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CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

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tanto entre individuos como entre grupos sociales, o entre naciones o grupos <strong>de</strong> naciones, todo, a<br />

fin <strong>de</strong> cuentas, se reduce a esto. La solución para los problemas <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> hoy es<br />

esencialmente teológica. Todas las reuniones y todas las propuestas acerca <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarme y <strong>de</strong> todo<br />

lo <strong>de</strong>más resultarán infructuosas mientras el pecado en el corazón humano sea la fuerza<br />

dominante en individuos, grupos y naciones. El fracaso <strong>de</strong> poner en práctica la regla <strong>de</strong> oro se<br />

<strong>de</strong>be solamente a la Caída y al pecado.<br />

Digámoslo ahora en forma positiva. ¿Cómo pue<strong>de</strong> alguien poner en práctica esta regla <strong>de</strong><br />

oro? La respuesta realmente es, ¿cómo pue<strong>de</strong> nuestra actitud y -conducta conformarse jamás a lo<br />

que nuestro Señor dice aquí? La respuesta <strong>de</strong>l evangelio es que hay que comenzar con Dios.<br />

¿Cuál es el mandamiento mayor? Es éste: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con<br />

toda tu alma, y con toda tu mente". Y el segundo es semejante: "Amarás a tu prójimo como a ti<br />

mismo". Adviértase el or<strong>de</strong>n. No se comienza con el prójimo, se comienza con Dios. Y las<br />

relaciones en este mundo nunca serán lo que <strong>de</strong>ben ser, tanto entre individuos, como entre<br />

grupos <strong>de</strong> naciones, hasta que todos comencemos con Dios. No se pue<strong>de</strong> amar al prójimo como a<br />

sí mismo hasta que se ame a Dios. Nunca se verá uno a sí mismo o al prójimo rectamente hasta<br />

que uno los vea primero a ambos a la luz <strong>de</strong> Dios. Tenemos que tomar estas cosas en el or<strong>de</strong>n<br />

justo. Debemos comenzar por Dios. Dios nos creó, y nos creó para Él, y sólo po<strong>de</strong>mos vivir <strong>de</strong><br />

verdad en relación con Dios.<br />

Así pues, empezamos por Dios. Nos apartamos <strong>de</strong> todas las disputas y disensiones y<br />

problemas y miramos su rostro. Comenzamos a verlo en toda su santidad y omnipotencia, y en<br />

todo su po<strong>de</strong>r como creador, y nos humillamos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Él. Es digno <strong>de</strong> ser alabado, y sólo Él<br />

lo es. Y, sabiendo que ante Él incluso las naciones no son sino como langostas y como "mota <strong>de</strong><br />

polvo en las balanzas", pronto comenzamos a caer en la cuenta <strong>de</strong> que toda la pompa y gloria <strong>de</strong>l<br />

hombre se convierte en nada cuando vemos verda<strong>de</strong>ramente a Dios. Y, a<strong>de</strong>más, comenzamos a<br />

vernos a nosotros mismos como pecadores. Nos vemos como pecadores tan viles que olvidamos<br />

que tuviéramos <strong>de</strong>rechos. Ciertamente, vemos que no tenemos ningún <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios.<br />

Somos <strong>de</strong>testables, impuros y feos. Esto no es sólo la enseñanza <strong>de</strong> la Biblia; la experiencia <strong>de</strong><br />

todos los que han llegado a conocer a Dios en algún sentido verda<strong>de</strong>ro lo confirma<br />

abundantemente. Es la experiencia <strong>de</strong> todos los santos, y si uno no se ha visto a sí mismo como<br />

criatura indigna dudaría mucho <strong>de</strong> que sea <strong>de</strong> verdad cristiano. Nadie pue<strong>de</strong> realmente llegar a la<br />

presencia <strong>de</strong> Dios sin <strong>de</strong>cir, 'soy impuro'. Todos somos impuros, el conocimiento <strong>de</strong> Dios nos<br />

humilla hasta el polvo; y en esa posición uno no piensa en <strong>de</strong>rechos y en dignida<strong>de</strong>s. Uno ya no<br />

necesita más protegerse a sí mismo, porque se siente indigno <strong>de</strong> todo.<br />

Pero, a su vez, también nos ayuda a ver a los <strong>de</strong>más como se <strong>de</strong>be. Los vemos, ya no<br />

como gente odiosa que trata <strong>de</strong> <strong>de</strong>spojarnos <strong>de</strong> nuestros <strong>de</strong>rechos, o trata <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrotarnos en la<br />

carrera por el dinero, por la posición o la fama; los vemos, como nos vemos a nosotros mismos,<br />

como-víctimas <strong>de</strong>l pecado y <strong>de</strong> Satanás, como víctimas <strong>de</strong>l "dios <strong>de</strong> este mundo", como criaturas<br />

semejantes a nosotros, que están bajo la ira <strong>de</strong> Dios y en camino al infierno. Tenemos una visión<br />

completamente nueva <strong>de</strong> ellos. Vemos que son exactamente como nosotros mismos, y que todos<br />

nos hallamos en una situación terrible. Y nada po<strong>de</strong>mos hacer; pero tanto ellos como nosotros<br />

<strong>de</strong>bemos acudir a Cristo y servirnos <strong>de</strong> su maravillosa gracia. Comenzamos a disfrutarla juntos y<br />

<strong>de</strong>seamos compartirla. Así es como funciona. Es la única manera <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacer a los <strong>de</strong>más<br />

como quisiéramos que nos hicieran a nosotros. Cuando realmente amamos a nuestro prójimo<br />

como a nosotros mismos porque hemos sido librados <strong>de</strong> la esclavitud <strong>de</strong>l yo, entonces<br />

comenzamos a disfrutar "la gloriosa libertad <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios".<br />

Y claro está, finalmente, funciona así. Cuando miramos a Dios y <strong>de</strong>scubrimos algo <strong>de</strong> la

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