ser algo nuevo, en vez <strong>de</strong> recibir vida interior, en<br />

vez <strong>de</strong> que la naturaleza que está en nosotros se renueve según la imagen <strong>de</strong>l Señor Jesucristo<br />

mismo.<br />

Lo que la enseñanza <strong>de</strong> nuestro Señor subraya en este pasaje es el hombre mismo, y dice<br />

en realidad que lo que importa en última instancia es precisamente esto. Alguien pue<strong>de</strong> hablar en<br />

la forma a<strong>de</strong>cuada, pue<strong>de</strong> parecer que vive bien, y con todo, según nuestro Señor, ser<br />

permanentemente un falso profeta. Pue<strong>de</strong> tener la apariencia <strong>de</strong> vida cristiana sin en realidad ser<br />

cristiano. Esto ha sido una fuente constante <strong>de</strong> problemas y peligros en la larga historia <strong>de</strong> la<br />

<strong>iglesia</strong> cristiana. Pero nuestro Señor nos ha puesto sobre aviso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio para que<br />

captemos este principio; que ser cristiano significa un cambio en la vida y naturaleza mismas el<br />

hombre. Es la doctrina <strong>de</strong>l nuevo nacimiento. Ninguna acción <strong>de</strong>l hombre vale nada a no ser que<br />

haya cambiado su naturaleza. Pronto nos ocuparemos <strong>de</strong> esta afirmación: "Muchos me dirán en<br />

aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera<br />

<strong>de</strong>monios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Ahí tenemos a un hombre que ha hecho<br />

cosas sorpren<strong>de</strong>ntes en su vida; pero él mismo no ha cambiado. Decía y hacía lo a<strong>de</strong>cuado, pero<br />

<strong>de</strong> nada valía.<br />

Exactamente lo mismo pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r en la vida y conducta. En este sentido el<br />

cristianismo es único, es <strong>de</strong>cir, en cuanto se preocupa sobre todo <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong>l corazón. Y en la<br />

Biblia el corazón no suele ser la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> las emociones, sino el centro <strong>de</strong> la personalidad.<br />

Tomemos, por ejemplo, mateo 12: 33-37. No cabe duda <strong>de</strong> que en ese pasaje nuestro Señor lo<br />

plantea con claridad y precisión: "O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol<br />

malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce al árbol." Se vuelve a subrayar la índole o<br />

naturaleza <strong>de</strong>l árbol. En otro lugar dice, "Lo que sale <strong>de</strong> la boca, <strong>de</strong>l corazón sale; y esto<br />

contamina al hombre". No son simplemente las cosas que uno hace externamente; no es cuestión<br />

<strong>de</strong> lavar la parte <strong>de</strong> afuera <strong>de</strong> tazas y ban<strong>de</strong>jas; no es lo que entra sino lo que sale; lo que cuenta<br />

es el hombre mismo. Nuestro Señor se esfuerza mucho por subrayar, con esta metáfora, que lo<br />

que hay en el corazón siempre se manifiesta. Se manifestará en las creencias, en las enseñanzas y<br />

doctrina. Se manifestará también en la vida. No siempre resulta fácil <strong>de</strong> ver, pero nuestro Señor<br />

nos dice que si tenemos los ojos iluminados con la enseñanza <strong>de</strong>l Nuevo Testamento, siempre<br />

estaremos en condiciones <strong>de</strong> reconocerlo. Vimos, hablando <strong>de</strong> la doctrina por ejemplo, que si lo<br />

único que se mira es si alguien va a <strong>de</strong>cir o no cosas totalmente equivocadas, probablemente<br />

nunca se <strong>de</strong>tectarán los falsos profetas porque no dicen cosas así. Pero si se cae en la cuenta <strong>de</strong><br />

que hay ciertas cosas que un verda<strong>de</strong>ro cristiano siempre tiene que subrayar, y se las busca,<br />

entonces se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir que no aparecen por ninguna parte, y se pue<strong>de</strong> sacar la conclusión<br />

<strong>de</strong> que esa persona que uno creía que era cristiano, es un falso profeta y, por consiguiente, un<br />

peligro serio. Lo mismo ocurre en el caso <strong>de</strong> la vida. Po<strong>de</strong>mos mostrar esto con una serie <strong>de</strong><br />

principios.<br />

El primer principio es que hay un lazo indiscutible entre creencia y vida, es <strong>de</strong>cir, la<br />

naturaleza se manifiesta. Lo que el hombre es, en última instancia, en lo más profundo <strong>de</strong> su ser,<br />

siempre se manifestará, precisamente en su creencia y vida. Estas dos cosas van<br />

indisolublemente unidas. Lo que el hombre piensa, eso viene a ser. El hombre actúa como<br />

piensa. En otras palabras, manifestamos inevitablemente lo que somos y creemos. No importa el

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