CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal
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lo espera», pero este espíritu espera lo peor; se procura una satisfacción maliciosa y<br />
maligna en encontrar faltas y <strong>de</strong>fectos. Es un espíritu que siempre los espera, y casi<br />
sufre una <strong>de</strong>cepción si no los encuentra. No pue<strong>de</strong> haber dudas acerca <strong>de</strong> esto, el<br />
espíritu hipercrítico nunca se siente realmente feliz a no ser que encuentre estas faltas.<br />
Y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, el resultado <strong>de</strong> todo esto es que tien<strong>de</strong> a fijar la atención en asuntos que<br />
son indiferentes para convertirlos en asuntos <strong>de</strong> importancia vital. El mejor comentario<br />
a este respecto se encuentra en Romanos 14, don<strong>de</strong> Pablo les dice a los romanos en<br />
<strong>de</strong>talle que eviten el juzgarse unos a otros en asuntos como la comida y la bebida, y<br />
como el consi<strong>de</strong>rar un día más importante que otro. Habían situado estos asuntos en una<br />
posición <strong>de</strong>stacada, y se juzgaban y con<strong>de</strong>naban en función <strong>de</strong> estas cosas. Pablo les dice<br />
que todo esto está mal. "El reino <strong>de</strong> Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y<br />
gozo en el Espíritu Santo", dice (Ro. 14:17). Uno pue<strong>de</strong> observar un día, y otro, otro<br />
día. "Cada uno esté plenamente convencido en su propiamente;' Pero lo que hay que<br />
recordar, dice, es que todos somos juzgados por Dios. El Señor es el juez. A<strong>de</strong>más, uno<br />
no <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> si alguien es cristiano o no, examinando las i<strong>de</strong>as que tiene acerca <strong>de</strong> asuntos<br />
como éstos, los cuales no son importantes, sino más bien indiferentes. Hay asuntos<br />
esenciales en conexión con la fe, asuntos acerca <strong>de</strong> los cuales no <strong>de</strong>ben existir dudas en<br />
tanto que otros son indiferentes. Nunca <strong>de</strong>bemos convertir estos últimos en asuntos <strong>de</strong><br />
importancia vital.<br />
Este es más o menos el espíritu <strong>de</strong>l hombre que se hace reo <strong>de</strong> juicio. No estoy<br />
sacando aplicaciones a todo esto a medida que lo voy exponiendo. Confío en que el<br />
Espíritu Santo nos ayudará a hacerlo. Si en alguna ocasión siento que más bien me place<br />
el escuchar algo <strong>de</strong>sagradable acerca <strong>de</strong> otro, ahí existe espíritu equivocado. Si estamos<br />
celosos, o envidiosos, y <strong>de</strong> repente oímos que uno <strong>de</strong> los que estamos celosos o<br />
envidiosos ha cometido un error y <strong>de</strong>scubrimos que ello nos produce placer, ahí esta.<br />
Esa es la actitud que conduce a este espíritu <strong>de</strong> juicio.<br />
Pero veámoslo en la práctica. Se manifiesta en la propensión a emitir juicios<br />
cuando el asunto no nos atañe en absoluto. ¿Cuánto tiempo gastamos en expresar<br />
nuestras opiniones acerca <strong>de</strong> personas con las cuales no tenemos trato directo? Para<br />
nosotros no son nada, pero experimentamos un placer malicioso en opinar acerca <strong>de</strong><br />
ellas. Esto es en parte una forma práctica en que se manifiesta este espíritu.<br />
Otra manifestación <strong>de</strong> este espíritu es que coloca al prejuicio en lugar <strong>de</strong>l<br />
principio. Hemos <strong>de</strong> juzgar en función <strong>de</strong> principios, porque <strong>de</strong> lo contrario no po<strong>de</strong>mos<br />
disciplinar a la <strong>iglesia</strong>. Pero si alguien toma sus propios prejuicios y los presenta como<br />
principios, se hace reo <strong>de</strong> este espíritu <strong>de</strong> juicio.<br />
Otra forma en que se manifiesta es en la ten<strong>de</strong>ncia a colocar personas en lugar<br />
<strong>de</strong> principios. Todos sabemos lo fácil que es en una discusión osara fijarse en personas<br />
o personalida<strong>de</strong>s y alejarse <strong>de</strong> los principios. Se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir con verdad que los que<br />
objetan en contra <strong>de</strong> la doctrina son generalmente los más culpables en ese sentido. Como<br />
no captan o entien<strong>de</strong>n la doctrina, pue<strong>de</strong>n hablar sólo en términos <strong>de</strong> personas; y por<br />
ello, en el momento en que alguien <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> principios <strong>de</strong> doctrina, comienzan a <strong>de</strong>cir<br />
que es una persona difícil. Colocan a la persona en una posición en la que tiene que<br />
hacer intervenir los principios, y esto, a su vez, conduce a la ten<strong>de</strong>ncia a imputar<br />
motivos. Como no entien<strong>de</strong>n por qué otro <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> principios, se le imputan motivos; e<br />
imputar motivos es siempre manifestación <strong>de</strong> este espíritu <strong>de</strong> juicio.<br />
Otra forma <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r conocer si somos culpables <strong>de</strong> esto, es preguntar si solemos<br />
expresar nuestras opiniones sin conocer todos los hechos. No tenemos <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> emitir<br />
ningún juicio sin antes familiarizarnos con ellos. Deberíamos averiguar todos los hechos<br />
y luego juzgar. Si no se hace así, se cae en este espíritu farisaico.<br />
Otra indicación <strong>de</strong> ello es que nunca se toma la molestia <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r las