<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec que los llama?” ¿Jesús no dejó la morada de su Padre para nacer en un establo? Por otra parte, dónde habéis visto nunca que <strong>el</strong> Espiritismo atribuya las cosas triviales a los espíritus superiores? Por <strong>el</strong> contrario, dice que las cosas vulgares son producto de espíritus vulgares. Pero no porque sean vulgares han dejado de afectar las imaginaciones, sirviendo para probar la existencia d<strong>el</strong> mundo espiritual y demostrando que este mundo es otra cosa distinta de lo que se creía. Esto en <strong>el</strong> principio era un medio sencillo como todo lo que empieza. Pero <strong>el</strong> árbol, aunque salido de un pequeño grano, no por eso, más tarde, ha dejado de extender muy lejos su ramaje. ¿Quién hubiera creído que d<strong>el</strong> miserable pesebre de B<strong>el</strong>én saldría un día la palabra que debía conmover al mundo? Cristo es <strong>el</strong> Mesías divino, esto es indudable. Su palabra es la verdad, también es muy cierto. La r<strong>el</strong>igión fundada sobre esta palabra será inquebrantable, esto es la realidad. Pero con la condición de que siga y practique su sublime doctrina y no haga de un Dios justo y bueno, tal como él nos lo rev<strong>el</strong>ó, un Dios parcial, vengativo y despiadado. Página 79
<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec CAPÍTULO XI De la prohibición de evocar a los muertos 1. La iglesia no niega en ningún concepto <strong>el</strong> hecho de las manifestaciones. Al contrario, las admite todas, como se ha visto en las citas precedentes, pero las atribuye a la intervención exclusiva de los demonios. No hay razón para que algunos invoquen <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io para impedirlas, porque de <strong>el</strong>las no habla una palabra. <strong>El</strong> supremo argumento de que se valen es la prohibición de Moisés. He aquí en qué términos se expresa con este motivo la pastoral citada en los capítulos anteriores: “No es permitido ponerse en r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong>los (los espíritus) ya sea inmediatamente, ya sea por intermedio de los que los evocan e interrogan. La ley mosaica castigaba de muerte esas prácticas detestables, en uso entre los gentiles: «No vayáis a encontrar los magos -dice <strong>el</strong> Libro d<strong>el</strong> Levítico-, y no dirijáis a los adivinos ninguna pregunta por miedo de quedar manchados dirigiéndoos a <strong>el</strong>los» (cap. XVI. v.31). «Si un hombre o una mujer tiene un espíritu de Python o de adivinación, que sean castigados a muerte. Serán apedreados y su sangre caerá sobre sus cabezas» (cap. XX, v. 27), y en <strong>el</strong> Libro d<strong>el</strong> Deuteronomio: «Que no haya nadie entre vosotros que consulte a los adivinos, o que observe los sueños y los augurios, o que use maleficios, sortilegios y encantamientos, o que consulte a los que tienen <strong>el</strong> espíritu de Python y que practican la adivinación, o que interrogan a los muertos para saber la verdad, porque <strong>el</strong> Señor tiene en abominación todas estas cosas, y destruirá a vuestra llegada las naciones que cometan estos crímenes» (cap. XVIII, v. l0, 11, 12).” 2. Es útil para la comprensión d<strong>el</strong> verdadero sentido de las palabras de Moisés, recordar <strong>el</strong> texto completo, un poco abreviado, en esta cita: “No os apartéis de vuestro Dios para ir a buscar los magos, y no consultéis a los adivinos, por miedo de mancharos, dirigiéndoos a <strong>el</strong>los. Yo soy <strong>el</strong> Señor vuestro Dios” (Levítico, cap. XIX. v. 32). “Si un hombre o una mujer tiene un espíritu de Python, o un espíritu de adivinación, que sean castigados de muerte. Serán apedreados, y su sangre caerá sobre su cabeza” (Ib., cap. XX, v.27). “Cuando habréis entrado en <strong>el</strong> país que <strong>el</strong> Señor vuestro Dios os dará, tened buen cuidado de no imitar las abominaciones de estos pueblos. Y que no se encuentre nadie entre vosotros que pretenda purificar a su hijo o su hija, haciéndoles pasar por <strong>el</strong> fuego, o que consulte a los adivinos, o que observe los sueños y los augurios, o que use maleficios, sortilegios y encantamientos, o que consulte los que tienen <strong>el</strong> espíritu de Python y que se entrometa en adivinar, o que interroguen a los muertos para saber la verdad. Porque <strong>el</strong> Señor tiene en abominación todas estas cosas, y exterminará todos estos pueblos a vuestra entrada por causa de estas clases de crímenes que han cometido” (Deuteronomio, cap. XVIII. v. 9. l0, 11 y 12). 3. Si la ley de Moisés debe observarse rigurosamente sobre este punto, debe serlo igualmente sobre todos los otros: ¿Por qué había de ser buena en lo que concierne a las evocaciones, y mala sobre otros puntos? Es preciso ser consecuente: si se reconoce que su ley no está en armonía con nuestras costumbres y nuestra época para ciertas cosas, no hay razón para que no sea así en la prohibición de que se trata. Por otra parte, es necesario atender a los motivos que provocaron esta prohibición, motivos que tenían entonces su razón de ser, pero que no existen seguramente hoy. <strong>El</strong> legislador hebreo quería que su pueblo rompiese con todas las costumbres adquiridas en Egipto, donde la de las evocaciones estaba en uso, y era objeto de abusos como lo prueban estas palabras de Isaías: “<strong>El</strong> espíritu de Egipto se aniquilará en <strong>el</strong>la, y yo derribaré su prudencia. Consultarán sus ídolos, sus adivinos, sus pitonisas y sus magos'. (cap. XIX, v. 3). Página 80