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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

estas palabras: ¿Por qué se lleva Dios a tales personas tan pronto de la Tierra? ¡Venturosos aqu<strong>el</strong>los<br />

que de este modo hacen bendecir su memoria! Era buena, dulce e indulgente para con todo <strong>el</strong><br />

mundo. Siempre dispuesta a excusar o atenuar <strong>el</strong> mal en lugar de envenenarlo. Jamás la<br />

maledicencia manchó sus labios. Sin ceño ni fiereza, trataba a sus inferiores con la benevolencia<br />

que nada tenía de baja familiaridad, sin manifestarles ni altivez ni protección humillante.<br />

Comprendiendo que las gentes que viven de su trabajo no son rentistas, y tienen necesidad de su<br />

jornal, ya sea por su estado, ya para vivir, jamás aplazó <strong>el</strong> pago de un salario. La idea de que alguno<br />

pudiera sufrir por su falta de pago, hubiera sido para <strong>el</strong>la un remordimiento de conciencia. No era<br />

de esas personas que encuentran siempre dinero para satisfacer sus caprichos y no tienen nunca para<br />

pagar lo que deben. No comprendía que fuese de gran tono para un rico tener deudas, y se hubiera<br />

humillado si se hubiese podido decir que sus abastecedores le hacían ad<strong>el</strong>antos. Así es que a su<br />

muerte sólo hubo llantos, sin ninguna reclamación.<br />

Su caridad era inagotable, pero no esa caridad oficial que se hace en público. En <strong>el</strong>la era la<br />

caridad d<strong>el</strong> corazón y no la de la apariencia. Sólo Dios sabe las lágrimas que secó y las<br />

desesperaciones que calmó, porque sus buenas acciones sólo tenían por testigos al Todopoderoso y<br />

a los desgraciados a quienes asistía. Sobre todo sabía descubrir esos infortunios ocultos, que son los<br />

más punzantes, y socorrerlos con la d<strong>el</strong>icadeza que <strong>el</strong>eva la moral en lugar de rebajarla.<br />

Su posición y las altas funciones que ejercía su marido, le obligaban a un tren de vida d<strong>el</strong><br />

que no podía prescindir. Pero satisfaciendo las exigencias de su posición sin mezquindad, había<br />

establecido un orden que, evitando los despilfarros ruinosos y los gastos superfluos, le permitía<br />

tener bastante con la mitad de lo que hubiera costado a otros, sin que por esto hubieran brillado<br />

más.<br />

Así es como podía sacar de su fortuna una parte mayor para los necesitados. Había separado<br />

de la misma un capital importante, cuyos intereses estaban destinados a este objeto sagrado para<br />

<strong>el</strong>la, y consideraba que tenía eso de menos para los gastos de su casa. De esta manera encontraba <strong>el</strong><br />

medio de conciliar sus deberes para con la sociedad y para con la desgracia. 2<br />

2. Se puede decir que esta señora era <strong>el</strong> vivo mod<strong>el</strong>o de la mujer benéfica, trazado en <strong>El</strong> Evang<strong>el</strong>io según<br />

<strong>el</strong> Espiritismo, cap. XIII.<br />

Evocada doce años después de su muerte por uno de sus parientes iniciado en <strong>el</strong> Espiritismo,<br />

dio la comunicación siguiente, en respuesta a diversas preguntas que se le dirigían. 3<br />

3. Extractamos de esta comunicación, cuyo original está en lengua alemana, las partes instructivas para<br />

<strong>el</strong> objeto que nos ocupa, suprimiendo lo que es de interés de la familia.<br />

“Tenéis razón, amigo mío, de pensar que soy dichosa. Lo soy, en efecto más de lo que pueda<br />

expresarse, y no obstante, estoy lejos todavía d<strong>el</strong> último escalón. Estaba, sin embargo, entre los<br />

f<strong>el</strong>ices de la tierra, porque no me acuerdo de haber sentido pena real. Juventud, salud, fortuna,<br />

homenajes, tenía todo lo que constituye la f<strong>el</strong>icidad entre vosotros, pero, ¿qué es esta dicha al lado<br />

de la grandeza que se goza aquí? ¿Qué son vuestras fiestas más espléndidas en que se ostentan los<br />

más ricos adornos, al lado de estas asambleas de espíritus resplandeciendo con una brillantez que<br />

vuestra vista no podría soportar, y que es <strong>el</strong> patrimonio de la pureza? ¿Qué son vuestros palacios y<br />

vuestros salones dorados al lado de las moradas aéreas, de los vastos campos d<strong>el</strong> espacio matizados<br />

de colores, que harían palidecer al arco iris? ¿Qué son vuestros paseos a pasos contados en vuestros<br />

parques, al lado de esas correrías a través de la inmensidad, más rápidas que <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ámpago? ¿Qué<br />

son vuestros horizontes limitados y nebulosos al lado d<strong>el</strong> espectáculo grandioso de los mundos,<br />

moviéndose en <strong>el</strong> Universo sin límites bajo la poderosa mano d<strong>el</strong> Altísimo? ¡Qué tristes y chillones<br />

son vuestros conciertos más m<strong>el</strong>odiosos, al lado de esta suave armonía que hace vibrar los fluidos<br />

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