El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
oración en este caso tendrá un resultado a la vez moral y material.<br />
Pesares de un mimado<br />
Burdeos, 19 de abril de 1862<br />
30 de julio. “Ahora soy menos desgraciado, porque no siento la cadena que me sujetaba a mi<br />
cuerpo. Por fin soy libre, pero me falta la expiación: es necesario que repare <strong>el</strong> tiempo perdido, sí,<br />
no quiero que mis sufrimientos se prolonguen. Espero que Dios verá mi sincero arrepentimiento y<br />
tendrá a bien concederme su perdón. Os suplico que roguéis aún por mí.<br />
“¡Hombres, hermanos míos! ¡Viví sólo para mí y ahora lo sufro y expío! Que Dios os haga<br />
la gracia de que podáis evitar los tormentos que me destrozan. Marchad por <strong>el</strong> ancho camino d<strong>el</strong><br />
Señor y rogad por mí, porque abusé de los bienes de la Tierra que Dios concede a sus criaturas.<br />
“Aqu<strong>el</strong> que sacrifica a los instintos brutales la int<strong>el</strong>igencia y los buenos sentimientos que<br />
Dios ha puesto en él, se asemeja al animal que maltrata muchas veces. <strong>El</strong> hombre debe usar con<br />
sobriedad de los bienes de que es depositario. Debe habituarse a no vivir sino en vista de la<br />
eternidad que le aguarda, y en consecuencia, perder la pasión desmedida por los goces materiales.<br />
Su alimento no debe tener otro fin más que su vitalidad. Su lujo debe subordinarse a las necesidades<br />
estrictas de su posición. Sus gustos, sus inclinaciones naturales, también deben ser regidos por la<br />
más fría razón, sin que se materialice, en lugar de depurarse. Las pasiones humanas son un lazo<br />
estrecho que se hunde en las carnes. No le apretéis, pues. Vivid, pero no os tratéis con mucho<br />
mimo. ¡No sabéis lo que cuesta esto cuando se vu<strong>el</strong>ve a la patria común! Las pasiones terrestres os<br />
despojan antes de dejaros, y llegáis al Señor desnudos, enteramente desnudos. ¡Ah!, cubríos de<br />
obras buenas. <strong>El</strong>las os ayudarán a salvar <strong>el</strong> espacio que os separa de la eternidad. Manto brillante<br />
ocultará vuestras torpezas humanas. Envolveos de caridad y de amor, vestidos divinos que no se<br />
pierden.”<br />
Instrucción d<strong>el</strong> guía d<strong>el</strong> médium:<br />
“Este espíritu está en buen camino, puesto que <strong>el</strong> arrepentimiento añade consejos para<br />
ponerse en guardia contra los p<strong>el</strong>igros de la ruta que ha seguido. Reconocer sus defectos es ya un<br />
mérito y un paso dado hacia <strong>el</strong> bien, por esto su situación, sin ser dichosa, no es la de un espíritu<br />
que sufre. Se arrepiente. Le queda la reparación, que cumplirá en otra existencia de prueba. Pero<br />
antes de llegar a <strong>el</strong>la, ¿sabéis cuál es la situación de estos hombres de vida enteramente sensual, que<br />
no han dado a su espíritu otra actividad que la de inventar sin cesar nuevos goces? La influencia de<br />
la materia les sigue más allá de la tumba, y la muerte no pone un término a sus apetitos, que su<br />
vista, tan limitada como en la Tierra, busca en vano los medios de satisfacer. Como nunca buscó <strong>el</strong><br />
alimento espiritual, su alma está errante en <strong>el</strong> espacio, sin objeto, sin esperanza, presa de la<br />
ansiedad d<strong>el</strong> hombre que no tiene ante sí más que la perspectiva de un desierto sin límites. La<br />
nulidad de sus ocupaciones int<strong>el</strong>ectuales durante la vida d<strong>el</strong> cuerpo trae naturalmente la nulidad d<strong>el</strong><br />
trabajo d<strong>el</strong> espíritu después de la muerte. No pudiendo satisfacer <strong>el</strong> cuerpo, no le queda nada por<br />
satisfacer al espíritu. De ahí un mortal fastidio d<strong>el</strong> cual no ven <strong>el</strong> término, y preferirían la nada. Pero<br />
la nada no existe. Han podido matar <strong>el</strong> cuerpo, pero no pueden matar <strong>el</strong> espíritu. Es preciso, pues,<br />
que vivan en esos tormentos morales, hasta que vencidos por <strong>el</strong> cansancio se decidan a <strong>el</strong>evar su<br />
mirada hacia Dios.”<br />
Lisbeth<br />
Burdeos, 13 de febrero de 1863<br />
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