02.05.2014 Views

El Cielo y el Infierno

El Cielo y el Infierno

El Cielo y el Infierno

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

modo de exclamar: “¡Acordaos de los pobres, de las viudas y de los huérfanos!” Durante este<br />

tiempo, Slizgol había reunido 90.000 rublos. Pero no guardó un kopek para él. Aliviaba los<br />

enfermos, que cuidaba por sí mismo, pagaba la enseñanza de los niños pobres, distribuía a los<br />

necesitados los comestibles que se le daban. La noche la tenía consagrada a la preparación de<br />

tabaco en polvo que vendía para atender a sus propias necesidades. Lo que le sobraba pertenecía a<br />

los pobres. Szvm<strong>el</strong> estaba solo en <strong>el</strong> mundo. <strong>El</strong> día de su entierro fue acompañado por gran parte de<br />

la población, y las tiendas se cerraron.<br />

Sociedad Espiritista de París, 15 de junio de 1865<br />

Evocación.<br />

R. Demasiado f<strong>el</strong>iz, y después de haber llegado a 1a plenitud de mi ambición, que he<br />

pagado muy cara, estoy aquí en medio de vosotros desde <strong>el</strong> principio de esta reunión. Os doy<br />

gracias porque os ocupáis d<strong>el</strong> espíritu d<strong>el</strong> pobre mendigo, que con alegría procurará responder a<br />

vuestras preguntas.<br />

P. Una carta de Vilna nos ha hecho conocer las particularidades más notables de vuestra<br />

existencia. Por la simpatía que nos inspiran, hemos tenido deseo de dirigiros la palabra. Os damos<br />

las gracias por haber venido a nuestro llamamiento, y puesto que estáis dispuesto en respondernos,<br />

tendremos <strong>el</strong> mayor placer, para nuestra instrucción, en conocer vuestro estado como espíritu, y las<br />

causas que han motivado <strong>el</strong> género de vuestra última existencia.<br />

R. En primer lugar, conceded a mi espíritu, que comprende su verdadero estado, <strong>el</strong> favor de<br />

que os diga su opinión sobre <strong>el</strong> pensamiento que habéis tenido con respecto a mí, pido vuestros<br />

consejos si es falsa.<br />

Encontráis singular que la manifestación pública haya tomado tanta parte para prestar<br />

homenaje al hombre indigente que ha sabido por su caridad atraerse tal simpatía. No digo esto por<br />

vos, querido maestro, ni por ti, querido médium, ni por todos vosotros, verdaderos y sinceros<br />

espiritistas, pues hablo por las personas indiferentes a la creencia. No hay en eso nada de admirable.<br />

La fuerza de presión moral que ejerce la d<strong>el</strong> bien sobre la Humanidad es tal que, por<br />

materiales que seamos, siempre se acata, siempre se saluda al bien, a pesar de la tendencia que se<br />

tiene al mal.<br />

Vamos a vuestras preguntas, que por vuestra parte no las habéis dictado por curiosidad, sino<br />

que las formuláis sencillamente con la idea de la instrucción general. Voy a referiros con la mayor<br />

brevedad posible, ya que estoy libre, cuáles son las causas que han motivado y determinado mi<br />

última existencia.<br />

Hace muchos siglos vivía con <strong>el</strong> título de rey, o al menos de príncipe soberano. En <strong>el</strong> círculo<br />

de mi poderío, r<strong>el</strong>ativamente estrecho en comparación de vuestros estados actuales, era dueño<br />

absoluto d<strong>el</strong> destino de mis súbditos. Obraba como tirano, mejor dicho, como verdugo. De carácter<br />

imperioso, violento, avaro y sensual, veis desde luego cuál debía ser la suerte de los pobres seres<br />

que vivían bajo mis leyes. Abusaba de mi poder para oprimir al débil, para poner a contribución<br />

toda especie de oficios, de trabajos, de pasiones y de dolores para <strong>el</strong> servicio de mis propias<br />

pasiones. De esta suerte imponía un tributo al producto de la mendicidad. Ninguno podía mendigar<br />

sin que por anticipado yo hubiese tomado mi buena parte de lo que la piedad humana depositaba<br />

en la escarc<strong>el</strong>a de la miseria. Todavía más, a fin de no disminuir <strong>el</strong> número de mendigos entre mis<br />

súbditos, prohibí a los desgraciados dejar a sus amigos, a sus padres o a sus allegados, la<br />

insignificante parte que quedaba a aqu<strong>el</strong>los pobres seres. En una palabra, fui todo lo más implacable<br />

que se ha conocido para con <strong>el</strong> sufrimiento y la miseria.<br />

Perdí, en fin, lo que llamáis la vida, entre tormentos y sufrimientos horribles. Mi muerte fue<br />

un mod<strong>el</strong>o de terror para todos los que como yo, aunque en menor escala, tomaban parte en mi<br />

modo de obrar. Permanecí en estado de espíritu errante durante tres siglos y medio, y cuando al fin<br />

Página 201

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!