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CAPÍTULO XXXI - iglesia bautista getsemani de montreal

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<strong>de</strong>cirlo, para mirar a los suyos y <strong>de</strong>cir, "Bien; éste es mi propósito. ¿Qué vais a hacer? De nada<br />

sirve escuchar este sermón, <strong>de</strong> nada sirve que me digáis a lo largo <strong>de</strong> esta presentación <strong>de</strong> la vida<br />

cristiana, si os vais a contentar con escuchar. ¿Qué vais a hacer?" Pasa, en otras palabras, a la exhortación,<br />

a la aplicación.<br />

Una vez más se nos recuerda que el método <strong>de</strong> nuestro Señor <strong>de</strong>be ser siempre la norma y<br />

ejemplo <strong>de</strong> toda predicación. No hay verda<strong>de</strong>ra predicación si no se aplica el mensaje y verdad<br />

que contiene; no hay verda<strong>de</strong>ra exposición <strong>de</strong> la Biblia si se contenta con explicar un pasaje y<br />

luego no se aplica. La verdad hay que incorporarla a la vida, y ha <strong>de</strong> ser vivida. La exhortación y<br />

aplicación son partes esenciales <strong>de</strong> la predicación. Vemos cómo nuestro Señor hace precisamente<br />

esto aquí. El resto <strong>de</strong> este capítulo séptimo no es sino una gran aplicación <strong>de</strong>l mensaje <strong>de</strong>l Sermón<br />

<strong>de</strong>l Monte para aquellos que lo oyeron por primera vez, y para todos los que, en todos los<br />

tiempos, preten<strong>de</strong>mos ser cristianos.<br />

En consecuencia, ahora pasa a someter a prueba a sus oyentes. Dice, <strong>de</strong> hecho, "He<br />

terminado el Sermón. Ahora <strong>de</strong> inmediato os <strong>de</strong>béis preguntar, ¿Qué voy a hacer? ¿Cuál es mi<br />

reacción? ¿Me voy a contenta* con cruzarme <strong>de</strong> brazos y <strong>de</strong>cir con otros muchos que es un<br />

sermón maravilloso, que es la concepción más grandiosa <strong>de</strong> la vida que el género humano haya<br />

conocido —una moral tan sublime, una elevación tan maravillosa— que es la vida i<strong>de</strong>al que<br />

todos <strong>de</strong>berían vivir?" Lo mismo se nos aplica a nosotros. ¿Es esa nuestra reacción? ¿Limitarnos<br />

a alabar el Sermón <strong>de</strong>l Monte? Si es así, según nuestro Señor, lo mismo hubiera sido que no lo<br />

hubiera predicado. Lo que quiere no es alabanza; es práctica. El Sermón <strong>de</strong>l Monte no <strong>de</strong>be ser<br />

simplemente alabado, ha <strong>de</strong> ser practicado.<br />

Luego sigue diciendo que hay otra prueba, la prueba <strong>de</strong>l fruto. Hay muchos que han<br />

alabado este Sermón pero que nunca lo han encarnado en sus vidas. Cuidado con esas personas,<br />

dice nuestro Señor. Lo que importa realmente no es la apariencia <strong>de</strong> un árbol; la piedra <strong>de</strong> toque<br />

es el fruto que da.<br />

Luego hay una prueba final, y es la que las circunstancias nos aplican. ¿Qué nos suce<strong>de</strong><br />

cuando el viento comienza a soplar, y amenaza el huracán, y cae la lluvia y las inundaciones<br />

sacu<strong>de</strong>n la casa <strong>de</strong> nuestra vida? ¿Se mantiene <strong>de</strong> pie? Ésta es la prueba. En otras palabras, el<br />

interés que tengamos por estas cosas <strong>de</strong> nada sirve y no tiene valor a no ser que signifique que<br />

tenemos algo que nos permitirá permanecer firmes en las horas más tenebrosas y críticas <strong>de</strong><br />

nuestra vida. Así es como hace Él la aplicación. Al escuchar estas cosas, al oírlas, ya no basta<br />

alabarlas; según nuestro Señor es sumamente peligroso. Este Sermón es práctico; se presenta<br />

para ser vivido. No es una simple i<strong>de</strong>a ética; es algo que tenemos que realizar y poner en práctica.<br />

Hemos ido recordando esto a medida que lo examinamos en <strong>de</strong>talle; pero el propósito<br />

exclusivo <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> este capítulo es simplemente exhortarnos en una forma grave y solemne, a<br />

hacerlo, y siempre a la luz <strong>de</strong>l juicio. Y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, esto no es sólo la enseñanza <strong>de</strong>l Sermón <strong>de</strong>l<br />

Monte; es la enseñanza <strong>de</strong> todo el Nuevo Testamento. Tomemos cualquier pasaje <strong>de</strong> la Biblia<br />

como la Carta a los Efesios, capítulos 4 y 5. Ahí tenemos exactamente lo mismo. El apóstol les<br />

da consejos prácticos, les dice que no mientan, que no roben, que amen, que sean amables y <strong>de</strong><br />

corazón tierno. Ello no es sino una reiteración <strong>de</strong>l Sermón <strong>de</strong>l Monte. El mensaje cristiano no es<br />

una i<strong>de</strong>a teórica; es algo que realmente ha <strong>de</strong> convertirse en un signo <strong>de</strong> nuestra vida diaria. Este<br />

es el propósito <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> este sermón.<br />

Ahora <strong>de</strong>bemos examinar específicamente los versículos 13 y 14 con los cuales nuestro<br />

Señor comienza esta aplicación <strong>de</strong> su propio mensaje. Veámoslos así. Nos dice que lo primero<br />

que <strong>de</strong>bemos hacer, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber leído este sermón, es observar la clase <strong>de</strong> vida a la que nos<br />

llama, y darnos cuenta <strong>de</strong> lo que significa. Hemos visto muchas veces que el peligro, al

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