El Cielo y el Infierno
El Cielo y el Infierno
El Cielo y el Infierno
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
lo ideal de la hermosura en <strong>el</strong> arte no eran sino la intuición de una facultad que había estudiado y<br />
adquirido en otras existencias y que se ha desenvu<strong>el</strong>to en mi última. ¡Pero qué tengo que hacer para<br />
reproducir una obra maestra digna de la gran escena que impresiona al espíritu al llegar a la región<br />
de la luz! ¡Pinc<strong>el</strong>es! ¡Pinc<strong>el</strong>es! Y probaré al mundo que <strong>el</strong> arte espiritista es <strong>el</strong> coronamiento d<strong>el</strong> arte<br />
pagano, d<strong>el</strong> arte cristiano que p<strong>el</strong>igra, y que sólo al Espiritismo está reservada la gloria de hacerle<br />
revivir con todo su brillo sobre vuestro mundo.<br />
“Basta para <strong>el</strong> artista. Vamos a la amiga. ¿Por qué, mi buena amiga (la Sra. de Allan<br />
Kardec), os afectáis así por mi muerte? Sobre todo sabiendo las decepciones y las amarguras de mi<br />
vida. Al contrario, debíais regocijaros al ver que ahora no he de beber en la copa amarga de los<br />
dolores terrestres que he vaciado hasta las heces. Creedme. Los muertos son más f<strong>el</strong>ices que los<br />
vivos, y llorarlos es dudar de la verdad d<strong>el</strong> Espiritismo. Me volveréis a ver, estad segura de <strong>el</strong>lo. He<br />
partido la primera, porque mi tarea ahí estaba concluida. Cada uno tiene que llenar la suya en la<br />
Tierra, y cuando la vuestra haya terminado, vendréis a descansar un poco a mi lado, para volver a<br />
empezar, si es preciso, puesto que no está en la naturaleza <strong>el</strong> permanecer inactivo. Cada uno tiene<br />
sus tendencias y obedece a <strong>el</strong>las. Ésta es una ley suprema que prueba la potencia d<strong>el</strong> libre albedrío.<br />
Además, buena amiga, indulgencia y caridad: todos tenemos necesidad de éstas recíprocamente, sea<br />
en <strong>el</strong> mundo visible. sea en <strong>el</strong> mundo invisible. Con esta divisa todo va bien.<br />
“No me diríais que me detuviese. ¡Sabéis que hablo demasiado por la primera vez! Os dejo,<br />
pues, para volver a mi exc<strong>el</strong>ente amigo Kardec. Quiero darle las gracias por las afectuosas palabras<br />
que ha tenido a bien dirigir a la amiga que le ha precedido en la tumba. Porque ha faltado poco para<br />
partir juntos al mundo en que me encuentro, mi buen amigo. (Alusión a la enfermedad que habla <strong>el</strong><br />
Dr. Demeure) ¿Qué habría dicho la compañera y muy amada de vuestros días, si los buenos<br />
espíritus no hubieran mediado en <strong>el</strong>lo? Entonces sí que hubiera llorado y gemido, y lo comprendo.<br />
Pero también es necesario que v<strong>el</strong>e para que no os expongáis de nuevo al p<strong>el</strong>igro antes de haber<br />
acabado vuestro trabajo de iniciación espiritista. Sin esto corréis riesgo de llegar demasiado pronto<br />
entre nosotros, y de no ver, como Moisés, la tierra prometida sino de lejos. Estad sobre aviso. Os lo<br />
previene una amiga.<br />
“Ahora, me marcho. Voy al lado de mis hijos. Después a ver, más allá de los mares, si mi<br />
oveja viajera ha llegado por fin a puerto, o si es juguete de la tempestad. (Una de sus hijas que<br />
habitaba en América). Que los buenos espíritus la protejan. Con este propósito voy a reunirme con<br />
<strong>el</strong>los. Volveré a hablaros, porque soy una habladora infatigable, ya lo recordaréis. Hasta la vu<strong>el</strong>ta,<br />
pues, mis buenos y queridos amigos. Hasta luego.”<br />
Viuda Foulon<br />
II<br />
8 de febrero de 1865<br />
P. Querida Mme. Foulon, estoy muy contento por la comunicación que habéis dado para mí<br />
<strong>el</strong> otro día y con vuestra promesa de continuar nuestras conversaciones. Os he reconocido<br />
perfectamente en la comunicación. Habláis en <strong>el</strong>la de cosas ignoradas d<strong>el</strong> médium, y que sólo<br />
pueden ser vuestras. Después, vuestro afectuoso lenguaje en cuanto a mí es <strong>el</strong> de vuestra alma<br />
cariñosa. Pero hay en él una seguridad, un aplomo, una firmeza que no os conocía en vuestra vida.<br />
Sabéis que sobre esto me he permitido más de una amonestación en ciertas circunstancias.<br />
R. Es verdad, pero desde que me vi gravemente enferma, he recobrado mi firmeza de<br />
espíritu, perdida por las penas y las vicisitudes que me habían a veces hecho tímida durante la vida.<br />
Página 108