El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
inútil, sobrio si se fue disoluto, de buen ejemplo si se fue de mal ejemplo, etc. Así es como <strong>el</strong><br />
espíritu progresa aprovechando su pasado. 4<br />
4. La necesidad de la reparación es un principio de rigurosa justicia, que puede considerarse como la<br />
verdadera ley de rehabilitación moral de los espíritus. Es una doctrina que ninguna r<strong>el</strong>igión ha proclamado<br />
todavía.<br />
Sin embargo, algunas personas la rechazan, porque hallarían más cómodo borrar sus malas acciones<br />
con un sencillo arrepentimiento, que no cuesta más que palabras ayudadas por algunas fórmulas. Libres son de<br />
creerse satisfechas, más tarde verán si esto les basta. Pregúntes<strong>el</strong>es si ese principio no está consagrado por la ley<br />
humana,ysilajusticiadeDiosesinferioralad<strong>el</strong>oshombres. ¿Se darían por satisfechos de un individuo que,<br />
habiéndose arruinado por abuso de confianza, se limitase a decir que lo siente infinitamente? ¿Por qué<br />
retroceden ante una obligación, que todo hombre honrado tiene <strong>el</strong> deber de cumplir en la medida de sus<br />
fuerzas?<br />
Cuando esta perspectiva de la reparación se inculque en la creencia de las masas, será un freno mucho<br />
más poderoso que <strong>el</strong> d<strong>el</strong> infierno y de las penas eternas, porque se refiere a la actualidad de la vida, y <strong>el</strong> hombre<br />
comprenderá la razón de ser de las circunstancias penosas en que se encuentra colocado.<br />
18. Los espíritus imperfectos están excluidos de los mundos dichosos, en los cuales<br />
turbarían la armonía. Permanecen en los mundos inferiores, donde por medio de las tribulaciones de<br />
la vida expían sus faltas y se purifican de sus imperfecciones hasta que merezcan ser encarnados en<br />
los mundos más ad<strong>el</strong>antados moral y físicamente.<br />
Si puede concebirse un lugar de castigo circunscrito, es <strong>el</strong> de los mundos de expiación,<br />
porque a su alrededor pululan los espíritus desencarnados, esperando una nueva existencia que<br />
permitiéndoles reparar <strong>el</strong> mal que han hecho, coopere a su ad<strong>el</strong>anto.<br />
19. Como <strong>el</strong> espíritu tiene siempre su libre albedrío, algunas veces es lenta su mejora, y muy<br />
tenaz su obstinación en <strong>el</strong> mal. Puede que su persistencia en desafiar la justicia de Dios cede ante <strong>el</strong><br />
sufrimiento, y a pesar de su falso orgullo, reconoce la potencia superior que le domina. Desde que<br />
se manifiesta en él los primeros resplandores d<strong>el</strong> arrepentimiento, Dios le hace entrever la<br />
esperanza.<br />
Ningún espíritu se halla en tal condición que no pueda mejorarse nunca. De otro modo,<br />
estaría destinado fatalmente a una eterna inferioridad y fuera de la ley d<strong>el</strong> progreso, que rige<br />
infalible a todas las criaturas.<br />
20. Cualesquiera que sean la inferioridad y la perversidad de los espíritu, Dios no les<br />
abandona jamás. Todos tienen su áng<strong>el</strong> guardián que v<strong>el</strong>a por <strong>el</strong>los, espía los movimientos de su<br />
alma y se esfuerza en suscitar en <strong>el</strong>los buenos pensamientos, y <strong>el</strong> deseo de progresar y de reparar en<br />
una nueva existencia <strong>el</strong> mal que han hecho. Sin embargo, <strong>el</strong> guía protector obra lo más a menudo de<br />
una manera oculta, sin ejercer ninguna presión.<br />
<strong>El</strong> espíritu debe mejorarse por <strong>el</strong> hecho de su propia voluntad, y no a consecuencia de una<br />
fuerza cualquiera. Obra bien o mal en virtud de su libre albedrío, pero sin ser fatalmente inducido<br />
en un sentido o en otro. Si hace mal, sufre sus consecuencias tanto tiempo como permanece en <strong>el</strong><br />
mal camino. Luego que da un paso hacia <strong>el</strong> bien, siente inmediatamente los efectos.<br />
Observación. Sería un error <strong>el</strong> creer que, en virtud de la ley d<strong>el</strong> progreso, la certeza de que<br />
ha de llegar tarde o temprano a la perfección y a la dicha puede ser una excitación para que<br />
persevere en <strong>el</strong> mal, dejando <strong>el</strong> arrepentimiento para más tarde.<br />
En primer lugar, porque <strong>el</strong> espíritu inferior no ve <strong>el</strong> término de su situación. En segundo,<br />
porque <strong>el</strong> espíritu, siendo <strong>el</strong> artífice de su propia desgracia, acaba por comprender que de él<br />
depende <strong>el</strong> hacerlas cesar, y que cuanto más persista en <strong>el</strong> mal, durará más tiempo su desgracia. Que<br />
su sufrimiento durará siempre, si él mismo no le pone un término. Éste sería, pues, un cálculo falso,<br />
cuya primera víctima sería él. Si, al contrario, según <strong>el</strong> dogma de las penas irremisibles, le ha sido<br />
cerrada toda esperanza, persevera en <strong>el</strong> mal, porque no tiene ningún interés en volver al bien, que<br />
no le es de utilidad.<br />
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