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CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

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nos atenaza, tien<strong>de</strong> a afectar la personalidad entera; no sólo una parte <strong>de</strong> nosotros, sino al hombre<br />

entero. Y lo primero que menciona es el 'corazón'. Una vez establecido el mandamiento dice,<br />

"Porque don<strong>de</strong> este vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón!' Esos tesoros terrenales<br />

atenazan y dominan nuestros sentimientos, nuestros afectos y toda nuestra sensibilidad. Toda esa<br />

parte <strong>de</strong> nuestra naturaleza se ve atenazada por ellos y los amamos. Leamos Juan 3;19. "Esta es<br />

la con<strong>de</strong>nación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz,<br />

porque sus obras eran malas." Amamos estas cosas. Preten<strong>de</strong>mos que sólo nos gustan, pero en<br />

realidad las amamos. Nos mueven profundamente. Lo siguiente que dice acerca <strong>de</strong> ellas es un<br />

poco más <strong>de</strong>licado. No sólo atenazan el corazón, sino también la mente. Nuestro señor lo expresa<br />

así: "La lámpara <strong>de</strong>l cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará Heno <strong>de</strong><br />

luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es<br />

tinieblas, ¿cuantas no serán las mismas tinieblas?" (Versículos 22-23). Esta ilustración <strong>de</strong>l ojo es<br />

el ejemplo <strong>de</strong>l cual se Vale para explicarnos la manera en que miramos las cosas. Y según<br />

nuestro Señor, no hay sino dos maneras <strong>de</strong> mirar todas las cosas <strong>de</strong>l mundo. Hay lo que Él llama<br />

ojo 'bueno', el ojo <strong>de</strong>l hombre espiritual que ve las cosas realmente como son, verda<strong>de</strong>ramente y<br />

sin dobleces. Sus ojos son claros y ve todo normalmente. Pero hay el otro ojo que llama el ojo<br />

'maligno', que es una especie <strong>de</strong> visión doble, o, si se prefiere, es el ojo en el cual la lente no está<br />

clara. Hay sombras y opacida<strong>de</strong>s, y se ven las cosas <strong>de</strong> una manera confusa. Éste es el ojo<br />

maligno. Está coloreado por ciertos prejuicios, por ciertos placeres y <strong>de</strong>seos. No es una visión<br />

clara; todo está nublado, coloreado por estos varios tintes y matices variados. Éste es el<br />

significado <strong>de</strong> la afirmación que tan a menudo ha confundido a la gente, porque no la toma en su<br />

contexto. Nuestro Señor en ese cuadro sigue tratando acerca <strong>de</strong>l tema <strong>de</strong> hacerse tesoros.<br />

Habiendo mostrado que el corazón está don<strong>de</strong> está el tesoro, dice que no toca solamente al<br />

corazón, sino también a la mente. Esto es lo que domina al hombre.<br />

Elaboremos el principio. ¿No es sorpren<strong>de</strong>nte advertir cuántos pensamientos nuestros se<br />

basan en estos tesoros terrenales? Los pensamientos divididos, en casi todos los ámbitos, se<br />

<strong>de</strong>ben casi completamente al prejuicio, no al pensamiento puro. Cuan poco se piensa en este país<br />

con ocasión <strong>de</strong> las elecciones generales, por ejemplo. Ninguno <strong>de</strong> los protagonistas razona;<br />

simplemente presentan prejuicios. Cuan poco pensamiento hay en ambos lados. Esto es muy<br />

obvio en el ámbito político. Pero por <strong>de</strong>sgracia no se limita a la política. Esta visión confusa<br />

<strong>de</strong>bida al amor <strong>de</strong> los tesoros terrenales, tien<strong>de</strong> a afectarnos también moralmente. ¡Somos muy<br />

inteligentes para explicar que algo que estamos haciendo no es realmente <strong>de</strong>shonesto! ¡Claro que<br />

si un hombre rompe una ventana y roba joyas es un ladrón; pero si yo me limito a manipular la<br />

<strong>de</strong>claración <strong>de</strong> impuestos... claro que esto no es robar, <strong>de</strong>cimos, y nos persuadimos a nosotros<br />

mismos <strong>de</strong> que está bien. En último término, no hay sino una razón por la cual hacemos estas<br />

cosas, y esto es nuestro amor por los tesoros terrenales. Semejantes cosas controlan la mente<br />

tanto como el corazón. Nuestros puntos <strong>de</strong> vista y toda nuestra perspectiva ética se ven<br />

dominadas por ellas.<br />

Incluso, peor que eso, nuestra perspectiva religiosa también se ve dominada. "Demás me<br />

ha <strong>de</strong>samparado" — escribe Pablo—. ¿Por qué? "Amando este mundo." Cuan a menudo se ve<br />

esto en asuntos <strong>de</strong> servicio cristiano. Esas son las cosas que <strong>de</strong>terminan nuestra acción, aunque<br />

no lo reconozcamos. Nuestro Señor dice en otro lugar: "Mirad también por vosotros mismos, que<br />

vuestros corazones no se carguen <strong>de</strong> glotonería y embriaguez y <strong>de</strong> los afanes <strong>de</strong> esta vida, y<br />

venga <strong>de</strong> repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que<br />

habitan sobre la faz <strong>de</strong> toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por<br />

dignos <strong>de</strong> escapar <strong>de</strong> todas estas cosas que vendrán, y <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong>l

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