El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
Así pensaba en mi fe católica. Y si no me atrevía a entrever los esplendores d<strong>el</strong> paraíso, mi alma<br />
trémula se refugiaba en la expiación d<strong>el</strong> purgatorio, y rogaba, sufría y lloraba. Pero, ¿quién dio a,<br />
mi debilidad la fuerza de soportar mis angustias? ¿Quién, en las largas noches de insomnio y de<br />
fiebre dolorosa, se inclinaba sobre mi cabecera de mártir? ¿Quién refrescaba mis labios ardientes?<br />
Erais vos, mi áng<strong>el</strong> guardián, cuya blanca aureola me rodeaba, erais vosotros también, queridos<br />
espíritus amigos, que veníais a decir a mi oído palabras de esperanza y de amor.<br />
“La llama que consumió mi débil cuerpo me despojó d<strong>el</strong> afecto a lo que pasa, también morí<br />
viviendo de la verdadera vida. No conocí la turbación, y entré serena y recogida en <strong>el</strong> día radiante<br />
que envu<strong>el</strong>ve a los que, después de haber sufrido mucho, han esperado un poco. Mi madre, mi<br />
querida madre, fue la última vibración terrestre que resonó en mi alma. ¡Cómo me complacería que<br />
fuese espiritista!<br />
“Me he desprendido d<strong>el</strong> árbol terrestre como un fruto maduro antes d<strong>el</strong> tiempo. Tan sólo<br />
rozóme <strong>el</strong> demonio d<strong>el</strong> orgullo, que punza a las almas de las desgraciadas arrastradas por brillantes<br />
triunfos y la embriaguez de la juventud. Yo bendigo la llama, que era una expiación. Semejante a<br />
esas ligeras nubecillas blancas d<strong>el</strong> otoño, floto arrastrada en la corriente luminosa. No son estr<strong>el</strong>las<br />
de diamantes las que brillan en mi frente, sino las estr<strong>el</strong>las de oro d<strong>el</strong> buen Dios.”<br />
Emma<br />
En otro centro, en <strong>El</strong> Havre, <strong>el</strong> mismo espíritu dio también espontáneamente la comunicación siguiente,<br />
<strong>el</strong> 30 de julio de 1863.<br />
“Los que sufren en la Tierra son recompensados en la otra vida. Dios está lleno de justicia y<br />
de misericordia para los que sufren aquí abajo. Concede dicha tan pura, f<strong>el</strong>icidad tan perfecta, que<br />
no se debieran temer ni los sufrimientos, ni la muerte, si a las pobres criaturas humanas les fuera<br />
posible sondear los misteriosos designios de nuestro Creador.<br />
“Pero la Tierra es un lugar de pruebas, a menudo muy grandes, a veces sembradas de<br />
dolores muy punzantes. Resignaos a todo, si <strong>el</strong>las os alcanzan, resignaos a todas ante la bondad<br />
suprema de Dios, que es Todopoderoso. Si os da una carga pesada para que la llevéis, si os llama a<br />
Él después de grandes sufrimientos, veréis en la otra vida, en la vida f<strong>el</strong>iz, de cuán poca importancia<br />
son estos dolores y estas penas de la Tierra, cuando juzguéis de la recompensa que Dios os reserva,<br />
si vuestro corazón no ha pronunciado ninguna queja, ningún murmullo. Muy joven he dejado la<br />
Tierra. Dios ha querido perdonarme y darme la vida de los que han respetado sus voluntades.<br />
Adorad siempre a Dios, amadle con todo vuestro corazón. Rogadle sobre todo, rogadle firmemente:<br />
ese es vuestro sostén allá en la Tierra, vuestra esperanza, vuestra salvación.”<br />
Emma<br />
<strong>El</strong> Dr. Vignal<br />
Antiguo miembro de la Sociedad de París, muerto <strong>el</strong> 27 de marzo de 1865. La víspera de su<br />
entierro, un sonámbulo muy lúcido que ve muy bien los espíritus, a quien se rogó se transportase<br />
cerca d<strong>el</strong> expresado doctor y dijese si le veía, respondió:<br />
“Veo un cadáver en <strong>el</strong> cual se verifica un trabajo extraordinario; se diría una masa que se<br />
agita, y como algo que hace esfuerzos para desprenderse de <strong>el</strong>la, pero le cuesta trabajo vencer la<br />
resistencia. No distingo forma de espíritu bien determinada.”<br />
Fue evocado en la Sociedad de París <strong>el</strong> 31 de marzo.<br />
P. Querido Sr. Vignal. todos vuestros antiguos colegas de la Sociedad de París os han<br />
conservado <strong>el</strong> mejor recuerdo, y yo en particular <strong>el</strong> de las exc<strong>el</strong>entes r<strong>el</strong>aciones que no han cesado<br />
entre nosotros. Llamándoos, tenemos desde luego por objeto daros un testimonio de simpatía, y<br />
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