CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal
CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal
CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
con mayor facilidad <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong> hablar con Dios. En último término, por consiguiente, el<br />
hombre <strong>de</strong>scubre la verda<strong>de</strong>ra condición <strong>de</strong> su vida espiritual cuando se examina a sí mismo en<br />
privado, cuando está a solas con Dios. Vimos en el capítulo segundo, que el verda<strong>de</strong>ro peligro<br />
para el hombre que dirige a una congregación en un acto público <strong>de</strong> oración, es que quizá se esté<br />
dirigiendo a la congregación en vez <strong>de</strong> dirigirse a Dios. Pero cuando estamos solos en la<br />
presencia <strong>de</strong> Dios, esto ya no es posible. ¿No hemos <strong>de</strong>scubierto que, en cierto modo, tenemos<br />
menos que <strong>de</strong>cirle a Dios cuando estamos solos que cuando estamos en presencia <strong>de</strong> otros? No<br />
<strong>de</strong>bería ser así, pero a menudo lo es. De modo que nuestra posición verda<strong>de</strong>ra en el sentido<br />
espiritual, la <strong>de</strong>scubrimos cuando hemos abandonado el campo <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s y proce<strong>de</strong>res externos<br />
relacionados con otras personas, y nos hallamos a solas con Dios. No sólo es la actividad<br />
más elevada <strong>de</strong>l alma, es también la piedra <strong>de</strong> toque final <strong>de</strong> nuestra verda<strong>de</strong>ra condición<br />
espiritual.<br />
Hay otra forma <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir lo mismo. Se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que la característica más <strong>de</strong>stacada <strong>de</strong><br />
todas las personas santas que el mundo ha conocido ha sido que no sólo han <strong>de</strong>dicado mucho<br />
tiempo a la oración en privado, sino que han hallado una gran satisfacción en ello. No se lee la<br />
vida <strong>de</strong> ningún santo sin encontrar que así haya sucedido. Cuanto más santa es la persona, más<br />
tiempo <strong>de</strong>dica a la conversación con Dios. Así pues, es un asunto <strong>de</strong> importancia vital y absoluta.<br />
Y no cabe duda <strong>de</strong> que hace más falta la instrucción sobre este tema que sobre cualquier otro.<br />
Así ha ocurrido en la experiencia <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Dios a lo largo <strong>de</strong> los siglos. Se refiere en<br />
los Evangelios, que Juan el Bautista había estado enseñando a sus discípulos a orar. Es evi<strong>de</strong>nte<br />
que se habían dado cuenta <strong>de</strong> la necesidad <strong>de</strong> recibir instrucción, y le habían pedido que les<br />
enseñara. Y Juan les había enseñado a orar. Los discípulos <strong>de</strong> nuestro Señor sintieron<br />
exactamente la misma necesidad. Acudieron a Él una tar<strong>de</strong> y le dijeron, <strong>de</strong> hecho, "Señor, enséñanos<br />
a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos." No cabe duda <strong>de</strong> que nació en su<br />
corazón este <strong>de</strong>seo porque eran conscientes <strong>de</strong> esta clase <strong>de</strong> dificultad natural, instintiva, inicial,<br />
que todos experimentamos; pero sin duda alguna también éste <strong>de</strong>seo se incrementó al ver la vida<br />
<strong>de</strong> oración <strong>de</strong>l Señor. Lo veían levantarse mucho antes <strong>de</strong>l amanecer para ir a orar a las<br />
montañas, y <strong>de</strong>dicar noches enteras a la oración. Y a veces, no lo dudo, se <strong>de</strong>cían entre sí: "¿De<br />
qué habla? ¿Qué hace?!' Quizá también pensarían, "a los pocos minutos <strong>de</strong> estar en oración ya<br />
me faltan las palabras. ¿Qué hace posible que Él se <strong>de</strong>dique tanto a la oración? ¿Qué lo conduce<br />
a este abandono y facilidad?". "Señor, enséñanos a orar", <strong>de</strong>cían. Con esto expresaban que les<br />
gustaría po<strong>de</strong>r orar como él lo hacía. '"Ojalá conociéramos a Dios como tú lo conoces.<br />
Enséñanos a orar!' ¿Hemos experimentado esto alguna vez? ¿Nos hemos sentido alguna vez<br />
insatisfechos con nuestra vida <strong>de</strong> oración y <strong>de</strong>seando saber más lo que en realidad és orar? Si lo<br />
hemos sentido, es una señal alentadora.<br />
No cabe duda <strong>de</strong> que ésta es nuestra necesidad mayor. Per<strong>de</strong>mos las bendiciones más<br />
importantes <strong>de</strong> la vida cristiana porque no sabemos orar bien. Necesitamos instrucción en todos<br />
los sentidos sobre esta cuestión. Necesitamos que se nos enseñe cómo orar, y para qué orar.<br />
Precisamente <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>dicar algún tiempo a estudiar lo que se ha llegado a conocer entre<br />
nosotros como 'el Padre nuestro' porque abarca estas dos cosas <strong>de</strong> una forma sorpren<strong>de</strong>nte y<br />
maravillosa. Es una sinopsis perfecta <strong>de</strong> la instrucción que nuestro Señor ofrece acerca <strong>de</strong> cómo<br />
orar, y para qué orar.<br />
Debemos <strong>de</strong>jar bien sentado ahora que esto es lo único que me propongo hacer. El tema<br />
<strong>de</strong> la oración es muy amplio y podríamos <strong>de</strong>dicarle mucho tiempo; sin embargo no po<strong>de</strong>mos<br />
hacerlo porque en realidad lo que queremos es ir siguiendo punto por punto el Sermón <strong>de</strong>l<br />
Monte, y por consiguiente sería erróneo <strong>de</strong>dicar <strong>de</strong>masiado tiempo a este aspecto particular. Lo