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CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

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esta 'justicia'? Es una añadidura muy importante; significa santidad, la vida <strong>de</strong> justicia. No sólo<br />

hay que buscar el reino <strong>de</strong> Dios en el sentido <strong>de</strong> poner el corazón en las cosas <strong>de</strong> arriba; también<br />

hay que buscar en manera positiva la santidad y la justicia. Una vez más estamos frente a una<br />

repetición <strong>de</strong>l "Bienaventurados los que tienen hambre y sed <strong>de</strong> justicia, porque ellos serán<br />

saciados!' Sí, eso es. El cristiano busca la justicia, busca ser como Cristo, busca la santidad<br />

positiva y ser más y más santo, crecer en gracia y en el conocimiento <strong>de</strong>l Señor. Ésta es la forma<br />

<strong>de</strong> incrementar la fe. Funciona así. Cuanto más santo somos, más cerca estaremos <strong>de</strong> Dios.<br />

Cuanto más santo somos, mayor será nuestra fe. Cuanto más santificados y santos somos, mayor<br />

será nuestra seguridad y, por consiguiente, nuestra <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios. Así lo dice la<br />

experiencia, ¿no es verdad? ¿No lo hemos experimentado así muchas veces? De repente algo<br />

sale mal en la vida y uno acu<strong>de</strong> a Dios en oración; y en el momento en que uno lo hace así, se da<br />

cuenta <strong>de</strong> lo flojo que ha sido en semanas y meses pasados. Algo le dice <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí, "¿No te has<br />

estado comportando <strong>de</strong> una forma grosera? ¿Cuántos días y semanas y meses han transcurrido<br />

sin buscar el rostro <strong>de</strong> Dios? Has dicho las oraciones en forma mecánica; pero ahora estás<br />

buscando a Dios, te estás tomando tiempo para buscarlo. Pero no lo has estado haciendo así<br />

regularmente!' Se siente uno con<strong>de</strong>nado, se ha perdido la confianza en la oración. Hay reglas<br />

absolutas en esta vida espiritual, y es el que busca el reino <strong>de</strong> Dios y su justicia el que tiene<br />

mayor confianza en Él. Cuanto más cerca vivimos <strong>de</strong> Dios menos conscientes estamos <strong>de</strong> las<br />

cosas <strong>de</strong> esta vida y <strong>de</strong> este mundo, y mayor es nuestra seguridad en Él. Cuanto más santo<br />

somos, mejor conoceremos a Dios. Lo conoceremos como nuestro Padre, y entonces nada que<br />

nos suceda alterará nuestra ecuanimidad, porque nuestra relación con Él es muy íntima.<br />

Po<strong>de</strong>mos parafrasear las palabras <strong>de</strong> nuestro Señor así: si quieres buscar algo, si quieres<br />

afanarte por algo, afánate por tu condición espiritual, por tu proximidad con Dios y por tu<br />

relación con Él. Si buscas esto primero, la preocupación <strong>de</strong>saparecerá; éste es el resultado. Esta<br />

gran preocupación acerca <strong>de</strong> tu relación con Dios eliminará las preocupaciones menores acerca<br />

<strong>de</strong> la comida y el vestir.<br />

El hombre que se conoce como hijo <strong>de</strong> Dios y here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la eternidad, tiene una visión<br />

diferente <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> esta vida y <strong>de</strong> este mundo. Es así por necesidad, y cuanto mayor sea esa<br />

fe y conocimiento, menores serán las otras cosas. A<strong>de</strong>más, posee una promesa específica<br />

concreta. La promesa es que, si verda<strong>de</strong>ramente buscamos estas cosas primero y ante todo, y casi<br />

exclusivamente, las <strong>de</strong>más no serán añadidas, formarán parte <strong>de</strong>l trato que Dios nos da. El<br />

pagano no hace sino pensar acerca <strong>de</strong> estas cosas. Hay también mundanos espirituales que oran<br />

por ellas y nada más, pero nunca encuentran satisfacción. El hombre <strong>de</strong> Dios ora por el reino <strong>de</strong><br />

Dios y lo busca, y estas otras cosas le son añadidas. Es una promesa específica <strong>de</strong>l Señor.<br />

Tenemos una ilustración perfecta <strong>de</strong> esto en la historia <strong>de</strong> Salomón. Salomón no pidió<br />

riquezas ni vida larga; pidió sabiduría. Y Dios dijo en efecto: como no has pedido estas cosas, te<br />

daré sabiduría y te daré también las otras. Te daré riquezas y vida larga (ver R. 3). Dios siempre<br />

lo hace así. No es acci<strong>de</strong>ntal que los puritanos <strong>de</strong>l siglo diecisiete, sobre todo los cuáqueros, se<br />

hicieran ricos. No fue porque buscaran la riqueza, no fue porque adoraran a Mamón. Fue que<br />

vivieron para Dios y para su justicia, y el resultado fue que no malgastaron el dinero en cosas sin<br />

valor. En un sentido, por consiguiente, no pudieron sino enriquecerse. Vivieron según las<br />

promesas <strong>de</strong> Dios y acabaron por enriquecerse.<br />

Si se pone a Dios, a su gloria, al advenimiento <strong>de</strong> su reino, a nuestra relación y<br />

proximidad con Él, y a nuestra santidad, en el puesto central, tendremos la promesa <strong>de</strong> Dios<br />

mismo a través <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> su Hijo, <strong>de</strong> que todas estas otras cosas, que nos son necesarias<br />

para el bienestar en esta vida y en este mundo, nos serán dadas por añadidura. Ésta es la manera

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