El Cielo y el Infierno
El Cielo y el Infierno
El Cielo y el Infierno
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
R. Ilusión de mi imaginación, que se iba siempre más allá d<strong>el</strong> objeto. La catalepsia puede ser<br />
larga, pero no indeterminada. Tradiciones, leyendas aumentadas por la imaginación oriental.<br />
Amigos míos, he sufrido ya mucho repasando las ilusiones con que he alimentado a mi espíritu. No<br />
os engañéis con <strong>el</strong>las. Había aprendido mucho, y lo puedo afirmar, mi int<strong>el</strong>igencia, dispuesta a<br />
apropiarse estos vastos y diversos estudios. Había conservado de mi última encarnación <strong>el</strong> amor a lo<br />
maravilloso y al conjunto sacado de las imaginaciones populares.<br />
Poco me he ocupado todavía de las cuestiones puramente int<strong>el</strong>ectuales en <strong>el</strong> sentido en que<br />
lo tomáis.<br />
¿Cómo lo podría hacer, deslumbrado, absorto como estoy por <strong>el</strong> maravilloso espectáculo<br />
que me rodea? <strong>El</strong> lazo d<strong>el</strong> Espiritismo, más poderoso que lo que vosotros, como hombres, podéis<br />
concebir, puede sólo atraer mi ser hacia esta Tierra que abandono, no con alegría, lo que sería una<br />
impiedad, sino con <strong>el</strong> profundo reconocimiento de la libertad.<br />
En la suscripción abierta por la sociedad para socorros de los obreros de Lyon, en febrero de 1862, un<br />
miembro dio 50 francos, 25 por su propia cuenta y25 en nombre d<strong>el</strong> Sr. Jobard. Este último dictó a este objeto la<br />
comunicación siguiente:<br />
“Tengo <strong>el</strong> mayor placer y reconocimiento porque mis hermanos espiritistas no me han<br />
olvidado.<br />
“Gracias al corazón generoso que os ha traído la ofrenda, la misma que yo hubiese dado si<br />
hubiera habitado aún vuestro mundo. En éste en que habito ahora no hay necesidad de moneda. Me<br />
ha sido, pues, necesario sacar de la bolsa de la amistad, para dar pruebas materiales de que estaba<br />
conmovido por <strong>el</strong> infortunio de mis hermanos de Lyon. Bravos trabajadores que ardientemente<br />
cultiváis la viña d<strong>el</strong> Señor, es preciso que creáis que la caridad no es una palabra vana, puesto que<br />
pequeños y grandes os han mostrado simpatía y fraternidad. ¡Estáis en la gran vía humanitaria d<strong>el</strong><br />
progreso! ¡Quiera Dios manteneros en <strong>el</strong>la, para que podáis ser más y más dichosos, los espíritus<br />
amigos os sostendrán triunfantes!<br />
“Empiezo a vivir tranquilamente, más pacífico y menos turbado por las evocaciones que<br />
como lluvia caían sobre mí. La moda reina también entre los espíritus. Cuando la moda Jobard pase<br />
y dé lugar a otra, entraré en la nada d<strong>el</strong> olvido humano. Suplicaré entonces a mis amigos formales,<br />
entendiendo por formales aqu<strong>el</strong>los cuya int<strong>el</strong>igencia no olvida, que me evoquen. Entonces<br />
profundizaremos cuestiones tratadas demasiado superficialmente, y vuestro Jobard, transfigurado<br />
d<strong>el</strong> todo, podrá seros útil, lo que desea de todo corazón.”<br />
Jobard<br />
Después de los primeros tiempos consagrados a tranquilizar a sus amigos, <strong>el</strong> Sr. Jobard se ha colocado<br />
entre los espíritus que trabajan activamente en la renovación social, esperando su próxima vu<strong>el</strong>ta entre los vivos,<br />
para tomar con <strong>el</strong>los en la misma una parte más directa.<br />
Desde esta época ha dado a menudo a la sociedad de París, de la que continúa siendo miembro,<br />
comunicaciones de una incontestable superioridad, sin desistir de la originalidad y de los graciosos arranques<br />
que formaban <strong>el</strong> fondo de su carácter, y le dan a conocer antes de que haya puesto su firma.<br />
Samu<strong>el</strong> Philipe<br />
Samu<strong>el</strong> Philipe era un hombre de bien en toda la acepción de la palabra. Nadie recordaba<br />
haberle visto cometer una mala acción, ni haber hecho voluntariamente perjuicio a quien quiera que<br />
fuese. De una adhesión sin límites para con sus amigos, se tenía siempre la seguridad de encontrarle<br />
dispuesto cuando se trataba de prestar algún servicio, aunque fuese a costa de sus intereses. Penas,<br />
fatigas, sacrificios, no le importaban nada con tal de ser útil, y lo hacía naturalmente, sin<br />
Página 98