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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

de mansión. ¿Dónde está, pues? A esta pregunta todas las r<strong>el</strong>igiones enmudecen.<br />

<strong>El</strong> Espiritismo la resu<strong>el</strong>ve demostrando <strong>el</strong> verdadero destino d<strong>el</strong> hombre. Tomando por<br />

punto de partida la naturaleza de éste y los atributos de Dios, se llega a la conclusión de que,<br />

partiendo de lo conocido, se llega a lo desconocido por una deducción lógica, sin mencionar las<br />

observaciones directas que <strong>el</strong> Espiritismo permite hacer.<br />

5. <strong>El</strong> hombre está compuesto de un cuerpo y de espíritu. <strong>El</strong> espíritu es <strong>el</strong> ser principal, <strong>el</strong> ser<br />

racional, <strong>el</strong> ser int<strong>el</strong>igente. <strong>El</strong> cuerpo es la envoltura material que viste temporalmente <strong>el</strong> espíritu<br />

para <strong>el</strong> cumplimiento de su misión en la Tierra y la ejecución d<strong>el</strong> trabajo necesario para su ad<strong>el</strong>anto.<br />

<strong>El</strong> cuerpo gastado se destruye, y <strong>el</strong> espíritu sobrevive a su destrucción. Sin <strong>el</strong> espíritu, <strong>el</strong> cuerpo no<br />

es más que materia inerte, como un instrumento privado d<strong>el</strong> brazo que le hace obrar; pero sin <strong>el</strong><br />

cuerpo, <strong>el</strong> espíritu lo es todo: vida e int<strong>el</strong>igencia. Dejando <strong>el</strong> cuerpo, vu<strong>el</strong>ve al mundo espiritual d<strong>el</strong><br />

cual salió para encarnarse. Hay, pues, <strong>el</strong> mundo corporal, compuesto de espíritus encarnados, y <strong>el</strong><br />

mundo espiritual, formado por los espíritus desencarnados.<br />

Los seres d<strong>el</strong> mundo corporal, por <strong>el</strong> mismo hecho de tener una envoltura material, han de<br />

residir en la Tierra o en otro planeta cualquiera. <strong>El</strong> mundo espiritual está en todas partes, alrededor<br />

nuestro y en <strong>el</strong> espacio, puesto que no tiene límites. En razón a la naturaleza fluídica de su<br />

envoltura, los seres que la componen, en lugar de arrastrarse penosamente por <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, traspasan<br />

las distancias con la rapidez d<strong>el</strong> pensamiento. La muerte d<strong>el</strong> cuerpo es la rotura de los lazos que los<br />

cautivaba.<br />

6. Los espíritus son creados sencillos e ignorantes, pero con la oportunidad de adquirirlo<br />

todo y progresar, en virtud de su libre albedrío. A través d<strong>el</strong> progreso adquieren nuevos<br />

conocimientos, nuevas facultades, nuevas percepciones, y como consecuencia, nuevos goces y<br />

comprenden lo que los espíritus atrasados no pueden ni oír, ni ver, ni sentir, ni comprender. La<br />

dicha está en proporción al progreso obtenido, de manera que, de dos espíritus, uno puede no ser<br />

tan f<strong>el</strong>iz como <strong>el</strong> otro únicamente porque no está tan ad<strong>el</strong>antado int<strong>el</strong>ectual y moralmente, sin que<br />

deban estar cada uno en distinto sitio. Aunque ambos estén juntos, uno puede estar en tinieblas,<br />

mientras que todo puede ser resplandeciente para <strong>el</strong> otro; ocurre lo mismo entre un ciego y una<br />

persona que ve que se dan la mano: este último percibe la luz que no produce impresión alguna en<br />

<strong>el</strong> ciego. La dicha de los espíritus, siendo inherente a las cualidades que poseen, la toman en donde<br />

la encuentra, en la superficie de la Tierra, en medio de los encarnados o en <strong>el</strong> espacio.<br />

Una comparación vulgar hará comprender aún mejor esta situación. En un concierto se<br />

encuentran dos hombres. <strong>El</strong> primero es un buen músico, con oído fino, <strong>el</strong> segundo sin<br />

conocimientos musicales y con poco oído. <strong>El</strong> primero experimenta una sensación muy agradable<br />

mientras que <strong>el</strong> segundo se queda insensible, porque <strong>el</strong> uno comprende y percibe lo que no produce<br />

impresión alguna en <strong>el</strong> otro. Así sucede con todos los goces de los espíritus: están en proporción de<br />

su aptitud para sentirlos. <strong>El</strong> mundo espiritual tiene en todas partes esplendores, armonías y<br />

sensaciones que los espíritus inferiores, todavía sometidos a la influencia de la materia, ni aún<br />

vislumbran, y sólo los espíritus purificados lo perciben.<br />

7. <strong>El</strong> progreso de los espíritus es fruto de su propio trabajo, pero como son libres, trabajan<br />

para su ad<strong>el</strong>anto con más o menos actividad o negligencia, según su voluntad. Ad<strong>el</strong>antan o detienen<br />

así su progreso, y por consiguiente, su dicha. Mientras que unos ad<strong>el</strong>antan rápidamente, otros se<br />

estacionan durante muchos siglos en rangos inferiores. Son, pues, los autores de su propia situación,<br />

f<strong>el</strong>iz o desgraciada, según estas palabras de Cristo: “¡A cada uno según sus obras!” Todo espíritu<br />

que queda rezagado, sólo debe culparse a sí mismo, así como al que ad<strong>el</strong>anta le corresponde <strong>el</strong><br />

mérito de <strong>el</strong>lo. La dicha, que es obra suya, tiene a sus ojos un gran precio.<br />

La bienaventuranza suprema sólo es peculiar de los espíritus perfectos, es decir, de los<br />

espíritus puros. Sólo la alcanzan después de haber progresado en int<strong>el</strong>igencia y moralidad.<br />

<strong>El</strong> progreso int<strong>el</strong>ectual y <strong>el</strong> progreso moral rara vez marchan a la par, pero lo que <strong>el</strong> espíritu<br />

no hace en un tiempo, lo hace en otro, de manera que los dos progresos concluyen al llegar a un<br />

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