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CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

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CAPITULO XXX<br />

Conclusión<br />

En los dos últimos versículos <strong>de</strong> este capítulo el escritor sagrado nos dice el efecto que este<br />

Sermón <strong>de</strong>l Monte produjo en el auditorio. De esta forma nos ofrece al mismo tiempo la<br />

oportunidad <strong>de</strong> examinar en general qué efecto <strong>de</strong>bería producir siempre este sermón en los que<br />

lo leen y lo examinan.<br />

Estos dos versículos no son en modo alguno una especie inútil o vana <strong>de</strong> epílogo. Tienen<br />

suma importancia en cualquier examen <strong>de</strong>l Sermón. No me cabe la menor duda <strong>de</strong> que por esta<br />

razón el escritor, guiado por el Espíritu Santo, <strong>de</strong>jó constancia <strong>de</strong>l Sermón, porque aquí se centra<br />

nuestro interés en el Predicador más que en el Sermón. Se nos pi<strong>de</strong>, por así <strong>de</strong>cirlo, que una vez<br />

examinado el Sermón, miremos a Aquel que lo pronunció y predicó. Hemos <strong>de</strong>dicado mucho<br />

tiempo al examen <strong>de</strong>tallado <strong>de</strong> la enseñanza <strong>de</strong>l Sermón y, en los últimos capítulos, sobre todo,<br />

hemos examinado el llamamiento urgente que nuestro Señor dirigió a los que lo habían escuchado.<br />

Les pidió que lo pusieran en práctica. Plantea <strong>de</strong> nuevo la advertencia terrible en contra<br />

<strong>de</strong>l autoengaño, en contra <strong>de</strong> limitarse a admirar el Sermón y a alabar ciertos puntos <strong>de</strong>l mismo<br />

sin caer en la cuenta <strong>de</strong> que, a no ser que se practique, permaneceremos fuera <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Dios,<br />

para encontrar que todo aquello en lo cual confiábamos, <strong>de</strong> repente, en el día <strong>de</strong>l juicio, nos será<br />

quitado.<br />

Pero la pregunta que muchos pue<strong>de</strong>n tener la tentación <strong>de</strong> hacerse es: ¿Por qué<br />

<strong>de</strong>beríamos practicar este Sermón? ¿Por qué <strong>de</strong>beríamos prestar atención a esta terrible<br />

advertencia? ¿Por qué <strong>de</strong>beríamos creer que, a no ser que hagamos que nuestra vida se conforme<br />

a esta pauta, estaremos sin esperanza al llegar ante Dios? La verda<strong>de</strong>ra respuesta a todo esto es el<br />

tema al que nos encaminan estos últimos versículos. Es la persona misma, la persona que<br />

pronunció estas palabras, la que comunicó esta enseñanza. En otras palabras, al examinar el<br />

Sermón <strong>de</strong>l Monte como un todo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber consi<strong>de</strong>rado estas distintas partes, <strong>de</strong>bemos<br />

caer en la cuenta <strong>de</strong> que no hay que concentrarse sólo en la belleza <strong>de</strong> lo dicho, en la estructura<br />

perfecta <strong>de</strong>l Sermón, en las ilustraciones impresionantes, en los ejemplos sorpren<strong>de</strong>ntes y en el<br />

equilibrio extraordinario que encontramos en él, tanto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> los temas, como<br />

<strong>de</strong> la forma en que se presentan. Debemos ir más allá. Al examinar el Sermón <strong>de</strong>l Monte, nunca<br />

<strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>tenernos ni siquiera en la enseñanza moral, ética y espiritual; <strong>de</strong>bemos ir más allá <strong>de</strong><br />

todas estas cosas, por maravillosas que sean, por vitales que sean, hasta la persona <strong>de</strong>l Predicador<br />

mismo.<br />

Hay dos razones principales para <strong>de</strong>cir esto. La primera es que, en último término, la<br />

autoridad <strong>de</strong>l Sermón se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong>l Predicador. Esto es, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, lo que hace al Nuevo Testamento<br />

un libro tan único, lo que da una claridad exclusiva a la enseñanza <strong>de</strong> nuestro Señor. En el<br />

caso <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más maestros que el mundo ha conocido, lo importante es la enseñanza; pero<br />

estamos frente a un caso en el que el Maestro es más importante <strong>de</strong> lo que enseña. En cierto<br />

sentido, no se pue<strong>de</strong> dividir ni separar el uno <strong>de</strong>l otro. Pero si hay que dar prioridad a uno <strong>de</strong> los<br />

dos, siempre <strong>de</strong>bemos colocar al Predicador en primer lugar. Así pues, estos dos versículos al<br />

final <strong>de</strong>l Sermón dirigen nuestra atención hacia este hecho.<br />

Si alguien pregunta: ¿Por qué <strong>de</strong>bo prestar atención a este Sermón, por qué <strong>de</strong>bo ponerlo<br />

en práctica, por qué <strong>de</strong>bo creer que es lo más vital <strong>de</strong> esta vida? La respuesta es: <strong>de</strong>bido a la<br />

Persona que lo predicó. Esta es la autoridad, esta es la sanción <strong>de</strong>l Sermón. En otras palabras si<br />

tenemos alguna duda en cuanto a la persona que predicó este Sermón, es obvio que esto afectará<br />

la i<strong>de</strong>a que nos formemos <strong>de</strong>l mismo. Si tenemos duda acerca <strong>de</strong> su calidad <strong>de</strong> ser único, acerca

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