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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

comunicarse conmigo. Ruego también a mi áng<strong>el</strong> guardián tenga a bien asistirme y apartar los<br />

malos espíritus. O bien cuando se trata d<strong>el</strong> llamamiento de un espíritu determinado: Ruego a Dios<br />

Todopoderoso permita al espíritu de tal comunicarse conmigo (<strong>El</strong> Libro de los Médiums, cap.<br />

XVII. nº 203).<br />

15. Las acusaciones lanzadas por la iglesia contra 1a práctica de las evocaciones no<br />

conciernen, pues, al Espiritismo, puesto que se dirigen principalmente contra las operaciones de la<br />

magia con 1a cual no tiene ninguna r<strong>el</strong>ación. Puesto que condena en estas operaciones lo que <strong>el</strong>la<br />

misma condena, puesto que no atribuye a los buenos espíritus un pap<strong>el</strong> indigno de <strong>el</strong>los, y puesto<br />

que, en fin, declara que no pide ni quiere obtener nada sin <strong>el</strong> permiso de Dios.<br />

No hay duda de que puede haber personas que abusen de las evocaciones, que hagan de <strong>el</strong>lo<br />

un pasatiempo y diversión y que las aparten de su fin providencial para emplearlas en pro de sus<br />

intereses personales, que por ignorancia, ligereza, orgullo o concupiscencia, se separen de los<br />

verdaderos principios de la doctrina.<br />

Pero <strong>el</strong> Espiritismo formal desaprueba esto, así como desaprueba la r<strong>el</strong>igión los falsos<br />

devotos y los excesos d<strong>el</strong> fanatismo. No era, pues, lógico ni equitativo imputar al Espiritismo en<br />

general los abusos que condena, o las faltas de los que no lo comprenden. Antes de formular una<br />

acusación, es preciso ver si es justa. Diremos, pues, que la reprobación de la iglesia se dirige a los<br />

charlatanes, a los explotadores, a las prácticas de la magia y de la hechicería, y en esto tiene razón.<br />

Cuando la crítica r<strong>el</strong>igiosa o escéptica señala los abusos y vitupera <strong>el</strong> charlatanismo, hace resaltar<br />

mejor la pureza de la sana doctrina, ayudándola de este modo a desembarazarse de la escoria. Y con<br />

esto facilita nuestra tarea. Su error está en confundir <strong>el</strong> bien y <strong>el</strong> mal, por ignorancia d<strong>el</strong> mayor<br />

número y por mala fe de algunos. Pero la distinción que <strong>el</strong>la no hace, la hacen otros. En todos los<br />

casos su censura, a la cual se asocia todo espíritu sincero en <strong>el</strong> límite de lo que se aplica al mal, no<br />

puede alcanzar a la doctrina.<br />

16. “Los seres misteriosos que se presentan d<strong>el</strong> mismo modo al primer llamamiento d<strong>el</strong><br />

herético y d<strong>el</strong> impío como al d<strong>el</strong> fi<strong>el</strong>, d<strong>el</strong> crimen como de la inocencia, no son los enviados de Dios,<br />

ni los apóstoles de la verdad, sino los secuaces d<strong>el</strong> error y d<strong>el</strong> infierno.”<br />

¡Tenemos que al herético, al impío y al criminal, Dios no permite que vayan los buenos<br />

espíritus a sacarles d<strong>el</strong> error para salvarles de la perdición eterna! ¡No les envía sino los secuaces<br />

d<strong>el</strong> infierno, para hundirles más en <strong>el</strong> fango! ¡Más aún, no envía a la inocencia sino seres perversos<br />

para pervertirla! ¿No se encuentra, pues, entre los áng<strong>el</strong>es, entre esas criaturas privilegiadas de<br />

Dios, ningún ser lo bastante compasivo para acudir en auxilio de esas almas perdidas? ¿Para qué las<br />

brillantes cualidades de que están dotados, si no sirven más que para sus goces personales? ¿Son<br />

realmente buenos, si en medio de las d<strong>el</strong>icias de la contemplación ven a esas almas en <strong>el</strong> camino d<strong>el</strong><br />

infierno y no corren a salvarlas?<br />

¿Acaso no es ésta la imagen d<strong>el</strong> rico egoísta, que teniendo hasta lo superfluo, deja sin piedad<br />

que <strong>el</strong> pobre muera en la puerta de su casa? ¿No es esto <strong>el</strong> egoísmo que se erige en virtud y<br />

pretende <strong>el</strong>evarse hasta los pies d<strong>el</strong> Eterno?<br />

¿Os maravilláis de que los buenos espíritus vayan al herético y al impío? ¿Olvidáis, acaso,<br />

esta parábola de Cristo: “<strong>El</strong> que está sano no tiene necesidad de médico”? ¿Os empeñáis en no ver<br />

las cosas desde un punto más <strong>el</strong>evado que los fariseos de su tiempo? ¿Y vosotros mismos, si fuerais<br />

llamados por un incrédulo, dejaríais de ir a él para ponerle en <strong>el</strong> buen camino? Los buenos espíritus<br />

hacen, pues, lo que vosotros haríais: van al impío a decirle buenas palabras. En lugar de<br />

anatematizar las comunicaciones de ultratumba, bendecid los caminos d<strong>el</strong> Señor, maravillaos de su<br />

omnipotencia y bondad infinita.<br />

17. Hay, se dice, áng<strong>el</strong>es guardianes. Pero cuando no pueden hacerse oír por la voz<br />

misteriosa de la conciencia o la inspiración, ¿por qué no se emplean medios de acción más directos<br />

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