El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
en sostener la fe de los que os escuchan, en predicar la caridad, la bondad y la benevolencia, aun<br />
cuando se porten mal con vos, la resistencia que hacéis a vuestros instintos de cólera que podríais<br />
satisfacer tan fácilmente contra los que os afligen o desconocen vuestras intenciones, vienen<br />
f<strong>el</strong>izmente a neutralizar lo que tenéis de malo. Y sabedlo, <strong>el</strong> perdón es un poderoso contrapeso.<br />
Dios os colma de sus gracias por la facultad que os da, y sólo a vos corresponde <strong>el</strong><br />
aumentarla con vuestros esfuerzos, a fin de trabajar eficazmente en la salvación d<strong>el</strong> prójimo. Voy a<br />
dejaros, pero contad conmigo. Procurad moderar vuestras ideas terrestres y vivir más a menudo con<br />
vuestros amigos de aquí.<br />
P...<br />
Bernardin<br />
Burdeos, abril de 1 862<br />
“Soy un espíritu olvidado desde hace muchos siglos. He vivido en la Tierra en la miseria y<br />
<strong>el</strong> oprobio. He trabajado sin descanso para llevar cada día a mi familia un pedazo de pan<br />
insuficiente. Pero amaba a mi verdadero dueño, y cuando <strong>el</strong> que me cargaba en la Tierra aumentaba<br />
<strong>el</strong> peso de mi dolor, decía: Dios mío, dadme la fuerza de soportar este peso sin quejarme. Expiaba,<br />
amigos míos, pero al salir de esta ruda prueba, <strong>el</strong> Señor me ha recibido en la paz, y mis fervientes<br />
votos han sido para reuniros a todos a mi alrededor, mis queridos hijos y hermanos, para deciros:<br />
Por muy alto que <strong>el</strong>evéis su precio, la dicha que os espera está aún mucho más alta.<br />
“No tenía estado. Hijo de una numerosa familia, he servido a quien podía ayudarme a<br />
soportar mi vida. Nacido en una época en que la servidumbre era cru<strong>el</strong>, he soportado todas las<br />
injusticias, todos los vasallajes. todas las cargas que querían imponerme los subalternos d<strong>el</strong> Señor.<br />
He visto a mi mujer ultrajada, a mis hijas arrebatadas y después abandonadas sin que me pudiera<br />
quejar. He visto llevar a mis hijos a las guerras de pillaje y de crímenes, ahorcados por faltas que no<br />
habían cometido. ¡Si supieseis, pobres amigos, lo que he sufrido en mi bastante larga existencia!<br />
Pero esperaba, esperaba la dicha que no está en la Tierra, y <strong>el</strong> Señor me la ha concedido. Así pues, a<br />
todos, hermanos míos, os encargo valor, paciencia y resignación.<br />
“Hijo mío, tú puedes conservar lo que te he dado. Es una enseñanza práctica. Al que predica,<br />
le escuchan mejor cuando puede decir. «He sufrido más que vosotros y he sufrido sin quejarme.»”<br />
P. ¿En qué época vivíais?<br />
R. De 1400 a 1460.<br />
P. ¿Habéis tenido otra existencia después?<br />
R. Sí, he vivido también entre vosotros como misionero, sí, misionero de la fe. Pero de la<br />
verdadera, de la pura, de la que sale de Dios, y no de la que los hombres han hecho.<br />
P. ¿Ahora, como espíritu, tenéis todavía ocupaciones?<br />
R. ¿Podríais creer que los espíritus permanezcan inactivos? La inacción, la inutilidad, sería<br />
para <strong>el</strong>los un suplicio. Mi misión es la de guiar centros de obreros al Espiritismo. Inspiro a éstos<br />
buenos pensamientos, y me esfuerzo en neutralizar los que los malos espíritus desean sugerirles.<br />
Bernardin<br />
La condesa Paula<br />
Esta era una mujer joven, b<strong>el</strong>la, rica, de un ilustre nacimiento según <strong>el</strong> mundo, y además un<br />
mod<strong>el</strong>o cumplido de todas las buenas cualidades d<strong>el</strong> corazón y d<strong>el</strong> espíritu. Murió a los treinta y<br />
seis años, en 1851. Era una de esas personas cuya oración fúnebre se resume en todas las bocas con<br />
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